DOS LIBROS INFANTILES
Tortoni y su cabeza pinchada

Rebelión en TortoniPor: Juan Terranova. Editorial Sudamericana acaba de lanzar dos novedades en su colección infantil Primera Sudamericana. Uno es Mayor y menor 2 de Chanti y el otro es Rebelión en Tortoni de Pablo Bernasconi. La serie de Mayor y menor tiene una fuerte influencia de las tiras norteamericanas. Viñetas breves con diseño de grilla y un ambiente costumbrista que cuenta la relación de amor y riña, entre dos hermanitos. Están los padres, los abuelos y las pequeñas alegrías, miserias y tensiones de la clase media. Las situaciones son conocidas. Los padres, jóvenes, quieren salir y dejan una niñera inexperta a cargo de sus hijos. Hay un abuelo paterno que habla pero no escucha. Hay violencia doméstica, celos y malentendidos. Sin embargo, también se pueden encontrar lugares menos claros, donde el artista intenta ir un poco más allá. Supongo que se trata de un gesto de “actualización del formato”. Soplando la velita de su primer cumpleaños, Tobías, el menor, se tira un pedo. Nacho, el mayor, vuelve de la escuela, donde es maltratado por sus compañeritos, y dice que le gusta estar con su hermano porque “es más pegable”. Tobías le dice “puta” a la madre cuando en realidad exige que se le de “fruta”. Si Mafalda marcó un antes y después en este tipo de narrativas, Mayor y menor, un poco chusco, un poco cínico, parecería estar más cerca, en forma y contenidos, de las tiras de Maitena. La sensación, entonces, es que se trata de un libro escrito por un adulto –lo cual es innegable– para otros adultos, con escala en algún niño.

La rebelión

Rebelión en Tortoni se coloca en otra serie, ni más ni menos válida que la de Mayor y menor, pero sí diferente. Con viñetas grandes de una página, una gráfica virtuosa pero no por eso recargada, claramente instalado en la tradición del “dibujo progresista para niños” –un estilo que tuvo su cuna nacional en la década del 80–, el libro de Bernasconi ofrece una calidad visual innegable. La técnica que mezcla foto con dibujo, los expresivos personajes secundarios, los fondos livianos, el detalle justo en los objetos y el hermoso Citroen del protagonista hacen que el libro valga la pena sólo por lo que se ve. La historia, sin embargo, también merece atención. 

El empleado porteño

Tortoni es el prototipo del empleado porteño, un personaje que se desarrolló bien en la Buenos Aires del siglo XX desde Caras y caretas hasta la revista Humor, pasando por Arlt, el existencialismo sartreano y sus muchas derivaciones. Alto, flaco, con un poco de tragedia en su seriedad y también un poco de ridículo, Tortoni podría ser uno más en la empresa donde trabajaba el protagonista de Teodoro y Cia, la tira diaria que tenía Viuti en la contratapa de Clarín. La historia comienza con el despertador, el viaje apurado a la oficina y la llegada tarde. Tortoni está preocupado, mal dormido. Según el narrador, lo mortifican la política, el caos urbano y el mal tiempo. Entonces sucede el primer giro argumental. Mientras se rasca la cabeza, “hundiendo las uñas entre el pelo, buscando exactamente el punto de la comezón”, Tortoni se perfora la mollera y por ese agujero empiezan a salir sus pensamientos. Y lo hacen como letras que forman palabras que todos pueden ver y leer. A partir de ese momento, a Tortoni lo despiden del trabajo por insultar mentalmente a su jefe, pierde a las cartas son sus amigos, que leen sus intenciones, no puede ir al cine –porque sus ideas distrae al público–, y le empieza a resultar muy difícil entablar conversaciones. El médico que lo examina se indigna cuando él piensa que es un “chanta”. (Se trata de un médico clínico, no de un psicoanalista, al cual el caso debería interesarle necesariamente.)

Pensamientos divididos

Por supuesto, hay algo de fábula simplista en la anécdota. Sin embargo, el doblez fácil de la hipocresía que se denuncia –pensamos una cosa, hacemos otra– se ve minado en algunos puntos, sobre todo cuando Tortoni va a comer con una chica. Ahí los pensamientos están divididos. Él sabe que ella puede leerlos y los deforma. Las letras que le salen de la cabeza forman la palabra “delicioso” con la palabra “espantoso” y la frase “es un asco”. ¿Qué es lo que piensa en ese momento? Hay una escena muy linda en la que acostado en la cama, en plena oscuridad, Tortoni mira y lee sus propios pensamientos en una rara retroalimentación que describe a la perfección su neurosis.

Goza tu síntoma

El segundo punto de quiebre de la historia podría llevar el slogan “goza tu síntoma”. Tortoni, apesadumbrado y abatido, se sienta en un parque y se duerme. No soporta más que la gente lea sus pensamientos, y entonces, durante el sueño, los pensamientos cambian. El agujero sigue drenando hacia afuera lo que hay en su cabeza pero esta vez salen dibujos. Siguen siendo sus ideas, pero son ideas más abstractas, menos atravesadas por los nervios del lenguaje. Animales, autos, aviones, bicicletas, caricaturas. Tortoni no cura su herida, pero supera su problema. Quizás para un adulto esta trama sea un lugar común –insisto en que los dibujos son para cualquier edad– pero entiendo como muy positiva la introducción de los problemas que el “yo” puede tener en el entramado social, aunque sea de la mano de arquetipos y metáforas sesgadas. El contraste entre Rebelión en el Tortoni y Mayor y menor 2 es evidente. En la medida en que son los padres los que administran el capital familiar, tanto a nivel simbólico como monetario, cada uno decidirá cuál prefiere para su hijo. Finalmente, me gustaría señalar el eclecticismo en la línea editorial de la colección. Esto podría tener muchas interpretaciones, forzadas o válidas. En todo caso, queda claro que, más allá de las etiquetas y los prejuicios, hay lugar en una editorial grande, en un sello, e incluso en una misma colección, para libros diferentes, incluso opuestos.

{moscomment}