AGUJERO NEGRO CONCEPTUAL
Oda a una visión conservadora

La ciudad sin libros en ÑPor: Juan Terranova. El 18 de abril pasado, la versión digital de la revista Ñ puso a disposición de sus lectores un relato de Andrés Neuman titulado La ciudad sin libros”. Su trama es muy simple. Probablemente el lector la recuerde de algún otro relato aleccionador del siglo XX. En un futuro distante en que todas las palabras son digitales, un corte masivo de energía deja a la humanidad sin material de lectura. Este es su punto de partida y casi su punto de llegada. Neuman elabora el corte y sus efectos y consecuencias como un enumeración, no del todo errada, aunque quizás demasiado poética. Las pantallas se apagan, los juegos en línea se suspenden, las redes de comunicación desaparecen. Se trata de una situación bastante trillada, de un mecanismo narrativo clásico. La enumeración se resume en una frase: “La civilización entera quedó temblando al aire, igual que ropa limpia”. ¿No contiene la frase una errata? Donde se lee “limpia”, ¿debería leerse “sucia”? “La civilización entera quedó temblando al aire, igual que ropa sucia”. Si hay algo a lo que no me remite la civilización es al concepto de limpio… Aunque es verdad que la ropa sucia nunca se ventila. En el final de la historia, un grupo de hombres “valientes” y ansiosos por volver a leer construye una imprenta, suponemos, de tipos móviles. Neuman opone así la nobleza opaca del libro material a la vaporosa energía de las pantallas, a las que varias veces describe como sistemas vacíos de contenido.

El relato podría llegar a recordar a Ray Bradbury, por poner un nombre, si Neuman no escribiera frases tan ripiosas como “Los monitores anochecieron” o “Aquella mañana transcurría conforme a lo previsto, si es que la transcurrencia (sic) puede preverse”. Por otra parte, la idea general resulta muy trillada. Nada en el relato sorprende ni seduce. Como la mayoría de las cosas que escribe Neumann, este texto –que leo en una pantalla– juega con recursos ya probados. Hay escritores que logran mucho reciclando y reutilizando. No es este el caso. El cuento reproduce un lugar común atrás de otro.

Wikipedia dice que “statu quo” proviene de in statu quo ante bellum, literalmente “en el estado en el que antes de la guerra” o sea “recuperar la situación de poder y liderazgo que había antes de una guerra”. La guerra del futuro, parece, pese a todo, no va a ser entre terminators y seres humanos, o entre la Matrix y los que queden afuera. De hecho, en Irak y Afganistán se sigue peleando con armas mecánicas. Nada parece poder reemplazar la manualidad de las balas. Ni siquiera los misiles guiados por código binario. Sin embargo, hay un antes de la guerra digital, cuando el saber se disponía de una manera bien jerarquizada y la tecnología era herramienta habitual de dominación de la elite.

Desde esta perspectiva, “La ciudad sin libros” es, entonces, doblemente conservador. Por un lado, desarrolla una forma fabulesca, generalizadora, primitiva, que abusa de la hipérbole: “la humanidad” es la que protagoniza la acción. Luego, la idea del cuento, su moraleja, es reaccionaria. Que los autores norteamericanos de la posguerra advirtieran sobre la mecanización de la vida cotidiana es una cosa. Que ese mismo recurso se use hoy, con el siglo XXI ya tan avanzado, resulta muy diferente.

Hoy que en todas partes se habla del “modelo”, en referencia al modelo productivo, social y político, sería bueno revisar como se construyen los imaginarios tecnológicos. Necesitamos que los escritores dejen de vendernos nostalgia, el paraíso perdido, la década del 50, Amélie y el boom de la natalidad, para empezar a comprometerse con las contradictoras dinámicas del presente. “La ciudad sin libros” no ocurre en el futuro, más bien es un agujero negro conceptual, un atolladero que nos devuelve, como en El día de la marmota, siempre al mismo punto.

Una cosa más sobre Andrés Neuman. De a poco, se fue transformando en el escritor joven argentino en España. Desde ahí consiguió ubicarse y ganó el premio Alfaguara. Esto confirma que en las grandes ligas de la literatura ser conservador paga bien. Desde luego, hay otros costos no asumidos. Por ejemplo, someter a los lectores porteños a enfrentar este tipo de relatos. Curiosamente la crítica argentina todavía no se expidió sobre la obra de Neuman. Creo que es una deuda.

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