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Por Cicco. Cada que vez que llega enero, y la horda de porteños escapa cual estampida de toro rumbo a la costa o el paraíso del exterior que le quede mejor en el cambio, Buenos Aires se siente, por primera vez en el año, en paz. Las calles parecen más holgadas. Los peatones ya no disputan por un lugar en la cola. No pelean por el asiento del bondi. No hay protesta, no hay fútbol, no hay festival internacional de nada, por una simple razón: no queda nadie. Y, como ahora verá, ese escenario puede mantenerse. Basta con un pequeño esfuerzo.

 

El primer día del año, más de 2000 autos circulaban por hora en la Ruta 2, rumbo a la Feliz y otras ciudades tan felices como La Feliz. No hay imagen más linda en el noticiero que la cola de autos partiendo lejos. Pero este año marcará un antes y un después.

El éxodo turístico es la mejor ocasión para tomar una decisión clave en la vida de aquellos que deciden quedarse. Una vida que apuesta a la tranquilidad, que recupera el oxígeno, los espacios verdes, y en fin, las ganas de vivir. Una vida que concluye que, para vivirla, hace falta que mucha gente se vaya lo más lejos posible. Y que, sobre todo, no vuelva.

Y acá llega la pregunta del millón. ¿Cómo conservar este despoblamiento, este espíritu de pueblo del interior el resto del año? Bueno, acá viene el plan: trabajando unas horas extras cada uno de nosotros, para que, esos mequetrefes no regresen a sus puestos de trabajo. No vuelvan a ocupar sitio en restoranes, en lugares públicos, y donde sea.

El sistema es sencillo y no demandaría más sacrificio que algunas horas extras diarias que, de otra forma, si esta gente demencial regresara en hordas apretujadas y, peor aún, ahora tostadas, usted va a invertirlas en viajar en bondi, en tren, en subte, lo que sea. La va, como siempre sucede, a parir.

Mejor, inviértala en trabajar, digamos, dos horas más cada día. Con eso, banca el seguro de desempleo para que los turistas sigan viaje. Familias enteras podrán disfrutar años sábaticos. Y aún más que eso: vidas sábaticas. Todo, poniendo un poquito de cada uno de nosotros.

Hay seguros para toda ocasión y para toda necesidad. Y lo que necesitamos ahora, urgente, antes que acabe enero es contratar una póliza generalizada, una póliza de la ciudad autónoma generalizada y mancomunada, donde cada residente que permanezca en capital, pague de su bolsillo para lograr algo de paz. Imagínese el bien que esto hace al turismo. Lo contentos que estarán en las ciudades costeras, en Córdoba, en cada lugar donde haya laguito pues, las familias podrán cambiar de paisaje siempre y cuando –esto se detallará al pie de la póliza en letra muy clara- ELLOS NO VUELVAN A CAPITAL. Ni siquiera devuelvan sus mascotas. No es nada personal, ojo. Simplemente, no los necesitamos.

Esta cláusula es un aspecto delicado pero clave del contrato. Así que, hagamos cuentas juntos: dos horas en la oficina cada día, e, imagínese, la cuidad será suya. Siempre como en enero. Siempre vacía. Siempre feliz.

Nos vemos en la aseguradora.