Por Cicco. No siempre las historias de muertos que regresan a la vida, están teñida de zombies, viscéras y disparos en la sien. Es cierto que el éxito de la serie The walking dead volvió a poner el acento en ese estilo de muertos vivos, hambrientos y monotemáticos. Pero la tele a veces –muy pocas, claro- sorprende.
Son dos series que se alimentan de la misma fuente. Una, Resurrection es la adaptación norteamericana, a cara lavada y estrenada este año con uno de los actores de House en el protagónico. La otra, ambigua y lúgubre, es la versión francesa, la primera: Les revenants. Ambas se alimentan de una misma historia: un pueblo donde un puñado de gente dada por muerta tiempo atrás, vuelve a la vida. Nadie sabe por qué. No tienen un solo rasguño. No guardan memoria de su muerte. Sólo regresan tal como dejaron este mundo, para asombro de los que se quedaron. Llegan caminando de lugares diversos. Vuelven a sus casas. Tocan el timbre. Golpean. Reclaman volver con sus vidas.
No tiene los ojos desorbitados. No hay magulladuras. Ni camisas rasgadas. No hay ojeras. Ni palidez. Los muertos tienen la vitalidad de los vivos. Y, por decirlo de alguna forma, están más vivos.
Si aún no viste ninguna de las series, un consejo: primero dale una oportunidad a Resurrection porque de lo contrario te parecerá cartón pintado. La serie, estrenada este año por la cadena ABC, tiene varios defectos, un principal: los personajes son arrastrados por la trama, indefensos. Meros hilos donde el juego de la vida y la muerte despliega su sinfonía. Pero la historia es tan novedosa que seguramente te dejes atrapar. Y durante ocho capítulos –aún no se filmó la segunda temporada- verás a los muertos vivos, cuestionados y marginados por los vecinos, incomprendidos y sensibles. Y te pondrás, vos también de su lado. Pero hay algo tosco y forzado en las relaciones entre personajes –si te creés la historia de amor entre el poli y la médica, allá vos-, el enigma de la muerte queda tostado y aplastado bajo la luz del sol. En Les revenants en cambio, los personajes son tan potentes que llevan la historia al frente, como debe ser. Es adulta. Oscura. Salvaje. Simbólica. El propio Stephen King la elogió en Twitter. Escribió: “Es sexy y aterradora”. Y habló de lo mucho que lo asustaba ese niño de sonrisa maléfica y pocas palabras.
Mientras Resurrection se parece a muchas otras series que viste en tu vida, “Les revenants” se parece, ups, a la vida misma. A pesar de que todo sucede en un pueblo, en las montañas donde las nubes b ajan para quedarse, donde el caudal del río desciende misteriosamente, cada protagonista se parece más de lo que podrías imaginar a tu familia, vecinos y amigos.
Les revenants lo tiene todo: un director que juega poéticamente con las escenas. Un simbolismo donde cada muerto que regresa carga con un mensaje. Una banda de sonido, de la escocesa Mowai, que pone los pelos de punta. Hay crímenes sin resolver, niños que van por la cornisa del bien y del mal, un apetito insaciable y misterioso, y secretos de un pueblo que, hasta que los muertos volvieron a la vida, estaban, también, enterrados.
En Les revenants lo sobrenatural es una excusa para reflexionar sobre las relaciones humanas. Sobre nuestras heridas abiertas. Sobre nuestra dificultad para aprender las lecciones que nos pone la vida.
Después de verlas, tal vez vos también te preguntes: ¿y si el pasado de improviso viene a buscarte? ¿Y si toda esa gente que diste por sepultada en tu memoria, eso viejos amigos de la infancia, esas ex, esos profesores temibles de escuela, todos regresaran para retomar la historia allí donde la dejaron? ¿Qué harías? No sé en tu caso. En el mío, no tengo dudas: saldría corriendo.