we re the world

Por Cicco. Digan lo que quieran: soy de los que aún creen que “We're the world” es la cumbre del pop de todos los tiempos. Mi señora cada vez que digo esto, se enoja. Pero qué quieren que les diga: No hay otro tema igual. Y no lo habrá. El 7 de marzo último, se cumplieron 30 años desde que se compuso el hit solidario más emotivo de la historia, y yo lo volví a ver una y otra vez. Hay algunas cosas para contarles de aquella sesión de una noche en Holywood. Sí, ya sé que llegué dos semanas tarde al aniversario. ¿Pero se fijó cómo se llama esta sección? Así es, lo nuestro es la desinformación. Siempre llegamos tarde. Así que no joda.

 

En aquel proyecto de USA for África de 1985, excepto Madonna -iba de gira en ese momento-, estaban todos: Michael Jackson, Bruce Springsteen, Bob Dylan, Ray Charles, Willie Nelson, Stevie Wonder, Diana Ross, Tina Turner. Y estaban todos en su mejor momento. En el punto caramelo de sus carreras. Se reunieron una noche de enero y de allí salió prácticamente todo: los duetos, las voces en solitario, quién cantaría qué parte y cómo. Cada uno había recibido las pistas del tema con la voz de Michael Jackson, que se había propuesto hacer una canción de amor, fácil e inspiradora.

Quíén no escuchaba We're the world de chico. Era lo más parecido a un himno moderno que teníamos desde que Lennon, él solito con su piano blanco, nos dejó “Imagine”. Sin embargo, no importa la cantidad de veces que escuches y veas el videíto del tema con el arranque de Lionel Richie y Stevie Wonder, y el cierre con Ray Charles a corazón abierto. No cansa.

Cada artista vierte allí la esencia de su carrera en apenas una estrofa. ¿Se acuerdan de la fugaz Cindy Lauper, con peinado colorinche? En los pocos segundos que interviene, lo resume todo: su fiereza, su locura. Hasta Dylan tiene su momento Dylan: folkie, nasal, hipnótico.

Hay un videíto en youtube de cómo se grabó todo. Es memorable.

Algunos dicen que el mérito de la obra es de Quincy Jones, el legendario productor de Michael, y responosable de ensamblar las partes en un todo.

Otros señalan la victoria de USA for Africa, a su mentor: Harry Belafonte, que se propuso reunir a los artistas para solidarizarse con el Continente Negro, y a Bob Geldorf, el tipo que luego organizó Band Aid, un año antes en Inglaterra -un proyecto similar- y fue el actor protagónico en la legendaria The Wall, ese que se le consumía el pucho entero entre los dedos. Otros dicen que la belleza del tema se la debemos a Michael y a Lionel Ritchie, que la escribieron y completaron un día antes de grabarla -aunque la hermana de Jackson que estuvo en la habitación del hotel durante las noches de composición dice que el 90 por ciento del crédito del tema le corresponde a Michael, pero bueno, no vamos a hilar tan fino-.

Todos, se dicen, llegaron a limusina al estudio de Hollywood donde se grabaría -la mayoría venía de los American Music Awards- excepto Bruce Springsteen que cayó en camioneta. Cuando Quincy Jones, los invitó con una tarjeta solemne, les rogó que dejaron en la puerta a sus egos. Tuvo suerte: excepto un artista que se enojó y partió sin grabar su voz -tenía su nombre acá anotado pero el gato se llevó el papelito-.

Las malas lenguas aseguran que Michael prefirió grabar su parte solo para marcar protagonismo y distinción del resto. Otros dicen que no cantó con los demás porque se sentía, ante sus pares, intimidado.

En una semana, la canción vendió 800 mil copias -llegó a 4 millones-. Ganó los Grammmy a mejor disco -incluía temas de Tina, Bruce y Prince que declinó la oferta de asistar el estudio y dejar su ego atrás- y mejor canción. Entre paréntesis, Prince tenía pautado un dúo con Michel para el tema -aunque ni uno ni el otro se querían-. Pero esa noche no fue al estudio. Al día siguiente, llamó para decir si querían, tocaba la guitarra. “No, gracias”, le dijo Quincy Jones, el productor. Y colgó.

Reunieron, gracias al proyecto, 50 millones de dólares con destino Etiopía. Si llegaron todos, si se perdió poco o mucho en el camino, eso poco se sabe. A treinta años de We are the world, Etiopía sobrevive algo mejor, gracias a la difusión de la agricultura doméstica. El costo del hambre, sin embargo, aún se siente: dos de cada cinco chicos, tiene retraso de crecimiento por el hambre, y el 67% de los etiopíes sufrieron desnutrición de niños.

Pero bueno, que el pop haya logrado semejante acto solidario, es histórico y más allá de intentos colectivos de repetirlo años más tarde, por ejemplo, con las víctimas del terremoto en Haití, no le llega ni a los talones -cambiar a Tina por Miley Cirus, ¿es una joda?-. Y que, por si fuera poco, la canción se haya transformado en un cuento feliz donde “todos unidos triunfaremos” -y sin perder, claro, el estilo-, es un crédito para besarle a Michael los guantes. Donde sea que esté. En el pop, las cosas no volvieron iguales, sin su rey.