LA TENSIÓN IMPRESIONISTA DE LA PROSA
2009 con Vila-Matas

Enrique Vilas-MataPor: Juan Terranova. Para navidad me regalaron una orden de compra de cien pesos en Cúspide, así que el 31, después del mediodía, fui a cambiarle los filtros de aceite y aire al auto y después pasé por el local del Village Caballito a buscar algún libro. El fin de año y el cielo nublado me habían puesto de un ánimo especial, sereno pero algo taciturno, y estaba bastante resfriado por el abrupto descenso de la temperatura. Sin embargo, no sin placer, di muchas vueltas en la librería y al final me decidí por Las mentiras del Tercer Reich de Serge Cosseron y Dietario Voluble de Enrique Vila-Matas. Tuve que poner veinte pesos más, pero me pareció justo. El prólogo de Cosseron, indignado, me decepcionó y ahora, cada vez que veo el libro en la mesa y lo agarró no voy más allá del índice. En cambio, en Vila-Matas encontré muy rápido la calidez que generan los libros que nos gustan.

La dieta

Dietario voluble es una de esas publicaciones que se permiten en vida los escritores que ya formaron mito a su alrededor. Estructurado como diario, es, de hecho, un diario, con todas sus inflexiones, sus virtudes y sus defectos. Vila-Matas, que cada tanto –en novelas con tramas sofisticadas– deja constancia de su preferencia por el fragmento en contra del argumento, se entrega aquí al devaneo. El motor del dietario entonces es la tensión impresionista de la prosa. Así, avanzamos a través de la intimidad del autor no porque queremos saber qué va a pasar sino porque nos resulta atractivo lo que está pasando. Esto funciona algunas veces mejor que otras, por supuesto, y Dietario Voluble no es un libro para leer de un tirón. Pero hay cierta amabilidad en Vila-Matas, cierto sosiego, que resulta confortable, como una droga conocida que no promete sobresaltos pero tampoco decepciona.

Una entrada

Ahora leo una entrada del 2006 e inmediatamente quiero escribir como él. Obvio, no me sale. ¿Por qué escribe tan bien Vila-Matas? ¿Por qué es tan sensual su manera de hablar de Perec, un escritor por lo demás, que me aburre? ¿Por qué resultan tan seductores sus sus desdoblamientos casi predecibles, su amor por París, su admiración por Duchamp y por Kafka? El 31 de diciembre, mientras volvía manejando por una ciudad semi vacía, empezó a caer una llovizna gris. Me acuerdo que pensé que Vilas-Mata era antes un autor de fines del siglo XX que uno de principios del XXI y que eso era lo que tenía que escribir en esta nota. Pero como de costumbre las cosas no son tan fáciles con Don Enrique y en vez de cerrar el año con él, lo que hago es abrirlo. Creo, entonces, que la alegría en el 2009 estará más cerca si uno se piensa como personaje –principal o secundario, va en gustos– de alguno de sus libros. Feliz año.

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