TERCERA ENTREGA
Internet y literatura

INTERNET Y LITERATURAPor: Juan Terranova.  8. La escritura manual de cartas en el siglo XX continuó con una rutina muy similar a la que había tenido en el siglo XIX, y también antes. El sistema del correo cambió, se mecanizó, controló sus márgenes de error, se expandió y dio más garantías, pero cuando se metía una carta en el buzón a principios de 1990 todavía existía una cuota de incertidumbre. El sobre, que debía ser estampillado o sellado, que debía viajar físicamente y ser transportado por seres humanos podía perderse o dañarse, podía no llegar. De los efímeros telegramas hasta las largas cartas literarias firmadas por autores y, casi desde su redacción, destinadas a ser recopiladas en algún libro, la escritura epistolar preservó cierta forma durante todo el siglo XX. O para decirlo de otro modo, el siglo XX fue fiel a sí mismo hasta el final.

9. La tecnología del correo electrónico cambia esta situación de forma radical. De un día para otro, primero sorprende y luego, muy rápido, se hace imprescindible. No es un detalle menor que nace encerrando un equívoco en su nombre. El adjetivo miente, es fallido. La materialidad del e-mail no es “electrónica” sino “digital”. ¿De qué nos habla este dejo arcaico, esta atadura al siglo que lo vio nacer? El correo electrónico es umbral de la revolución digital en el área de las comunicaciones, su gran preámbulo y al mismo tiempo su eje central. Volvemos a formular ahora nuestra pregunta central: ¿cómo afectan los correos electrónicos formalmente a la escritura?

10. La primera tentación cuando se compara la práctica de la carta en papel con el correo electrónico es hablar de brevedad. Escribimos más y de forma más breve. Esto es relativizable. En 1980 con el teléfono ya desarrollado es posible que se escribieran menos cartas que en 1950, pero no deberíamos acotar la mirada a una escena íntima y cerrada donde un ama de casa, tomándose un respiro de la rutina diaria, redacta una larga misiva llena de dudas existenciales con alguna ocasional falta de ortografía y mucho potencial literario. Las cartas no sólo las escriben los personajes de Manuel Puig. La carta, el telegrama comercial, el memo, funcionaron hasta que llegó Internet. El breve intermezzo del fax, que combinaba tecnologías de reproducción que hoy parecen más viejas –y ridículas- de lo que eran en realidad. 

11. En la inmediatez del correo electrónico, el lenguaje se hace más laxo. Sus normas, sus reglas ortográficas y sintácticas, incluso su vocabulario, se tensan. La administración y disponibilidad constante, rutinaria, laboral, cotidiana, le hacen perder peso. Con Internet, puedo mandar un mail con errores, o apreciaciones sin meditar, porque es instantáneo. No hay borradores. No hay reescritura. Se pierde el cuidado que se podía tener en una carta manuscrita. Que la tecnología se encargue de fechar y firmar nuestros mensajes hace que esto se acentúe. No hay necesidad de enmarcar nuestras palabras. La escritura fluye. Mando un mensaje a un amigo y al mismo tiempo sé que enseguida puedo mandar un segundo mail corrigiendo mis primeras apreciaciones. Sin darme cuenta, entablo un diálogo escrito. Escribimos y respondemos, entonces, con un uso del lenguaje que se parece al teléfono. La frase que se empezó a escuchar, al mismo que se empezó a popularizar e incorporar el uso del correo electrónico, fue “no escribas un mail enojado”.

12. Toda comunicación incuba, conlleva y propone el equívoco. La distensión del mail trajo enseguida la práctica de la ironía y sus problemas. Por eso otra cosa que se escuchaba al principio y que todavía se dice: “Cuidado, si escribimos como hablamos, es posible que las inflexiones de la ironía no se sientan”. Con los insultos pasaba algo similar. Si se pierden las inflexiones de la voz y su contexto de enunciación oral, las “malas palabras”, por ejemplo, se endurecen.

13. El lenguaje escrito se empieza así a deformar, a acelerar, intentando, de alguna forma, ponerse al día. La desjerarquización del soporte, su pluralización, su ilimitados recursos de espacio y emisión, hacen que se caiga rápido en una desjerarquización del lenguaje. Este trastoque permanente de valores heredados va a ser una de las grandes modificaciones que la web va a ejercer sobre los géneros literarios. La otra, la puesta en cuestión de la autonomía del lenguaje literario.

14. Estos aprendizajes básicos de lo que podría llamarse –pomposa pero no por eso menos acertadamente– una “vuelta a la escritura masiva” va a encontrar su gran lección inaugural en la tecnología pública del blog.

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