OPINIONES TRASNOCHADAS |
Vengo de morir en el norte |
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Operando la vuelta
La noticia la levantaron en Crítica, en Adn, y en Ñ. Y salvo por la sorna del título “Otra broma peronista a Borges”, se trata, prácticamente, de lo mismo. A saber, la diputada María Beatriz Lenz presentó un proyecto para traer los polvorientos restos de Borges a la Argentina. La iniciativa contaría con el apoyo del presidente de la Cámara de Diputados, Alberto Balestrini, y con el del titular del bloque Frente para la Victoria, Agustín Rossi. Las tres notas repiten para darle color al proyecto el diálogo desarticulado que mantuvieron, en forma casi residual, la omnipresente María Kodama y el presidente de la SADE y biógrafo, Alejandro Vaccaro.
Daños colaterales en la Recoleta
Las incursiones en la crítica literaria fundamentando el supuesto deseo del escritor de estar enterrado en Buenos Aires –idea de Vaccaro– no hacen más que enrarecer la cosa. De la serie de acusaciones cruzadas, lo único que queda claro es que, si la trade mark Borges puede rendir como contraseña para ganar becas, también es útil para palanquear cargos o maquillar funciones políticas. La frase de Kodama que se repite en las notas –¿la dijo en un programa de radio?– tiene sus vueltas: “En una democracia ninguna persona de ningún partido puede disponer o intentar disponer del cuerpo de una persona, que es lo más sagrado, frente a otra que ha dado y sigue dando su vida por amor". La apelación al estado de derecho, la invocación de la sacralidad, la puesta en valor del sacrificio de la viuda resultan alegatos barrocos. ¿Qué será lo que ocultan? ¿O están más bien vacíos como un aeropuerto en construcción? Vaccaro no se queda atrás con la pompa: "La repatriación de los restos de Borges es algo que nos debemos y que le debemos". Deberle a los muertos es algo que se dice mucho y que significa bien poco. Cuando se les debe a los muertos por lo general hay segundas intenciones, intenciones propias, de los vivos. Y aunque los muertos no regresan a reclamar las deudas, o quizás por eso mismo, la presión del vacío y la tumba es siempre insaciable y abismal.
El último flan
¿No sólo tu obra, sino también tus huesos, poeta, son un botín de guerra? Cuando murió Bioy Casares, Clarín sacó un nota de color –de color más bien oscuro, si se me permite la licencia– donde entre muchas otras declaraciones, resaltaba la voz de la que fuera su última empleada doméstica. “Lo último que comió fue un flan que le hice yo” dijo la mujer. Enseguida me imaginé el postre degradado en la bolsa gástrica del escritor muerto, huevo amarillo y azúcar, un bolo alimenticio que ya no sería digerido por el cuerpo sino por el tiempo. Horrible. Me hago cargo de mi morbo, pero convengamos que a veces el cariño ajeno despierta ideas monstruosas. Volviendo a los restos de Borges, estoy tentando de pensar que el accionar de la diputada María Beatriz Lenz, las declaraciones de Kodama y Vaccaro, la “notas culturales”, tienen como único fin el de habilitar la fabulación sobre la herencia, la codicia y los malentendidos de esta y otras columnas, columnas orales, opiniones trasnochadas, de café, espontáneas, improvisadas, a no dudarlo, resignadas quintas columnas todas ellas.
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