Libros

Marx

Por Juan Terranova. Lunes. En el Aleph no hay nada. Esa es la risa. ¿Se puede ver todo el universo? El universo es un continuo oscuridad y vacío. Y cada miles de millones de años luz un resto de polvo y mugre, que es la materia, los planetas, las estrellas. Así que hablamos de una larga y profunda oscuridad. No mucho más.

cartel

Por Juan Terranova. Lunes. Revolviendo mis archivos encuentro dos citas de David Foster Wallace que me pasó Lamberti. La primera dice: “Realismo Catatónico, alias Ultraminimalismo, alias Carver del Malo, en el cual los barrios residenciales son yermos, los adultos son autómatas y los narradores simples máquinas neutras de percepción, que recitan en monosílabos sin párrafos los ingredientes artificiales de los cereales del desayuno y de la nueva no-alma humana.” La segunda: “Mi aversión personal hacia el Ultraminimalismo, creo yo, viene de su ingenua pretenciosidad. La Panda Catatónica parece pensar que por el mero hecho de invertir los valores que nos impone la televisión, el cine comercial, la publicidad, etcétera, ya pueden alcanzar de forma automática la profundidad estética de la que el entretenimiento popular carece de forma tan notoria. En realidad, por supuesto, los Ultraminimalistas no están menos infectados por la cultura popular que otros escritores NJ: simplemente eligen definir su arte por oposición a la atmósfera donde viven. La actitud que revelan se parece a la de esos neoclásicos de poca monta que pensaban que la ausencia de vulgaridad no era solo un requisito, sino también una garantía de valor, o a la de esos académicos inseguros que confunden la dificultad con la profundidad."

foto columna

Por Juan Terranova. Lunes. Lee una carta de Víktor Shklovski a su nieto en el blog donde Natalia Litvinova traduce poemas, diarios y otras piezas breves del ruso. La carta está fechada el 16 de agosto de 1970 en Repino. Shklovski escribe: “Querido Nikitochka. Estoy en Repino. No hago nada, pero me mojo bajo la lluvia. El mar de siempre es aburrido y ventoso. Ayer pasó una tormenta (pequeña). Dejó una larga barcaza de hierro en la orilla. Cuatro buques de vapor tiraban de ella atada a los cables, tardaron el día entero en sacarla. Tengo pocos conocidos aquí. El bosque es húmedo pero hermoso. Las primeras dos semanas en el puro cielo azul nadaban las nubes blancas de nariz aguda.” Después, manda saludos y cariños para todos. Al pasar dice que tiene que terminar un libro. Después en el mismo blog, leo una fragmentos de diarios de Aleksandr Blok. La entrada que más me gusta está fechada el 28 de mayo de 1917 y dice: “Le escribí una carta a Liuba, una carta muy mala a mi amada. No sé escribirle. Nunca supe amarla. Y sin embargo, amo.” No quiero saber nada más con Rusia. No hablo más que cinco o seis palabras en ruso. No sé nada de Rusia salvo por tres o cuatro escritores a los que leo traducidos por españoles. Y sin embargo, siento “esa afinidad inexplicable de siempre” y encuentro y tropiezo con rusos y Rusia todo el tiempo.

SANTO

Por Juan Terranova. Lunes. Leo Due anni di battibecco de Malaparte en una traducción española del 67, editorial Luis de Caralt. Le pusieron de título Picotazos. ¿Habría sido mejor “Dos años de discusión”? Creo que sí. Por lo que se ve Malaparte podría haber discutido mucho más de dos años. En un artículo hay una escena descripta con patetismo en que dos enfermeros juegan con las tripas de Mussolini. Malaparte dice que juegan al ping-pong.

