UN ENCUENTRO CÓMPLICE E IRREPETIBLE |
La última noche con Guinzburg |
Por: Luis Majul. En aquella noche de diciembre de 2007, Jorge lucía particularmente etéreo, y notoriamente dulce. Habíamos caminado juntos desde la playa de estacionamiento donde dejamos nuestros autos hasta el lugar donde Joan Manuel Serrat nos haría probar el vino de su bodega. |
No quise pasar por alto el asunto de su salud. Le volví a preguntar por enésima vez en el año cómo se sentía y si necesitaba algo. Y por enésima vez me volvió a responder que se sentía mejor, que estaba en la pelea, y que no quería que su malestar fuera siempre el eje de cualquier conversación. “Vamos a disfrutar del vino: parece que uno de los dos que presenta es rico de verdad”, casi me exigió.
Adentro nos encontramos con Eduardo Aliverti y Juan Leyrado. Los cuatro empezamos a saborear el vino despacio, mientras conversábamos de uvas, de mujeres, de dueños de bodegas inmensamente ricos a los que me exigían investigar, y de las cosas que valía la pena disfrutar en esta vida.
Por un momento me sentí suspendido, fuera del mundo real. Hacía calor pero estábamos tan cómodos, tan a gusto, que hubiera deseado que aquellos minutos fueran interminables.
Ese encuentro cómplice e irrepetible fue la primera imagen que me vino a la cabeza cuando me enteré de la muerte del petiso. Ayer, en una conversación que mantuvimos en la radio, Eduardo me dijo que le pasó lo mismo. Y además, contó que Guinzburg le había confesado que estaba en tratamiento, pero que no quería andar dando lástima por ahí. Aliverti tuvo un cáncer en la cabeza hace más de siete años. Ambos sabían de qué tipo de tratamiento estaban hablando.
Entrevisté a Jorge por lo menos seis veces y tuve el honor de ser su invitado por lo menos otras cinco. También escuché sus consejos en más de una oportunidad, cuando compartíamos las ganas de hacer cosas lindas desde la Cámara de Productores Independientes de Televisión. Pero nunca me sentí tan cerca suyo como esa noche, en ese jardín de aquel bar de Belgrano.
Volví a mi casa pensando en que quizá Jorge había decidido pasar los últimos días con la misma genialidad con la que encaraba sus proyectos. Con intensidad y con paz. Sin hipocresía, mirando de frente los ojos del otro. Con una copa de vino en la mano y sin ninguna estridencia más que la sabia decisión de vivir lo mejor posible, mientras estemos aquí.
Cuando Guinzburg se afeitó el bigote
Fragmento de entrevista de 2006 de Luis Majul a Jorge Guinzburg (en Hipercrítico TV)
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