TECNÓPOLIS, RÉPLICA Y REPLICANTES/ |
El muñeco del escritor tecno |
/Por: Juan Terranova. En un stand de Tecnópolis, desarrollado por la marca Hanson Robotics, hay un cuasi androide de Philp K. Dick. Conversa con la gente en inglés, es de diseño realista y está vestido con una camisa hawaiana. Ñ le dedicó una nota titulada “Philip K. Dick y una historia de amor que nació en Tecnópolis”. La idea es que el robot se enamoró de una chica de ahí. En fin. Se lo puede ver hasta el 22 de agosto. |
Releo la nota: “Su paso por Tecnópolis ha sido triunfal” dice. Entonces comprendo que todo me resulta un poco incómodo. ¿Por qué? No sé. Me incomoda la idea del robot de Dick, me incomoda la prosa flan de la nota de Ñ, me incomoda la veneración retro de la ciencia. Pero hay algo más que me cuesta identificar. El escritor y animador radial especialista en ciencia ficción Sebastián Robles me ilumina cuando advierte que “el robot de Dick es un chiste fácil”. Ahí está. Puede ser llamativo, simpático, pertinente, pero es lugar común. La réplica del creador de replicantes. ¿Androides de qué personajes deberían haber desarrollado para Tecnópolis la inteligencia argentina? Porque lo acepto, Dick está bien. Lo trajeron de afuera, lo mostraron, conversa con la gente, ahora se lo llevan a otra muestra en algún otro lugar del mundo. Pero los científicos argentinos deberían haber hecho su apuesta. ¿No estamos acaso en un país potencia, en un momento triunfal del nacionalismo? ¿No tuvo el stand de San Juan en la última feria del libro un holograma de Sarmiento? Creo que la gente del Conicet u otras dependencias estatales similares podrían haber hecho su muñeco vernáculo. Acá van algunas ideas.
El robot de Jorge Luis Borges. Primero en la lista. Un personaje cantado. El muñeco del Borges de las últimas épocas, con la cara arrugada, ciego, el bastón entre las manos, respondiendo con ironías guturales y frases como “los peronistas no son ni buenos ni malos, son incorregibles” o "yo soñé esta mañana que me moría". El gran desafío sería reproducir sus estrafalarias expresiones faciales.
El robot de Alberto Olmedo. La duplicación de este gran ídolo popular podría contar chistes, reírse con la gente y combatir el consumo de drogas con una recursiva prédica de la mesura. Imprescindible que suene "Attention, mesdames et messieurs" el tema de Michel Fugain que abría No toca botón.
El de Perón me parece una falta de respeto. Pero el robot de López Rega no sé por qué me seduce. Algún malo, después de todo, tiene que haber. Desde luego el kirchnerismo fundamentalista no impulsaría esta reencarnación tecnológica, pero quizás podría financiarse con los ingresos de otros sectores políticos, aquellos que viven de la denuncia. ¿Qué temas desarrollaría López Rega? Hablaría, desde luego, de política, pero también de astrología, tango y armas.
Hay muchos otros que, bien mirados, funcionan de modelo para robots o robotitos. Pero detengámonos acá. Ahora, en tren de señalar ausencias, lo que siempre es antipático, y si agregamos la variable del escenario, llama la atención que Tecnópolis carezca de lo que la filosofía caratuló como las partes negras de la modernidad. ¿Por qué no hay escenarios distópicos como los de Terminator o Matrix en Tecnópolis? Pido mucho y muy raro, lo sé. Es apenas el desvarío de un articulista frente a la angustia de la columna semanal. Pero peores y mejores cosas se ven. Hace tres días, le pregunté a un amigo programador si iba a ir a Tecnópolis. “¿Hay zombies?”. Le pedí que me repitiera lo que había dicho. “¿Hay zombies?” La pregunta me tomó por sorpresa. ¿Qué stand en una mega muestra de ciencia y técnica podría exponer zombies? “No sé –le dije-, pero supongo que no.” “Sin zombies, no hay logro tecnológico que me interese” agregó. Creo que entendí lo que quería decir pero sería muy largo y difícil de explicar.
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