Crittica della vittima

Por Juan Terranova. Lunes. Paso la primera mañana escuchando a Haydn, el concierto para cello número 2. Cómo nos habla hoy su austeridad. Qué diferente y sensible es a todo. Qué lejana es su lenta pasión, su ordenada y sutil amistad. Franz Joseph Haydn, conocido simplemente como Joseph Haydn. Un niño del Sacro Imperio Romano Germánico que un día pensó en ser músico. Su padre hacía carros para vivir. Buenos carros. Carros austríacos, fuertes, duros, simétricos. Mientras escucho releo la Carta de Florencia Balcarce a Félix Frías. Ahí ya está todo. Todo el sentido crítico de lo que luego será la literatura argentina, sus problemas y tics, sus manías. Me gusta releer esa carta. “Hágame usted el gusto de explicarme en lo que consiste esta formación del lenguaje nacional...” le pide Balcarce a Frías. Murió muy joven pero habría dado un activo intelectual de la queja y la interpelación. Al menos por lo que se ve en esta carta. Su poesía es más evanescente. Por otra parte, la semana pasada descubrimos que Mavrakis se parece a Malatesta. Creo que lo descubrió él mismo Mavrakis. Después nos contó que se fue al Abasto solo, al cine, y casi le agarra un ataque. Así que estoy tentado de escribir un libro titulado Malatesta en el Abasto. Mavrakis sería Malatesta. El Abasto, su mente.

FOTO

Por Juan Terranova. Lunes. El fin de semana estuve repasando Cómo vivir juntos, simulaciones novelescas de algunos espacios cotidianos de Barthes. Disfruté releer los tres prefacios del libro. Sí, tres. Creo que son necesarios para entender lo que sigue, los apuntes de Barthes para sus cursos y seminarios en el Collège de France de 1976 y 1977. Me gusta cuando Alan Pauls dice que Barthes piensa sostener el proyecto de esas clases con “la pluralidad sin jerarquías, el montaje sin relato, la simulación, el excursus, la deriva: en suma, la ficción como método.” ¿Por qué me suena tan conocida esa lista, tan empática, tan cercana? Un poco porque yo también, con mis limitaciones, hago eso cuando escribo. Pero ¿quién no? La especial afinidad se da, me parece, en que se trata de un crítico parasitando la ficción cuando se le pide género argumentativo. La ficción, la ficción, la ficción. Qué etiqueta sobrevaluada. Cuanta basura líquida debemos respetar porque lleva esa etiqueta y cuántas frases hermosas, ideas potentes y narraciones aleccionadoras se nos pierden porque no la llevan. Aquí mismo le declararía la guerra a la ficción sino supiera que perdería batalla tras batalla y que mis aliados, los analfabetos militantes de la crónica, esos periodistas, intentan algo parecido con pobres, pobrísimas, herramientas conceptuales.

wagner

Domingo. Según Wikipedia mañana, 21 de julio, se cumplen ciento veinte años del estreno del Tannhäuser en Buenos Aires. No fue en el Colón. En el Colón se hizo después. En Dresde se había estrenado en 1845. Busco más información y encuentro en una nota al pie en una edición de Archivos de Julio Herrera y Reissing donde se avisa que el estreno fue en realidad el día siguiente, el 22. El libro está en Googles Books y es difícil leerlo de ahí, pero la cita se entiende sin problemas: “Wagner es uno de los músicos preferidos por los modernistas en general y de Herrera en particular. El 22 de julio se estrenó Tannhäuser en la Ópera de Buenos Aires, y el éxito no se puede desligar de la primera generación modernista, que conocía además la admiración de Mallarmé, Baudelaire y Verlaine por el autor de Lohengrin. Ruben Darío fue muy explícito al reconocer que en Buenos Aires, iniciado por los sectores wagnerianos, rimó el soneto El cisne. Conviene recordar que la devoción por Wagner lleva a Herrera a titular Epílogo wagneriano a su ensayo más célebre.” El enigma Wagner. ¿De qué color es ese enigma? El mismo año de 1894, el poeta uruguayo Roberto de las Carreras publicó Al lector, el primer libro del decadentismo uruguayo. Me acordé de esa foto que una vez publicó Soiza Reilly acompañando una de sus crónicas donde Herrera y Reissing aparece inyectándose morfina.

