INTIMIDAD DE UN PERSONAJE REPUGNANTE |
Moralismo barato |
Por: Gustavo Noriega. Estuve varios días debatiéndome solo en mi indignación hasta que el viernes 12 me encontré con alguien que opinaba igual que yo. La publicación de fotos por parte de El País de una fiesta privada de Silvio Berlusconi –mujeres jóvenes desnudas tomando sol, hombres con el miembro erecto y no mucho más-- me había resultado una injerencia en los asuntos privados absolutamente inadmisible. Que la víctima de ese atropello fuera un personaje tan repugnante como el Primer Ministro italiano y que el perpetrador fuera un periódico con aires progresistas no hacía, a mis ojos, más que agravar el hecho. Al fin y al cabo nos pasamos meses sintiéndonos superiores a la derecha republicana norteamericana cuando se escandalizaba por un affaire privado del presidente Clinton. Las fotos eran acompañadas por un artículo horrible por su moralismo barato llamado “Anatomía de Berluscolandia” cuyo primer párrafo era un catálogo de prejuicios: |
“Jardines infinitos, lagos artificiales, órganos sexuales al aire, juegos lésbicos, efectos especiales, pizza y helado gratis... Un geriátrico lleno de cuerpos imponentes.”
Busqué vanamente durante días y días algún artículo escrito desde un lugar progresista que pusiera las cosas en su lugar hasta que encontré finalmente en Página 12 y firmado por Gabriel Puricelli y Ernesto Semán, una nota titulada: “Es la política, stronzo”. Allí, los autores, dicen:
“Al menos, la cruzada cultural de la derecha ha sido frontal y sincera, horrorizada por la decadencia moral con la que el secularismo erosiona al viejo orden. “¡Ah, no, pero lo nuestro es diferente!”, clama El País, bien adentro de su cobertura y en la circunspección de su página editorial. El problema con Berlusconi, dice el diario de Madrid, es su decisión de prohibir la difusión de las fotos, así como el uso de fondos públicos para trasladar invitados a su mansión. De más está decir que la censura de Berlusconi es deleznable y forma parte del apilado de poderes públicos y privados con el que ha consolidado una distopía corporativa asfixiante. Pero cualquier lector que no hubiera estado asfixiado por el tono de El País podría haber notado la distancia entre demandar la libertad para publicar las fotos y la decisión de publicarlas, y la distancia aun mayor entre publicarlas y hacer de ellas el centro de una cruzada moral. Si a El País en verdad le preocupa tanto que Berlusconi use aviones del Estado para trasladar a sus invitados (una muestra totalmente inexpresiva del desfalco que su gobierno corporativo ha infligido a Italia), qué diferencia hace que las invitadas sean hétero u homosexuales, o si el primer ministro checo pasea su desnudez o se disfraza de Oso Yogui.”
Como me resultaría difícil mejorar la nota de Puricelli y Semán, quiero centrarme un poco en una nota publicada por el mismo El País, firmada por el Nobel José Saramago. El Sábato portugués suele funcionar como coartada moral progresista, una firma que dice más que lo que sus artículos dicen, una marca registrada para sentirse moralmente superior en su compañía. El portugués firma una nota titulada “La cosa” y aclara desde el vamos, el porqué de llamar de esa manera al Primer Ministro Italiano: “No veo qué otro nombre le podría dar. Una cosa peligrosamente parecida a un ser humano, una cosa que da fiestas, organiza orgías y manda en un país llamado Italia”. ¡Organiza orgías! No se trata de lo que Berlusconi hace en su intimidad sino de los desarreglos horrendos que ejecutó en la función pública. En otras palabras, ¡es la política, stronzo!
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