en bici

Por Cicco. No es el nuevo modelo de 4x4 que sale al mercado. No es la revolución del auto que funciona a energía solar ni enchufado a 220. Nada de eso. Lo que se viene, el vehículo que mueve al mundo es un objeto ultramoderno, tecnológico y lleno de posibilidades: la bicicleta. Un año atrás, se vendieron 1.400.000 en la Argentina. Y así es como verá gente por todas partes, totalmente al pedal. Hay otros, cada vez más, que sienten que pedaleando se llega muy lejos.

 

Está el boom de los que resucitan bicis antiguas, cual arqueólogo en busca de devolver la vida a viejas costumbres –sale entre 2 y 11 mil pesos reciclarlas-. Están los que sostienen que no sólo la bici hace bien a la salud, además el pedelear es una meditación –lea sino el maravilloso ensayo “Bici zen” de Kreimer-.

Dígale sí a la bici y adiós a los piquetes. Adiós paquetes. Adiós rollos. Adiós sensación de enfrascamiento y enlatado humano. Adiós tarjeta SUBE. Dígale chau a los choferes que dicen: “Al fondo hay lugar”. Y a la posibilidad inminente de que el subte lo deje colgado y sumergido en un túnel de ratón, cual novia en el altar. Usted tiene su bici. Y la bici lo tiene a usted. Y se siente jinete liberado de todo este asunto del transporte en cuatro ruedas, que le exige más de lo que puede darle. Y allá va, free as a bird, rodando hacia el trabajo, orgulloso de la aureola transpirada que imprime su libertad en la camisa. Es su acto de rebelde sin causa: la forma de hacerte un corte de manga al sistema –mangue corting-, su método de soltar cadena: ir a la oficina, chivado.

Qué linda es la bici. Qué gran invento. Y como toda gran obra encierra una moraleja existencial: en esta vida, si no pedalea, si no hace un mínimo esfuerzo, no avanza y la bici, parada, se viene al piso junto a usted.

Yo vivo en un pueblo. Y vivo andando en bici. Hace ocho años que me mudé aquí y jamás usé un micro de línea para moverme. A veces, reniego en el super con tanta bolsa colgando del manubrio pero la sensación de respirar el paisaje que aporta la bici, no la ofrece otro medio de transporte: ni siquiera la moto, donde la velocidad más el casco, lo sumergen a usted en un tubo de adrenalina mientras la multitud de bichos ruteros estallan en su casco y el paisaje se lo traga el vértigo.

La bici es otra cosa, es más amable, su amiga la bici –la bici usted, usted la bici-. Y su vínculo con los bichos sigue siendo una relación de armonía donde usted transita con su bici y el bicho puede, a sus anchas, picarlo como tanto le gusta hacer, y la rueda de la naturaleza -porque la naturaleza también pedalea- sigue su curso natural de toda naturalidad. Y claro, mis amigos, a todo este boom bicicletero ya anunciado y vivido desde hace un año en la Argentina –como bien sabe esta columna siempre llega tarde-, se le suma otro fenómeno más moderno, más fresco. Un boom inesperado y tecnológico. Un medio de transporte que lo supera a todo. Cómodo. Ecológico y económico. Que no depende de máquinas. Ni de ruedas que se pinchan. Ni de bici sendas. Un flamante medio para llegar adonde uno quiera, liberado de toda atadura. Ahora lo que sale es ir a pie. Y no más vida al pedal. No sólo puede llegar al trabajo con la aureola de transpiración. Además, para sumar rebeldía y batalla a su perfil guerrero, le suma un condimento deliciosamente único: el olor a pata.