fiambres

Por Cicco. Mientras esta semana, los macristas celebraban el ballotage, los veganos, que rechazan consumir todo tipo de carne y derivado animal, celebraban otro anuncio que respalda su modo intransigente de alimentarse. La Organización Mundial de la Salud sostuvo que los fiambres son cancerígenos. Y eso armó un revuelo de sánguche descomunal.

 

Los argentinos que no somos veganos, engullimos diez kilos de fiambres, incluidas salchichas y chacinados. Y traemos 216 toneladas de fiambres de Brasil cada año porque los nuestros no nos alcanzan. Siempre, claro, el fiambrito, tuvo el sabor del pecado, tanto es así que, nadie quiere saber bien cómo se preparan. Pero hasta ahora, nadie había hecho más que levantar sospechas, por ejemplo, sobre la verdadera composición de las salchichas. Pero a nadie le importaba. El argentino, sin el chegusan de jamón y queso, no llegaba a ninguna parte. No hay café, nos decimos, sin el tostado mixto, calentito y crocante –bueno, yo no como más jamón, pero le entro al pastrón sin problemas-. Es un código de bar. Y un código genético del ADN nacional.

Los defensores del salame, la mortadela, el jamón serrano y demás derivados, solían ver al vegano como un ser de otro planeta, que daba la espalda a lo mejor que tiene esta vida para ofrecer: la tablita de picada. El epicentro de atracción social. La razón de por qué se mantienen frescas y vivas un sinfín de amistades. Pero ahora, con esta data que cae como martillazo en la lengua, es otro cantar.

La OMS puso a los fiambres y toda carne procesada, en la categoría number one de riesgo de contraer cáncer, en especial, el colorrectal. No sólo eso, el fiambrismo figura en la misma ubicación que el tabaco y, escuche bien, al amianto –los científicos igual dicen que igual no significa que sea exactamente el mismo riesgo-. Aunque, claro está, no tiene la misma onda el sánguche de crudo y queso, que de queso y amianto.

Los veganos se relamen al escuchar estas comparaciones. Cómo no iban a hacerlo. Es que muy pocas cosas para ellos son dignas de relamerse. Así que, cuando encuentran datos que nos hagan parecer a los carnívoros como gente despiadada y enfermiza, lo celebran en grupo, bebiendo cerveza sin alcohol, y con picada con tofu y queso de papa y aceitunas arrancadas del árbol con dulzura. Un plato intragable que sólo se digiere cuando los jugos gástricos se encienden de alegría al ver cómo la animalada humana se va para siempre al tacho. Y entonces sí, alzan sus copas de batidos vegetales y entonan a coro, sobre nuestras tumbas: Salud.