EL GOCE DE LA AUTO-DENIGRACIÓN
Indignación, dinero y drogas blandas

libro AguinisPor: Juan Terranova. Los libros cada vez están más caros y los libreros se quejan de que las ventas bajan. El escenario es conocido. Y sin embargo, las editoriales grandes siguen haciendo publicidad en la vía pública mientras las librerías absorben como pueden el enorme caudal de títulos que aparecen cada mes. Conviven entonces diagnósticos de malaria con síntomas de crecimiento, o al menos de estabilidad. Dentro de esa vorágine de malentendidos, reproches y dudas, algunos títulos venden hasta veinte o treinta mil ejemplares en meses o incluso semanas. ¡Pobre patria mía!, el último panfleto de Marcos Aguinis, entra en esa categoría.

Tenemos todos los climas

Con un nivel de análisis de taxista excitado, ¡Pobre patria mía! pertenece a lo que ya es casi un género. Datos manipulados mezclados con una retórica efectista y la sensación de que en cualquier momento Aguinis va a escribir el viejo latiguillo de “tenemos todos los climas” o “Argentina, el país rico y un pueblo pobre”. Sus hipótesis son las hipótesis centrales de la televisión y buena parte de los medios. La corrupción y la mala fe nos gobiernan, y los políticos o funcionarios públicos que no son pérfidos, vegetan en la desidia. Como nota de color cada tanto aparece algo de melancolía proselitista –acá cabría lo de “todo tiempo pasado fue mejor”– o alguna cita a próceres incuestionables como Belgrano, que al parecer provee el título. Copio el principio: “Fuimos ricos, cultos, educados y decentes. En unas cuantas décadas nos convertimos en pobres, mal educados y corruptos. ¡Geniales!”. Es notable como, incluso usando la primera persona del plural, Aguinis logra dividir las aguas desde el principio. Ricos, cultos, educados y decentes contra pobres, mal educados y corruptos. Más allá de que, por lo general, el que se corrompe lo hace por dinero, por lo cual no es pobre, la entrada plantea la dicotomía que va a recorrer todo el libro. Los pobres están con los mal educados y los decentes con los ricos.

Universidad

Escrito entonces en un Capusotto free-style, ¡Pobre patria mía! desarrolla la vulgata más pérfida del pensamiento contemporáneo. Sus contenidos pueden escucharse en colas de bancos y en cajas de supermercados que se demoran. Por esto no es sorprendente que Aguinis, después de defender la educación como motor de progreso material, afirme que “sostener ahora un ingreso libre e irrestricto [a la universidad] es una bufonada, un ataque al estudio y el progreso”. En la comparación con el sistema educativo superior chileno es cuando Aguinis mejor exhibe su clara orientación de derecha ramplona y desinformada. La excelencia debe existir y ser para unos pocos. Y eso ocurre en otro lado.

Apocalipsis

Así, entre la autoayuda política y la columna de opinión escrita a vuelapluma, ¡Pobre patria mía! consigue compradores, muchos de los cuales seguramente también son lectores. ¿Sobre qué equivoco se monta ese éxito? Entiendo que sobre ninguno. Aparte de tener dinero para pagar el libro, la derecha apocalíptica disfruta la indignación como una droga blanda y el pesimismo como actividad para-crítica. Aguinis mismo lo dijo con sus títulos anteriores sobre el masoquismo y la argentinidad. Hay un goce en la auto-denigración. Pero también queda claro que poner el problema afuera, en “los políticos”, por ejemplo, tranquiliza. Es un mecanismo simple, pero oscuro y muy arraigado que redunda en la confirmación de los desordenados pensamientos del lector fiel de Aguinis.

Cadena evolutiva

Se escucha a menudo: “Antes la derecha tenía gente que pensaba, ahora tiene un parva de periodistas lameculos…”. Creo que hay que tomar con cuidado las  comparaciones entre el “antes” y el “ahora”. Muchas veces encierran nostalgias idiotas. Lo que resulta innegable es que tanto la derecha como la izquierda siempre mantienen cuadros y operadores mediocres. En la cadena evolutiva de la industria editorial argentina, los libros de Aguinis, escritos mal, rápido, y carentes de ideas, ocupan siempre un lugar entre los más vendidos. Quizás los suplementos literarios, que publican esas listas de más vendidos, deberían leerlos y dar una respuesta crítica, en vez de ignorarlos.

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