CONTRATAPAS O EL PARAÍSO DE LAS MENTIRAS
El perfecto refugio de la idiotez

LibrosPor: Juan Terranova. ¿El mundo del autobombo? ¿Exámenes de la desidia? ¿Es la cultura argentina solapera? La falta de verdad en el género de las contratapas no parece tema de desvelo, sin embargo, vale la pena señalar esa extensa zona negativa de los libros.

El lunes pasado me encontré en Florida con una amigo que trabaja en la Legislatura. No lo veía hace un tiempo, así que nos tomamos una cerveza en Pichín, el gallego de Avenida de Mayo y Piedras. Antes de que trajeran la primera cerveza, le pregunté si me estaba leyendo.

-Leo lo de Hipercrítico- me dijo.

Le pregunté qué le parecía. Me hizo más o menos con la mano.

-Tenés que escribir sobre las contratapas- agregó después, metiéndose un puñado de maní en la boca.

-¿Sobre las contratapas de los libros? ¿Por qué?- le pregunté.

-Porque son el paraíso de la mentira. Otra que los discursos y los programas de radio.

Era atendible, pero no me parecía un tema tan atractivo. Después de dos cervezas más, cuando nos estábamos despidiendo en la calle, mi amigo me dijo: “Pensá lo de las contratapas, ahí tiene que haber algo”. Y después me largó la frase matadora, el anzuelo, el dulce, la trampa: “Y no te olvides que la cultura argentina es muy solapera”. Hacía realmente mucho frío y la frase me quedó repiqueteando en la cabeza.

Trabajo de campo

Al otro día, llegué a la redacción y agarré cuatro libros al azar. Era el trabajo de campo. Un trabajo liviano, más de huerta que de campo. Y tampoco hubo tanta sorpresa. Para no generar roces me guardo los nombres. El ejemplar A brindó esta frase: “El estilo mayúsculo de un escritor imprescindible”. El ejemplar B apenas: “Uno de los escritores más importantes de la Europa contemporánea”. Ejemplar C, “(...) una frescura y una fuerza genuina que nos invitan a adentrarnos en la obra de un escritor que ya es uno de los clásicos indiscutidos de la literatura actual”. Ejemplar D, “El libro que la actualidad -y la historia seguramente- exige leer”. No hace falta, insisto, dar a conocer autores, títulos o editoriales. Es evidente que no se trata de afirmaciones críticas o que aspiren a la verdad o a algunas de sus evanescentes formas, más bien, se trata de frases publicitarias más emparentadas con el slogan al estilo Gatorade que con cualquier otra cosa.

En el reino de la desidia

En las contratapas se miente con tanta impunidad que ya nadie se las toma en serio. El bombo-autobombo es tanto que se anula. Satura y se anula. Sobre todo cuando no hay firma. Cuando hay firma, la cosa cambia. Pero la pregunta sigue siendo válida. ¿Por qué las contratapas son tan idiotas? Mi hipótesis es simple. Conozco un par de editores y, al no firmar, digamos con elegancia, que se desentiende. Al mismo tiempo el género es complicado. César Aira escribió justamente en la parte de atrás de su novela Ema, la cautiva que las contratapas eran casi siempre “una tapa en contra”. Otra forma de decir que, con el elogio, siempre llega el insulto. Joselín Bravo, el crítico literario de Cicco, es, en realidad, el que monopoliza ese espacio comercial. Habría que examinar si vale la pena disputárselo.

Cuando estudiaba en la Universidad, una vez conocí una chica que trabajaba en una editorial en el área de cobranzas.

Pero me quiero pasar a edición- me confesó.

Yo le pregunté por qué.

Para escribir contratapas- me respondió.

No tenía pinta de poeta. Pero ambicionaba lo justo. Eso es una virtud.

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