minguito y miguel angel

Por Cicco. No soy partidario de la nostalgia. Ni me gusta repasar el álbum de fotos escolares o armar grupo de wazup con mis compañeros del secundario. El pasado, que quede en el pasado. Y que no salga de ahí. Esa es precisamente la parábola de las historias de zombies: nunca revivas el pasado. Si lo hacés, puede venir y comerte el cerebro.

 

Lo queremos a Minguito. Cómo no quererlo. Está entre los cinco personajes más queribles de la Argentina. El programa donde pateó un penal con Maradona es histórico. No hubo, ni habrá tal vez otro momento tan emotivo.

Minguito era sensibilidad pura. No queda gente así. Inocente, disparatado, barrial. A los que eran como Minguito este mundo le pasó por arriba. Los estafó. Los aplastó. Les enfrió el corazón con baldazos de redes sociales.

Me copaba Minguito. Sus películas con Aníbal están al tope del cine de gags de la Argentina. Son pioneras de films irreverentes de dúos demenciales como “Tonto y re tonto”. Una parábola de cómo la inocencia, le gana a todos los villanos del mundo.

Minguito hablaba como mi tío. Pero los tiempos de mi tío, también pasaron. No está bien traerlos de nuevo acá. Es por eso que, reflotar Polémica en el bar no está mal. La mesa de bar es un género narrativo nacional. Pero devolverle la vida Minguito, no way. Por más onda que le ponga Miguel Ángel Rodríguez, ni que sus monólogos hagan llorar a los de la mesa, Minguito es intocable. Invocarlo de regreso, es como la moraleja del tango “Como dos extraños”. “Lección que por fin aprendí”, se canta allí, “cómo cambian las cosas los años”.

Que Minguito descanse en paz. Puro, sencillo y recto, como un escarbadiente.