NEIL YOUNG

Por Cicco. Cómo lo queremos a Neil Young. ¿No lo conoce? Uf, se lo pierde. Es uno de los pocos artistas vivos que tiene un elemento en extinción: es coherente. Los medios hoy en día, sólo miden la cultura con los parámetros de la economía. Se fijan sólo en cantidades. Si no vende, no existe. Si no gana premios, no es prestigioso. Y si no produce escándalos, ni siquiera vale la pena mencionarlo. A los 68 años, Neil que, como dijimos, es coherente, acaba de sacar disco nuevo. La novedad: suena tan maravillosamente antiguo que cruje.

 

El álbum se llama “A letter home” y suena como disco de Gardel y Le Pera. Para Neil, es el 35 de su carrera. Y la ventaja de no subirse a ninguna moda –excepto un paso fugaz por la experimentación electro en los ’80- es que sus discos suenan todos frescos, como recién salidos del horno. Basta con escuchar “Comes a time” grabado en el ’78, O “Harvest”, del ’72, para entender el efecto inoxidable de hacer música con el corazón.

Pero hablábamos de “A letter home”, once temas donde Neil revisita canciones famosas de sus pares, con el ruido de fondo huevos friéndose en la sartén. Mientras le narra a su difunta abuela las canciones que él disfrutaba tocando de joven. La decisión de sonar como túnel del tiempo, se debe al contexto: Neil grabó en un estudio de vinilo de 1947, en Nashville, Tennessee. El sonido va en mono, cuenta apenas con un micrófono. El estudio es una pieza de museo que compró y remodeló Jack White, el rockero líder de los White Stripes. White es amigo de Neil. Es que no hay músico que no busque ser amigo suyo. Se le acercan para impregnarse de su perfume. A ver si le contagia alguna cana.

Neil, que sobrevivió a una operación del bocho que casi lo pone del otro lado del mundo, abre la boca y estremece. Igual que los últimos discos de Johnny Cash y Bob Dylan. Gente que atravesó un camino recto, y uno puede escucharlos en lo alto de la montaña, rodeado de magia, de viento y de sabiduría cantando más cerca del cielo que ningún otro. Neil es capaz de poner la voz en un jingle de alfajores y convencerte de que es una experiencia sublime.

Ha llegado a la categoría de leyenda: no necesita venderte nada. Le basta con sentarse y cantar. En verdad, cuando una leyenda llega viva a la recta final de su vida, apenas canta. Sobre todo, recita. Más poesía, que melodía. Más emoción que canción.

Algunos críticos dijeron que este disco es como una broma. En tiempos de grabaciones high tech, Neil le hace un corte de manga a todas esas corporaciones que dominan el rubro y vuelve a grabar como lo hacían los primeros bluseros, con las botas embarradas, el campo en sus ojos y un micrófono de mala muerte.

Young es un defensor del sonido. Un cruzado que lucha para que la música no pierda su vitalidad. Este año lanzó Pono, un reproductor de audio que devuelve el vigor perdido a cada instrumento. Incluso permite bajar música con calidad equivalente a un estudio profesional de sonido. A pesar de los avances tecnológicos, la gente cada vez escucha música de forma más plana: el auge del mp3, un formato comprimido, hace que espíritu del músico se diluya.

Las discográficas, vencidas por la piratería y de capa caída, anunciaron que quieren que sus viejos álbumes puedan reproducirse en el Pono, de Neil. «Mi objetivo es rescatar la forma de arte que vengo practicando hace cincuenta años”, dijo el músico, entusiasta. Neil quiere que todos tengan acceso a discos con sonido de alta calidad. “Es el mejor sonido que uno puede tener”, promete. Y sí, lo queremos. Es el abuelo del rock. Nadie cruje como él.