MERCADO DEL LIBRO Y DIGITALIZACIÓN DEL CONOCIMIENTO ESCRITO |
Hablemos de evolución |
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Armando la biblioteca
“Google se convierte en una librería virtual” titula Crítica. Y se manda: “Lo que comenzó como una digitalización de libros sin permiso, se ha transformado en el nuevo negocio de Google y la industria editorial: el gigante de internet ha decidido indemnizar a escritores y editores y sumarlos, desde ahora, como socios comerciales.” Leopoldo Kulesz, responsable de Teseo, editorial digital, dice que existe una regla paradójica: “Cuanto más libre está la obra online más estimulás la venta del libro físico”. Y la teoría de los nichos, que no parece competir necesariamente con la visita a la librería, es un corset placentero, que, como tantos otros corsets, los poetas malditos de las urbes se dedicaran a hacer saltar por los aires, con mayor o menor efectividad. Por otra parte, no vivimos la utopía luminosa. Nuestra cultura de masas hibridada está llena de prejuicios. Los viejos prejuicios serán reemplazados por nuevos prejuicios. Y ahí vamos. Eso sí no es novedad.
Iberoamérica resiste
En nuestro ámbito doméstico de lo iberoamericano, la respuesta a las oscuras trapisondas comerciales de Google parece haberla dado Guillermo Schavelzon, el conocido agente argentino radicado en España.
Si hay alguien que conoce el negocio del libro escrito en español, ese es Schavelzon. Sin embargo, su frase “el acto de piratería más grande de la historia” para calificar el escaneado compulsivo de páginas a manos de Google suena demasiado pomposo. ¿Cómo calificar, entonces, el acto de licuación de la deuda privada argentina en deuda pública durante la década del 80? La preocupación del agente, por supuesto, tiene un límite. Es un teatral “desensillemos hasta que escampe” y en ningún caso una negativa total. Por otra parte, en la mano contraria de la web, los libros de su representado Paul Auster, por cita a uno de los más famosos, se pueden descargar de forma totalmente gratuita desde hace ya bastante tiempo.
La papa es el device
Para espiar o probar el Goolge Books sirve. Si uno tiene dudas puede ir a mirar de qué va el libro, leer un capítulo de la pantalla incandescente que hay en su casa y después, si lo convence, comprar el libro. Schavelzon, como representante, debe cuidar los intereses de sus representados porque son también sus intereses. Pero cualquier estratega sabe que un contraataque no se puede sostener para siempre sin desproteger los flancos. En mi pequeña opinión, el nodo, la papa, el Gran Tema es el device. Cuando tengamos un instrumento para leer libros electrónicos en el subte, con una buena interface, agradable a la vista, fácil de llevar, recién ahí lo digital va a competir con el libro de igual a igual, y se lo va a comer y va a escupir los huesos. ¿Quién va a negarse al confort de una biblioteca descargada de Rapid Share en un I-pod que reproduce la textura del papel del siglo XX? Igualmente, la convivencia será larga, y en el subte leeremos superficies de plástico con unos modestos treinta jigas de memoria al lado de tipos que todavía llevan una vieja edición de Le Carré en el bolsillo. Incluso quizás se trata de la misma persona. En la universidad sí el cambio verá la luz de forma más contundente. Allí el paso será más rápido y tajante, pero todavía nos vamos a sentir atraídos por esa chica seria, alta, que no habla con nadie después de clase y sigue leyendo páginas de papel encuadernadas en cartón. ¿Por qué lo hace? ¿Es una nostálgica? ¿Quiere llamar la atención? Hace poco hablaba con un amigo escritor y editor de un pequeño sello y él sueña con escribir la novela MySpace. Una novela fuerte, veloz, quizás con imágenes. Y dijo “algo muy antiguo, eso del texto con imágenes, ¿no?”.
Adiós, tiernos piratas
Como pasa desde la época en que los corsarios surcaban los mares, y como pasó con más de un código civil en la historia de las legislaciones, si la piratería es redituable se la legaliza. La nota de Crítica asegura que más de cinco mil escritores españoles cerraron con Google Books, por ahora limitados al territorio de los Estados Unidos. Pero, ¿cuánto tiempo pueden resistir hoy las barreras nacionales? Ese, en todo caso no es el tema, el tema es aceptar que el proceso de “digitalización del conocimiento escrito” va a traer más de una batalla legal, muchos problemas financieros y roces de todo tipo –tecnológicos, estéticos, políticos– antes de estabilizarse. Pero difícilmente se detenga. Y queda claro que los innovadores de hoy serán la especie dominante de mañana. Pero, atención, no mañana a la noche, sino mañana a la mañana. Cuando el despertador suene, una vez más, afilado como la punta de una cuchillo de oxidiana.
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