SEGUNDA ENTREGA
Internet y literatura

INTERNET Y LITERATURAPor: Juan Terranova.  1. Cuando entré  en la universidad en 1994 los programas de estudios terminaban con la vuelta de la democracia. Hasta ahí se estiraban las periodizaciones académicas y los alumnos las acataban al pie de la letra. Era posible pescar bibliografía actualizada en muchas cátedras, pero casi siempre como insumos para la construcción de un aparato crítico. Había desde luego honrosas excepciones. Lectores que intentaban estar al día. Después de todo habían pasado más de diez años, el país había cambiado, la manera de ver el país y de vernos a nosotros –y el dinero, y las relaciones de poder, y la política– habían cambiado. Pero por lo general, la academia como responsable de fabricar un corpus de lecturas atrasaba. Era difícil pedirle que se moviera más rápido porque el presente se había congelado, y ella misma había participado de ese proceso de congelamiento.

2. Hacia los primeros años del siglo XXI eso cambió. Casi se podría decir, hacia los primeros meses, días, momentos del siglo XXI. Internet ya tenía una vida útil y un recorrido cuando el gobierno de la Alianza expiró de la peor manera. Ese lapso de tiempo, que podríamos situar entre 1995 y el año 2000, tiene desde nuestro presente acelerado un aire prehistórico. Mientras tanto los libros –que no son la academia, pero le adeudan– intentaban lentamente dar cuenta de lo que ocurría.

3. En el año 2003, también sintomático, o quizás debería decir patológico, Norma editó Cómo se lee y otras intervenciones críticas de Daniel Link. Uno de los primeros esfuerzos válidos por entender qué estaba pasando con la milenaria actividad de escribir y leer. En ese momento el libro sirvió para avanzar sobre muchas cosas que hoy comprendemos mejor, pero pasó –como muchos libros importantes– ligeramente desapercibido. Para la cantidad y calidad de lecturas y respuestas que proponía estimo que se lo leyó poco. Libro fundante, primer libro sobre un tema reciente, Cómo se lee construye enseguida una tradición en la que insertarse, un contexto de enunciación. Por eso, aunque es pionero y avanza, insisto, sobre temas tratados a medias o nunca pensados antes, Link se las arregla para organizar un paisaje que parece lleno de reflexiones y nutrido de ideas sobre, por ejemplo, una plataforma tan joven como Internet. 

4. Todos las intervecniones críticas del libro valen la pena. Me voy a detener aquí en una titulada Historias de cartas (políticas del campo). Continuando un poco el ensayo cuyo título versiona y funde a Benjamin y Borges Orbis Tertius (La obra de arte en la época de su reproductibilidad digital), el ensayo Historias de cartas (políticas del campo) pone en tensión la idea de campo de Bourdié con uno de los géneros más antiguos, la carta.

5. Historias de cartas (políticas del campo), Link dice que de las “nuevas tecnologías”, el correo electrónico “es la más difundida”. Vale recordar que el texto fue leído en unas jornadas en Rio de Janeiro a principios de noviembre del 2002, en lo que todavía era un mundo sin blogs ni redes sociales.

6. Más allá del arsenal clásico para pensar las relaciones entre el escribir y el interactuar con el mundo, que incluye a Barthes, Bordieu, Foucault y Habermas, aquí la diferencia Link la hace con una idea de Peter Sloterdijk que le permite releer toda, o buena parte de la tradición intelectual que atañe a estos temas. Sloterdijk dice que vivimos en sociedades pos-epistolares y por lo tanto pos-humanísticas. Retomando esto, Link escribe: “Una largo proceso de humanización se mantuvo activo, en el campo literario, gracias a la correspondencia. Sin ella, la filosofía occidental no existiría, al punto que podemos definir el pensamiento crítico de nuestra tradición cultural como una carta cuyo destinatario se desconoce”. Las cartas son, entonces, un punto de partida ideal para pensar cualquier problema literario. Desde el affaire Dreyfus y el J´acusse de Zola, publicado como carta en el periódico L´Aurore hasta la Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar de Rodolfo Walsh, pasando por las cartas de Pablo a los cristianos primitivos, Manuel Puig, las Cartas filosóficas de Voltaire, las Cartas a la opinión ilustrada de Jaques Alain Miller, y así. De ahí a pensar lo que Link llama “el correo en la época de distribución digital” hay un paso.

7. Más allá de las consecuencias que el uso del correo electrónico tenga para el pensamiento universal y el área “humanísticas del mundo”, filosofía, sociología y derecho incluidos, con este simple y elegante cruce de bibliografías, Link logra fijar el primer problema de forma a la hora de pensar las relaciones entre literatura e Internet. Historias de cartas (políticas del campo) lo demuestra con claridad: el primer género afectado por la llegada de la web es el género epistolar. Siguiendo ese razonamiento podemos preguntarnos: ¿Cómo es un “mail”? ¿En qué se diferencia a una carta manuscrita o impresa en una hoja de papel y enviada por correo más allá del soporte? ¿Qué elementos los componen? ¿Cuáles son sus constantes? Si podemos identificar lo que se pierde y lo que se gana entre un mail y una carta en papel, la modificaciones que le imprime la web a esa escritura, podremos inferir cómo transformó la revolución digital a este, el primer género afectado.

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