HIPERCRÍTICO EN LA FERIA DEL LIBRO DE CIPOLLETTI
Celebración cerca del fin del mundo

Feria del Libro - Cipolletti - Río NegroPor: Juan Terranova. Esta semana se realiza en Rio Negro, la cuarta feria del libro de Cipolletti. Entre vientos, artistas y editoriales patagónicas, surgen algunas preguntas. Si Buenos Aires es periférica, ¿dónde ubicar a Cipolletti?

Lo primero que me llamó la atención del predio donde funciona la Feria del libro de Cipolletti fueron dos cuadros, castigados por la iluminación, de un pintor y ceramista desconocido en Buenos Aires pero reconocido en el mundo. Ramón Muñoz me resultó un Pollock neuquino, parado en el oximorón patagónico de la nada excesiva. Muñoz venía de editar un libro de nivel internacional y lo presentaba en la feria. El libro incluye fotos y testimonios de más de cuarenta años de trabajo excelentemente recopilados por Sergio Siglitano.

— ¿Nunca viaja a Buenos Aires?—le pregunté a Muñoz.

— No, es algo que supera. Cuando me invitan a Europa, voy en micro hasta el pueblo de Ezeiza y de ahí me tomo un remis al aeropuerto.

Lenín en CipollettiLenin en Cipolletti

Las ferias del libro del interior de la Argentina respiran ese ambiente tensionado entre la voluntad, la posibilidad y el folclore de cooperadora escolar. La de Cippolletti no es una excepción. El recinto elegido es un bloque de cemento gris, reciclado para el evento. Unos veinte puestos ofrecen variedad de libros a precios similares a los que tienen en las librerías porteñas. El Fondo Editorial Rionegrino (FER) asalta el pensamiento unitario con unos treinta títulos bien editados y gente que discute los trucos y problemas de la distribución. Todos sus libros se imprimen y diseñan en la provincia.

El catálogo puede consultarse en www.fer.rionegro.gov.ar.

Además, el FER mantiene una revista on line www.la-amanecida.rionegro.gov.ar

Stand del Fondo Editorial RioegrinoStand del Fondo Editorial Rionegrino

La queja es parte central del sistema intelectual porteño. Nada satisface, todo es pueril y se mira con desconfianza, se lo juzga apenas, se anticipa la decepción. En la Patagonia, por el contrario, casi no hay muecas que no sean de celebración y adhesión. Lograr movimiento cuesta esfuerzo, y por eso se valora. Hay críticas, por supuesto, y las pequeñas miserias de siempre, pero todos saben que las conspiraciones son un tic que no debe crecer más allá de lo controlable. El viento entrópico del sur representa un peligro demasiado real. La articulación con el Estado, entonces, es necesaria. Las iniciativas privadas son bienvenidas. El talento es respetado. Más allá de los obligados espectáculos para niños –el MALBA llevó un excelente show interactivo de cine donde los chicos protagonizaban su propia película– Osvaldo Bazán y Ana María Shua, los invitados del fin de semana largo, hablaron con lectores ocultos, recibieron puntuales preguntas sobre sus obras y se asombraron por su convocatoria. Este fin de semana promete a Marta Dillon y a Vicente Muleiro, entre otros.

Osvaldo Bazán mientras es entrevistado (de fondo: cuadro de Muñoz)

Osvaldo Bazán entrevistado. De fondo, una obra de Ramón Muñoz 

En Buenos Aires existe el snobismo de la periferia. Buenos Aires, la provinciana, nos dicen, es un barrio alejado de una Europa central. Pero nuestra capital no es Dublin, ni Trieste ni la Lisboa de Eça de Queiroz. Más bien es una ciudad tentacular y obesa, nada melancólica, el centro brillante u opaco, según el gusto, de una región que incluye a casi todos sus países limítrofes. Mientras tanto, ¿cuáles son los intelectuales borgeanos que se asoman a los abismos provinciales? Cippolletti, el suburbio perfecto de Neuquén –ciudad capital a la que nunca podrá asimilarse por pertenecer a otra provincia– se presenta como un paraje menor de calles arrasadas por el frío, ideal para la introspección. No puedo imaginar un lugar más periférico que al mismo tiempo aliente una vida propia, fértil para los abismos interiores y las desesperaciones correctas, con paisajes crudos en un mundo de cocciones apuradas, donde aparte hay una feria del libro completa y en cuyos restaurantes se come realmente muy bien. Larga vida, entonces, a la Feria del libro de Cippolleti.