Por Juan Terranova. Lunes. La semana pasada, el viernes, volvía caminando, cansado, por Rivadavia. Caía la tarde. A la altura de al calle Loria vi venir un ruso de frente. ¿Un ruso? Al menos tenía puesto un sombrero ruso, de piel. Fumaba un cigarro marrón. Se sorprendió al verme. Me saludó, afectuoso. Era Rafael Cippolini. Me contó que vive en el barrio. Recordé que alguna vez nos habíamos encontrado por ahí para intercambiar libros. Yo le había hecho una entrevista en el Parque Rivadavia, una buena entrevista sobre un libro que recopilaba sus ensayos. Nos pusimos al día abajo de la marquesina de un óptica que hay cerca de la boca del subte. Me señaló lugares para comer en el barrio, hablamos un poco de música. Hoy pasé por el mismo lugar, a la misma hora y lo busqué. No estaba. Sonreí pensando en mi extravagante demanda a la casualidad. Rafael Cippolini, un ensayista con pinta de ruso en el invierno porteño.

foto

Por Juan Terranova. Domingo, antes del mediodía. Cristino Bogado me mandó los famosos Cahiers de Cioran en epub. ¿Por qué todavía no se tradujeron al español? El francés acertivo de Ciorán me resulta legible, ameno, sensual. Aquí su escritura no es tan prolija como la de sus libros de aforismos y eso lo hace interesante. Un laberinto un poco más sucio, ligeramente descuidado, con algunas manchas de humedad, con algunas dudas, polvo y botellas vacías en el rincón. Ya en el breve prólogo de Simone Boué se cita la famosa frase, taxativa, simple, que tiene el peso de la verdad y la resignación vital: “J´ai le fragment dans le sang.” Qué momento de anagnórisis. Recuerdo la nota, a la distancia excelente, que salió en el Cultura y Nación de Clarín cuando se publicaron en Francia los Cahiers. El autor resaltaba la misma frase. Aunque algunas partes están fechadas, se explica y es verosímil que a Ciorán no le interesaba llevar un diario, día a día, “genre qui ne présentait pour lui aucun intérêt.” Cristino me resaltó las partes en las que habla del tango. Y, por supuesto, la frase "Je porte en moi une Argentine secrète."

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Por Juan Terranova - @juanterranova Lunes. Me escribe una mujer italiana, a la que sospecho académica o investigadora o algo así, y me propone responder algunas preguntas sobre “memoria y literatura” Me pongo retórico y de forma informal y breve digo que "memoria" es una palabra que hoy se usa en la Argentina para saquear las arcas públicas. Más aun "memoria colectiva." Y le señalo que en nuestro país no existe la memoria como Estado Nación porque no tenemos siglo XVIII. ¿Memoria de qué vamos a tener? Después llega la insaciable pregunta sobre Internet. Respondí, con honestidad, que es una tecnología incierta aún. La conocemos y nos enamoramos. Lo nuestro está muy lejos de ser sexo casual. Hay romance, hay ganas de seguir, pero ¿cuándo terminará la luna de miel? Hay que leer a Heidegger. La tecnología nos liquida. La academia, la institución académica, y la tecnología nos alejan de la Casa del Ser. Agregaría que nos encanta ese combate y amamos perderlo. Muchas veces despreciamos lo humano, despreciamos a Cristo, su piedad, su sensualidad sencilla y pedestre. ¿Positivo? ¿Negativo? Todo es dialéctica hoy, mientras esperamos la catástrofe. Luego dije, una vez más, que en mi caso particular, Internet condiciona mi manera de escribir al punto de que si no tengo conexión me siento desnudo. Qué dura contradicción. Desnudo en una estepa siberiana. Desnudo e impotente, me empiezo a dar cuenta ahora.