cerebro

Por Cicco. Fue noticia de la semana. Lo que sucede es que, con tanto titular rimbombante el asunto pasó sin pena ni gloria. Pero lo cierto es que, Facebook, según se supo, acaba de contratar a un instituto de neurociencias para saber cómo meterse mejor en las mentes de sus usuarios y, claro, venderles más productos.

 

Somos, para las grandes corporaciones, como ratitas de laboratorio. En lugar de tomarnos como seres pensantes e independientes, nos tienen por animalitos de rebaño. Y así es como el instituto de SalesBrain, que convocó Facebook, estudia ahora mismo cómo un grupo de ovejitas humanas reacciona a distintas clases de anuncios. Como bestias de tiro que somos, ellos van mostrando publicidades en tevé y smartphones y comparan actividad cerebral, reacción ocular y, escuche bien, nivel de sudoración -al menos, en fin, aún no chequean producción de saliva, se que nos tienen, un poquito de estima-.

A pedido de Facebook, los neurocientíficos de SalesBrain se preguntan por qué el animalito que llevamos dentro se inclina por determinada clase de anuncios y a otros, por decirlo así, no le da ni cinco de bolilla. Ya llegaron a una primera conclusión: a diferencia de la tele, el celular lo tenemos más cerca y eso, quiéralo o no, genera mayor atención hacia el aparatito. Es decir, viendo tele uno se distrae más, pues entre uno y el aparato hay innumerable cantidad de factores que lo pierden: el perro, los chicos, esposa, la bolsa abierta de papas fritas. En cambio, dicen los neurocientíficos, con el celular eso no sucede. El celular es como una tele a la que podemos acariciar.

Son tiempos donde la atención del bicho humano es cada vez más corto, con lo cual si, por ejemplo, esta frase me queda demasiado larga como la que estoy escribiendo ahora, esto es sólo a fin de probarle a usted que, su atención es menor a la de un cachorro o un bebé o, peor aún, a una vedette y si le pregunto ahora, por ejemplo, cómo empezaba esta nota seguramente usted no lo sabrá y tampoco sabrá, de tan larga que quedó esta oración, ni siquiera cómo empezaba la frase. Pero no se preocupe. No está solo.

Aunque claro, con un rebaño tan disperso las corporaciones están alarmadas. Primero nos metieron en este mar de estímulos sin fin. Y ahora no saben cómo hacer para que, tan bombardeados anuncios, prestemos más atención a sus estímulos. Estamos hasta el cuello de publicidades. No nos entra nada más en el bocho.

Y la verdad, es que cómo hacer para que reparemos en los nuevos anuncios, es aún la pregunta del millón. Lo que pocos expertos dudan, es que la toma de decisiones de compra de un hombre son día a día más irracionales. Y como todo el mundo sabe: la irracionalidad, para la ciencia, es todavía un desierto oscuro, terreno de animales salvajes.

Y quiere que le diga algo: después de mucho indagar, después de mucho invertir millones en neurocientíficos -un rubro que hoy en día levanta en pala- al final, las corporaciones llegarán a la misma conclusión que los viejos publicistas, no tan científicos pero con sentido común. Y es que no hay nada mejor para llamar la atención del hombre, estimular su actividad ocular y sobre todo el sudor y la saliva, que algo tan sencillo como un buen traste.