lammens y gamez

Por Pablo Llonto. Fue un gesto. Al menos eso. No hay por el momento otra forma de calificar a la actitud del presidente de San Lorenzo Matías Lammens quien, luego de los ataques de hinchas de San Lorenzo a otros de Huracán en Parque Patricios, le pidió a su colega de Huracán reunirse en el bar La Quintana.

 

Sea para la prensa o para el barrio (realmente no importa), algo novedoso ha prometido: “Vine a pedirle perdón a los vecinos de Parque Patricios, a los hinchas violentos se les aplicará el derecho de admisión y si los responsables son socios del club se les retirará el carnet".

Que un presidente de club se lance con estas declaraciones y posicionamientos puede parecernos un acto de demagogia mediática muy común en estos tiempos.

Pero vamos a creerle a Lammens. Al menos por un tiempo y mientras la presunción de verdad (muy parecida a la presunción de inocencia) lleve su tiempo.

No abundan dirigentes que hagan lo mismo. Y como sabrán ustedes, el asunto de la violencia en el fútbol argentino, es casi una obsesión de este columnista. Llevamos un año sin público visitante, centenares de futbolistas son insultados, golpeados, amenazados todos los años en el país y sólo nos enteramos de los casos más graves y, lo que es peor, las barras tienen la sartén por el mango y el mango también de unas cuantas instituciones.

Al mismo tiempo que Lammens daba un buen ejemplo – que ojalá se convierta en hechos- a unos kilómetros de allí, en Liniers, Raúl “Pistola” Gámez, tal vez futuro presidente de Vélez en poco tiempo más (las elecciones se harán en noviembre), se enorgullecía de su apodo en un reportaje en Radio Rivadavia. Para los más jóvenes quizás convenga recordar que don Gámez, alguna vez dirigente que siempre se jactaba de disputarle el poder a Julio Grondona pero nunca lo concretaba, fue uno de los más violentos hinchas de Vélez que comandaba barras a nivel local e internacional. Así viajó al Mundial de México 86 para guapear de “argentino macho” y posar con el torso desnudo y corriendo gente por la tribuna al grito de “Argentina, Argentina”.

Años después, ya como dirigente y en la final San Pablo-Vélez en el Morumbí, agredió al árbitro en el entretiempo, le pateó la puerta y lo colmó de insultos.

En un buen ping-pong de preguntas que le plantearon en la revista El Gráfico de julio de 2003 Gámez dijo muy sueltito: “Sí. Yo le doy entrada y micros a la barra para que no haga lío. No sólo a la barra, sino a los hinchas comunes. A La Plata, por ejemplo, fueron 38 micros gratis y 2 pagaron porque eran servicios especiales. Damos entradas para que ingresen rápido y no haya males mayores. Y los pongo en micros para que no se crucen con otros. Sé que lo mejor es recuperarlos, que tengan otra oportunidad en la vida, como la tuve yo. Si prospera mi proyecto –sólo público local en los estadios–, los utilizaría para trabajar el día del partido, para que ayuden a que sea una fiesta realmente”.

El domingo por la noche, sólo con público local, el hasta ahora invencible River goleaba a Independiente y desde sus tribunas los barras bajaban hacia la avenida Figueroa Alcorta para amasijarse con policías intentando que otros ingresaran sin entradas.

¿Será la fiesta de trabajo qué pretende Gámez?

Las buenas y las malas hay que contarlas. Para que Lammens no quiera parecerse a Gámez.