pocillo de café

Por Cicco. Y aquí estamos con la estrella del momento Diego Elchorri y tenemos los minutos contados porque, como toda estrella, está destinada a hacerse desear. Con poco tiempo disponible -dos minutos treinta, empezando ya-, nos inclinamos a hacer las preguntas más fuertes, más sentidas y más actuales de nuestro cuestionario, así que, tras agradecer infinitamente por su tiempo -ya dijimos que corto, pero aún así, un honor para nuestro medio- abordamos a Elchorri con este interrogante urgente: “Díganos, Diego, ¿qué opina de la vida en general?”

 

Diego, maestro de los silencios, un actor que ha sido comparado con Marlon Brando, sobre todo porque comparten el mismo problema de sobrepeso, levanta su pocillo de café -ah, me olvidé de decirle que esta nota la hacíamos en un bar de Palermo, ni pensar entrevistarlo a Elchorri en su casa- y luego lo vuelve a dejar -a la taza, digo-, sutil, dulcemente sobre el platito. Y ahí está, envuelta en ese gesto expresivo, lo efímero de todo, incluido el café que en los bares porteños viene cada día en pocillo más chico, y el público de sus películas que también lamentablemente se escurre estreno a estreno cual café, su respuesta. La frase previa me quedó un poco larga, pero si la lee dos veces la entenderá y si no, me manda un mail y se la explico.

Como decíamos, Elchorri es tan expresivo que hace de los objetos de su entorno voceros de sus estados de ánimo. Y al parecer, el día de esta entrevista el ánimo de Elchorri se parece bastante a un tostado de miga mordido. “¿Está seguro, mozo, que es de crudo y queso? A mí me parece que se olvidó el jamón”. El mozo no sabe dónde meterse. Elchorri es el rey en crear emociones fuertes. Ya lo demostró en su rol de secuestrador de mascotas o cuando interpretó a un vendedor de panchos en la Bombonera, y la crítica se deshizo en elogios, o, mejor dicho, Elchorri se deshizo de los críticos que no lo elogiaban. Uno consideró: “Nunca un vendedor de panchos de la Bombonera fue tan bien interpretado. Será porque es la primera vez que alguien interpreta a uno”. Otro dijo: “Elchorri secuestrador de mascotas es un plato. Risas a granel. Y una catarata de gags impensados. Impensados, porque la película es un drama”.

Pero continuemos con nuestra nota y las preguntas bien actuales, tal como nos gusta en nuestro medio. “Díganos, Diego, ya hablamos sobre la vida en general, ahora bien ¿qué piensa de la vida en particular?” Diego medita su respuesta llevándose una mano al mentón, ¿o es el mentón el que busca la mano de Diego?, en el universo de Elchorri la ambigüedad impera.

Al final -tras mucho rascarse, en principio, pensamos que era un gesto meditativo, luego descubrimos que tenía una miga en barba-, dice: “Es una pregunta muy interesante. ¿Para qué medio trabajabas?” Le recordamos, entusiasmados, el medio nuestro para que lo tenga y recuerde: “El traste en la butaca”, una revista digital. “¿Y eso se lee?”, se inquieta súbitamente Diego y la intensidad del ambiente se eleva. Le decimos que, bueno, no son muchos lectores pero el público es muy activo e interesado por el choubusiness. “Ajá, esperame un segundo”. Elchorri llama a su agente de prensa, que conversa con el mozo a una mesa de distancia -básicamente le devuelve el tostado de Diego- y le dice algo al oído, tras lo cual, la mujer amablemente -ella es pura sonrisa- nos cuenta que el tiempo de nuestra entrevista, en verdad, se acortará a la mitad. “Entendelo, Diego, hoy tiene una maratón de medios con el estreno de su película”. Su nueva película! Por poco, lo olvidamos. Hay que apurarse con las preguntas antes que esto se termine. “Díganos, Diego, ¿qué opina de la película en general y de su actuación en particular?” Elchorri se ríe. La risa de Elchorri es muy contagiosa, sobre todo, se contagia en su agente de prensa que ríe aún más intensamente que él y aprovechha para señalarnos su reloj para que veamos lo moderno y bonito de su modelo. Y ya lo dijimos, en el universo de Elchorri se respira intensidad. Y se exhala más intensidad. Su atmósfera tiene tanta adrenalina que uno no sabe si lo gana el entusiasmo o está a un paso de tener un pico de presión. “Esa pregunta que me hacés”, dice Diego, cinco veces galardonado con premios tan internacionales que no se los dejaron pasar por la aduana, “hoy ya la contesté 12 veces. Y si te quedás conmigo, vas a ver que la voy a responder mínimo 12 veces más a lo largo del día”. Nos sentimos honrados por su respuesta, es, sentimos, una invitación a compartir un dia con él, algo que todo periodista de choubusiness espera, palpita y ansía, cuando su agente de prensa nos aclara: “Ni lo pienses”.

En fin. Nos preguntamos, claro, tantas sobre sobre la carrera de Elchorri, y su vida sentimental donde se mezclan un nuevo romance, una prueba de adn de un niño muy parecido a Elchorri pero con rasgos orientales, y la compra de una nueva moto, el pico de su sentimentalidad. Elchorri habla sin que se lo pregunte: “Es un avionazo esta moto. Me la traje de Japón. Espero terminar de una vez estas notas de m... para ir a probarla”. Nos volvemos a sentir honrados por esta confidencia y creemos que es una invitación para que nuestro medio cubra, con fotógrafo y todo, la primera prueba de la moto importada de Elchorri, cuando su agente de prensa, sin dejar de sonreír, nos aclara: “Ni lo piensen”.

Tenemos 56 preguntas más para hacerle, pero cuando pasamos a la siguiente, la agente de prensa dice señalando su reloj: “Chicos, se terminó su tiempo”.

Nos sentimos honrados por esta entrevista y que nos haya dedicado su tiempo y su mirada. Nos ponemos de pie y le hacemos señas al fotógrafo para que inmortalice el encuentro con Elchorri, acercamos nuestro rostro sudado de emoción al de Diego, que come ahora un nuevo tostado, al parecer con jamón le bueno, y es en cada masticación donde Elchorri transmite un sinfín de historias, y frases y obsequios para la cámara. Eso se ve de este lado, pues lo que, en cambio, nuestro fotógrafo observa a través del lente es oscuridad y luego una mano femenina, que viene casualmente pegada al brazo de la agente de prensa de Diego, que todo sonrisas, nos dice: “Ni lo pienses. Usen esta foto”. Y nos alarga una imagen de Elchorri, diez años más joven, cuando aún era una estrella juvenil y no tenía sobrepreso, ni problemas de hijos no reconocidos, ni juicios con la Afip por traer motos sin papeles.