SEMANA FANTÁSTICA/ |
Diario de lecturas (dos) |
/Por: Juan Terranova. Domingo. Me despierto con una molestia en la garganta. Desde hace días que vengo sintiéndome cansado y un poco dolorido. La semana pasada tuve que suspender algunas reuniones. No tengo fiebre. Sin embargo, después del mediodía apenas puedo tragar. No almuerzo y voy a la guardia del Hospital Italiano, donde esperan unas veinte personas. En recepción me preguntan los síntomas. Me dan un turno y me piden que me siente. Intento leer. Se escuchan toses. Hay un hombre en silla de ruedas. Cuando estuve en mayo en Mar del Plata tuve algo parecido, pero sin tanto dolor en la garganta. Me acuerdo que con el novelista y médico Sebastián Chilano improvisamos una lista de escritores que habían ejercido la medicina. Una lista rara. Rabelais, Ramos Mejía, Celine, Marcos Aguinis. En la sala de espera de Hospital Italiano me acordé de ese clínico uruguayo que solamente leía a Thomas Bernhard. Cuando murió su viuda regaló o vendió su biblioteca y las librerías de saldos de Montevideo se llenaron de libros de Bernhard en inglés y español. Finalmente me llaman, me mandan hacer placas y me diagnostican una sinusitis producto de las anginas mal curadas que tuve hace unos veinte días. |
Lunes
La penosa sorpresa de levantarse y no tener conexión.
Martes
Siento demasiado cerca la respiración de todos esos poetas que quedaron dando vueltas del siglo pasado, esos escritores de cuentos de taller que lograron algo y ahora tratan de vivir de su subjetividad sin estropearla, sin exigirla. En esos momentos echo en falta algún oficio más digno, pero también sé de las trampas de intentar hacer algo mientras se arregla la vida material por otra parte. Finlamente el tema se resuelve en no tratarse a uno mismo como a una pieza de cerámica, como a algo valioso. Poeta, tu subjetividad no es tu más preciado don y regalo, es una pecera vacía y sucia donde un hamster olvidado hace girar la rueda de alambre como si no hubiera mañana. Bueno, ahora envidio al hamster, su voluntad, su capacidad para rozar el infinito. Se ve que hoy me tocó la envidia sombría y la melancolía.
Miércoles
Me pasé todo el día mirando los primeros libros de poemas de Borges. No me gustan, pero encuentro muchas líneas de lectura para esas calles vacías de Buenos Aires y esos atardeceres bucólicos. Aparte noté una cosa que después se hace más específica en Evaristo Carriego: hay una obsesión borroneada con los prostíbulos y los lupanares, incluso con la carne. Véase el poema “Carnicería” y también “Paseo de 9 de julio”. También revisé mis notas y subrayados de Evaristo Carriego, un libro poco y mal leído, pero antes poco que mal, en realidad. Encontré estos versos que no puedo dejar de citar: “En la calle, la buena gente derrocha/Sus guarangos decires más lisonjeros”. Me gusta que sea “la buena gente” la que dice en la calle y que lo que diga sea al mismo tiempo “lisonjero” y “guarango”. La edición de Emecé que manejo trae un Prólogo a una edición de las poesías completas de Evaristo Carriego, se trata de un texto bastante posterior a la publicación del libro de Borges. Me gusta porque describe el momento de anagnórisis no necesariamente fatal del poeta. Lo mismo le debe haber pasado a Leo Oyola cuando comprendió que Bruce Willis podía vivir en La matanza y se puso a escribir sus novelas. En los barroquismos del primer Borges está comprimido todo el Borges posterior.
Jueves
La diferencia entre el lector y el crítico es que el crítico tiene que hablar. El lector lee en silencio, puede ser sabio. El crítico es bocón, cada tanto le toca el traje de buey corneta. El “investigador”, por su parte, se toma seis meses rentados por el Conicet para escribir un paper que no le interesa a nadie.
Jueves, más tarde
Leo una nota sobre escultura soviética en el suplemento de Turismo de Página/12. La disfruto mucho. No es nada del otro mundo pero resulta prolija e incluso sorprende por su tema. La comparo con el suplemento de turismo de Clarin. No hay punto de comparación. Pagina/12 puede ser el gran pozo de estiercol humano que ya sabemos que es pero, al mismo tiempo, sigue siendo un buen diario, que se puede leer, con periodistas que saben escribir y muchos incluso leer. Ojalá siga así.
Viernes
Leo la “confesión” de Martín Kohan en el blog de la librería Eterna Cadencia. Todo el texto se limita a afirmar que le tenía y le tiene miedo a Fogwill. Es sintomático. Lo cito: “Sé muy bien de la enorme generosidad de Fogwill, entre otras cosas, porque me la dispensó durante cierto tiempo. Pero me daba miedo incluso entonces, me daba miedo incluso así. Una vez comí con él y dos de sus hijos en una pizzería inesperada y constaté su don para el afecto; pero también esa noche me dio miedo. Y sus invectivas más feroces, porque eran lúcidas en su acidez y divertidas, me hacían reír a menudo; pero no era sin miedo que me reía.”
Después agrega que le tiene miedo incluso ahora después de muerto. ¿A qué le teme y le temía? ¿Una agresión? Fogwill decía lo que la mayoría callaba, casi siempre con forma de exabrupto y denunciaba hasta la irritación la desnudez del rey. Supongo que el miedo de Kohan tiene que ver con que Fogwill le podía señalar verdades que prefería ignorar. El suyo entonces era y parece que sigue siendo un miedo estereotipadamente pequeño burgués. Qué tema el miedo para tratarlo así nomás, sin pudor de ningún tipo. Por lo pronto, un comentarista del blog le señaló que “pizzería inesperada” era un abuso como recurso poético. Dicen que en la librería la pagan con comida del bar esos comentarios. No sé qué pensar sobre eso.
Sábado
La fundación TEM organiza una charla que se llama “El periodismo investigativo de temas culturales”. La va a dictar un puertoriqueño que ecribió un libro titulado El museo desaparecido. En La Nación de hoy hablan de otro puertoriqueño. El titular dice: "La heroica historia del hombre que abrió las puertas para que la gente se salvara". Copio el copete: "El puertorriqueño William Rodríguez, que realizaba tareas de limpieza en la torre norte, subió con los rescatistas después de que se estrellara el primer avión y ayudó a salvar a muchas personas; sobrevivió de milagro y hoy es orador motivacional".
Ayer, Chitarroni en el FILBA. Habló de la traducción, de su paso por la revista Babel, cito a Poe por Roger Corman, y también a Kafka, y a Joyce y a Borges. Terminó con un homenaje a Charlie Feelling, leyendo una de sus traducciones de un poema que me sonó cursi. Pero su lectura fue breve, eficiente y amena. Elegirlo para abrir resulta una elección mucho mejor que Gianni Vattimo y Marc Augé, invitados que inauguraron las otras ediciones. (Solamente alguien que no sabe y no le interesa leer puede traer a Marc Augé a que haga esa performace tipo Jacque Cousteau diciendo que hay que proteger a nuestros jóvenes del Facebook.)
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