ATERRIZAJE DEFINITIVO
Moderno, posmoderno y digital

Andrea HuyssenPor: Juan Terranova. Cuando empecé  mis estudios universitarios el muro de Berlín ya había caído hacía algunos años. Podía ser mucho o muy poco tiempo, dependiendo de cómo se midiera su impacto político y social. En relación a los planes de estudios, la idea de que una de las formas más acabadas y dicotómicas de la modernidad había terminado era innegable.  La abulia, el escepticismo, los lofts de Blade Runner, la música tecno, y el final de las ideologías y los grandes relatos, entre otras muchas prácticas culturales, habían encontrado una fecha para proyectarse hacia el futuro. Con la gran utopía soviética desarmada, terminaba la guerra fría y la dicotomía del pensamiento, grosso modo, ya no parecía ser derecha/izquierda sino moderno/posmoderno.

No quiero llenar esta columna con trucos de viejo articulista, sí quiero dejar bien en claro que eso que hoy parece un lejano y alucinado pasado articulaba los planteos de muchos papers universitarios y muchas intervenciones críticas. Desde luego, los astutos desconfiaban. Un poco porque siempre desconfían, un poco porque los conceptos daban para desconfiar. Nicolás Rosa en sus clases de teoría literaria en la UBA avisaba que la posmodernidad era parte de la modernidad, y evidenciaba ya desde su nombre una dependencia. Rosa proponía hablar de “transmodernidad”. La dependencia era casi la misma pero no se generaba esa continuidad lineal que exhibía una falta de análisis evidente. Después de la modernidad, venía la posmodernidad. ¿Y después?

La primera noticia del vencimiento de la dicotomía, que ya todos sospechábamos espuria pero que funcionaba a nivel académico y derramaba a los medios –un verbo muy en boga por esas fechas–, fue la Unión Económica Europea y el nacimiento del Euro en 1998. Ya para esa época las universidades de las potencias europeas centrales comenzaron a darse cuenta de que no tenía mucho sentido seguir debatiendo si posmo o no posmo. Europa debía unirse con la menor cantidad de divisiones posibles. Sin embargo, la lenta maquinaria del pensamiento abstracto tardó en desactivarse y más en zonas periféricas. En Buenos Aires podríamos haber seguido con ese tema muchísimo tiempo más, pero modificaciones de orden factual corrieron con violencia el eje.

La lista es larga. La espectacular caída de las torres, el 2001 y el helicóptero de De La Rua en Argentina –con sus réplicas o eventos similares en Bolivia y otros países de la región–, el color de piel de Evo Morales primero y después de Obama, pero antes Irak y Afganistán. Vladimir Putin en su lucha contra el terrorismo checheno, Chavez y sus discursos. China entrando en el mercado mundial. La lista es larga, siempre incompleta y desprolija. Pero lo que termina de cortar de cuajo la discusión modernidad vs/y/o posmodernidad es la llegada y el aterrizaje definitivo de la cultura digital. Ahora estoy viendo por segunda o tercera vez una muy breve entrevista a Andreas Huyssen que produjo el Museo Santa Sofía de Madrid. Hay muchas partes interesantes. La que más me gusta es cuando dice que adorando el pasado y los problemas de la memoria hay riesgo de que se “olvide el futuro”.

En un momento habla del “debate de la posmodernidad”. Y lo dice muy simple: “Se acabó. Ya nadie habla de postmodernismo seriamente”. De alguna forma, creo, intenta decir que la mirada volvió a la modernidad, a sus fallas y a sus partes incompletas. El título de su nuevo libro es elocuente: “El modernismo después de la posmodernidad”. Cuando lo presenta usa la palabra “globalizado”, que es otra palabra que ya es parte de casi todo y por eso ya no sirve. Sirvió en su momento para señalar un quiebre, pero hoy forma parte de una rutina que se instaló, como chequear el correo electrónico o buscar un dato en Wikipedia. Huyssen  dice también que “modernidad y Guerra Fría compartían códigos que ya no son dominantes”. Me hubiera gustado que hablara o que le preguntaran sobre la cultura digital y como ella tensiona la idea de modernidad y termina de cerrar la discusión sobre la validez de la posmodernidad. 

Mi hipótesis, nada original, es que la posmodernidad fue un recreo entre siglos, un tiempo muerto de académicos que se dejaron llevar por la marea de la indeterminación, y que la cultura digital cortó ese movimiento. Hoy vivimos plenamente el siglo XXI. ¿Qué viene después de los años 20 de este siglo? Eric Hobsbawm no se equivocaba con el yeite de las periodizaciones aproximativas que no calcaban los años cronológicos del calendario. La Primera Guerra abriendo el siglo XX, el siglo corto, los ciclos más largos, etcétera. ¿Con que periodización vamos a leer este presente? ¿Quién la construye y cómo? “No hay otra forma de estudiar el pasado que no sea políticamente, el pasado siempre está en disputa” dice Andreas Huyssen. Lo más importante de la frase, entiendo, es que la diga en You Tube.

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