FERIA DEL LIBRO EN ALTA GRACIA, LA CIUDAD DEL CHE
Observar el mundo desde Córdoba

Alta GraciaEl ChePor: Juan Terranova. Un viaje a la feria del libro de Alta Gracia sirve para airear los pensamientos. A los cordobeses no les gustan los carteles porteños. Y finalmente, la Dublin argentina parece ser el mejor lugar para encontrar un libro que recopila las mejores contratapas de la editorial italiana Adeplhi.

El fin de semana pasado estuve en la Tercera Feria del Libro de Alta Gracia, Córdoba. El clima seco de las sierras siempre me afecta. Se me seca la garganta y siento que la piel de las manos se me agrieta. Como me dijo uno de los organizadores, soy demasiado porteño. De las muchas mesas programadas que presencié, la de Cristian Alarcón fue la más concurrida y activa. Después, Juan Sasturain demostró que también es un excelente narrador oral, contando anécdotas sobre Fontanarrosa mientras almorzaba un ambicioso bife de chorizo (antes habíamos caminado un rato por las calles vacías sólo quebradas en su silencio por una mujer que gritó desde una ventana “¡Ver para leer! ¡Felicitaciones! ¡Los quiero mucho!”). Una parada en el impresionante monumento que Raúl Barón Biza le hizo construir a su primera mujer, la aviadora Miriam Stefford, muerta en un accidente aéreo, alivió el continuo asedio de la esfinge del Che Guevara, personaje pop oriundo de esos parajes.

Contaminación visual

El domingo, durante un asado de poetas en Córdoba Capital se habló de política. Curiosamente, a los cordobeses lo que más les choca de Buenos Aires es la contaminación visual. No la criminalidad, ni la humedad, ni la estupidez de los porteños, sino la cantidad de carteles que hay en la calle y en los medios de transporte y la violencia que ejercen sobre el transeúnte. En algún momento de la cena me sentí en la década del 50 y volví a una vieja teoría demasiado citada en su momento y hoy algo trajinada. Córdoba es la Dublín del cono sur, mientras Buenos Aires, que siempre la jugó de melancólica periferia y ciudad europea en América, es imán central de la locura y la gracia. ¿No es Córdoba un lugar mejor desde donde observar el mundo con más comodidad y menos histeria?

O sea que mientras la opera omnia de Horacio Verbitsky es reeditada en una rústica muy rústica -las malas lenguas de la industria del libro dicen que el periodista tiene un importante rojo de varios ceros en su casa editorial y esto es un intento para palear esa situación-, mientras Eduardo de la Puente da a conocer otro insufrible libro de relatos cuyo título es, Dios nos proteja, Aerosmith es una mierda y otros cuentos sin música, los cordobeses se dedican a odiar Córdoba con un estilo, una ternura y una elegancia digna de James Joyce.

Cartas a un desconocido

Cuando el asado terminó, en la biblioteca del escritor Federico Falco encontré un libro que de alguna manera venía a modificar mi columna sobre las contratapas que hace poco hice para Hipercrítico.  Editado por Anagrama, Cien cartas a un desconocido recopila una selección de las mejores contratapas que Roberto Calasso escribió para la editorial Adelphi. Verdadera historia del sello, estos textos son verdaderos ensayos breves. Lo poco que pude leer esa noche me sorprendió. De Thomas Bernhard a Vladimir Nabokov, de Joseph Roth a Elias Canneti o San Ignacio de Loyola, Calasso dice que podría escribir una historia de arte paralela a partir de las portadas de libros y considera al género un “desafío difícil".  Mientras condena los adjetivos "increíble” o “deslumbrante” y valida la astucia para llamar la atención del lector, Calasso desarrolla un mapa de la literatura universal y de sus preferencias personales. “Ningún género es malo en sí mismo” volví a pensar. Al parecer el libro se consigue en Buenos Aires pero no tuve ocasión de hacerme de un ejemplar. Si lo encuentro, prometo una reseña.

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