Por: Juan Terranova. Hace un tiempo, Quintín anunció en su blog un proyecto llamativo. La idea era leer todos los libros de César Aira en orden de escritura dedicándole una reseña a cada obra. El título del post bautizaba el emprendimiento: “Proyecto Aira”. Los curiosos pueden remontarse al 17 de febrero del 2008 en La Lectora Provisoria y verán que aparezco como promotor del asunto. Quintín dice ignorar por qué se lanza a esa aventura y por qué yo le insisto en que lo haga. Enseguida se disculpa: “Cosas más inútiles se han hecho”. El pudor del crítico me divierte, pero me resulta innecesario. Aunque tampoco tengo tan claro el valor de César Aira en la literatura argentina, lo reconozco como uno de los autores centrales del cambio de milenio. Difícil, más bien imposible, sería solaparlo. De allí que el Proyecto Aira me pareció y me parece un buen proyecto. Si la remolona academia argentina no encara esa tarea –la del ordenamiento de un autor prolífico–, se me ocurre que un lector como Quintín, obsesivo, meticuloso, digresivo –y extremadamente parcial–, puede muy bien dar una buena “respuesta orgánica”. (La tesis de doctorado de Sandra Contreras, Las vueltas de Aira, que en realidad se tendría que haber llamado Las vueltas del doctor Aira, parece ser una digna excepción a la lentitud de la investigación universitaria. Veremos.) Ahora bien, si Quintín no sostuvo el desafío experimental-conceptual de una reseña por semana, el “Proyecto Aira” ya tiene un par de episodios. Conociendo a Quintín y también a Aira, comentarista y demiurgo de potencia probada, escritores que van de lo televisivo a lo canónico, es probable que el ciclo jamás se cierre del todo. Como fuere, Ulises corriendo a la tortuga, Sisifo y la piedra, lo que Quintín lleva escritor –registros de lecturas sobre Moreira, Las ovejas y Ema, la cautiva– vale la pena.
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