mision rescate y mi amiga del parque

Por Javier Porta Fouz. Las dos películas están en cartel. Una es una de las mejores del año, tal vez la mejor de las estrenadas hasta hoy. La otra es una de las mejores películas argentinas del año, que compite con otras cuatro o cinco por el primer lugar (no considero El acto en cuestión de Alejandro Agresti porque es de producción 1993). Misión rescate de Ridley Scott y Mi amiga del parque de Ana Katz están ambas en los cines y forman un ultra recomendable doble programa. Si hasta los títulos de ambas empiezan con las mismas dos letras y están casi seguidas en la cartelera ordenada alfabéticamente (separadas apenas por la infame Minions).

 

Conecta a estas películas, además, la soledad de sus protagonistas. La soledad del astronauta Mark Watney (Matt Damon) es obligada: está solo en Marte, territorio desconocido. Sin embargo, Mark sabe cómo moverse, y convierte el territorio en conocido, o al menos manejable, mediante su capacidad de mapear. Y sabe cómo moverse no solamente porque el actor que lo interpreta es Matt Damon -podría haber sido muy difícil creer en este personaje con un actor físicamente más dubitativo- sino porque el señor Watney es científico. Y sabe. Y aplica lo que sabe. Y prueba y aprende de sus errores. Con una determinación heroica, con una entereza y una resiliencia imbatibles, Mark Watney está convencido de lo que tiene que hacer. Se hace fuerte desde la soledad del que sobrevive pese a todo, del que aprovecha con denuedo lo poco que tiene a su alrededor. La soledad la combate con el saber, con el amor al saber, y se sostiene cinematográficamente mediante una narrativa de brío notable, con una cantidad feliz de diálogos memorables y actores aptos para el cometido. Además, Misión rescate es, como lo era Fantasmas de Marte -otra maravillosa película que transcurría en el planeta rojo- un western. La magistral película de John Carpenter era western desde el inicio, con el tren como motor y el malo-bueno en el calabozo, que había que sacar para pelear. Y con la guerra por el territorio como norte, o como oeste. Misión rescate -cuánto mejor era como título el fiel “El marciano”- es un western desde los paisajes y la dureza del ambiente, y otro tipo de western: uno de supervivencia del individuo que está solo y espera. Un western mucho más moderno porque en este caso el hombre no tiene que probar su valía, la posee desde el inicio. El hombre, al revés de lo que postulaba Bazin para el género, está -en este caso- completo. Y la que tiene que “redimirse”, completarse, probarse, es la mujer (la comandante). Una inversión de características que se hace desde un conocimiento aplastante sobre las leyes de los géneros, la narrativa, el montaje, la musicalización y cuanto elemento de uso cinematográfico se nos ocurra. Con Misión rescate, Drew Goddard -el mismo de The Cabin in the Woods, aquí guionista- confirma que es uno de los nombres clave del cine actual.

En Mi amiga del parque Liz (Julieta Zylberberg) está sola porque tiene a su marido de viaje laboral en territorio climáticamente hostil. No está sola en realidad: está con su bebé Nicanor. Y esta realidad duplica la soledad. Porque su pequeña y constante compañía la abruma y refuerza que “está sola”. Las necesidades de su hijo la desbordan. Necesita reconstruirse pero no tiene tiempo, no tiene espacio. Esa reconstrucción no tiene lugar. Liz no puede obtener su fortaleza como individuo: su cuerpo hace poco se dividió en dos. Tiene un cúmulo de neurosis post parto y de madre en extremo primeriza que es una bomba de tiempo, una bomba emocional. En el afuera puede haber una solución, un alivio o -al menos- más gente. La película comienza en un territorio, un parque, que -suponemos- permanece igual a como era antes del nacimiento de Nicanor. Pero ese parque se recorre, se mapea de otra manera, porque la compañía ahora se busca por similitud: otras madres, otros padres acompañados de bebés. Entre ellos, aunque un poco al margen, está Rosa (Ana Katz), un torbellino distinto que entra de forma intrépida en la vida de Liz. Una presencia extemporánea que repele y seduce, y luego seduce y repele, a Liz: una compañera conflictiva. La película de Ana Katz se enrarece, y la directora vuelve a hacer una comedia dramática que se pinta de negro, como sus películas anteriores, todas personales, todas recomendables, todas incómodas: El juego de la silla, Una novia errante, Los Marziano (tal vez la menos negra, Una novia errante, haya sido la menos lograda). Mi amiga del parque es una comedia de una tensión inusual, que vibra en su inestabilidad. El saber del que hace gala Mark Watney, y que aplica con éxito en Misión rescate, está aquí desarmado, y los caminos de la solución a la soledad de Liz son erráticos. Los personajes de Misión rescate se preguntan una y otra vez cómo lograr sus objetivos, proceden con convicción y el mundo les responde de formas distintas pero esperables (los fracasos son, también, probabilísticos). En Mi amiga del parque lo aparentemente confiable y experto -la niñera- pueden llegar a no funcionar en absoluto para Liz. Y lo equívoco, lo caótico y lo dudoso pueden -luego de vueltas y recovecos- terminar siendo, tal vez, curativos. Ambas películas construyen con aplomo sus suspensos, y los centran sabiamente en sus protagonistas. Queremos que Mark Watney y Liz sobrevivan lo mejor posible a sus desafíos. Es cierto, Mark es mucho más fácil de querer que Liz. Pero una es una película sobre un protagonista frontal que parece carecer de componentes neuróticos y la otra sobre un imán para todo temor y temblor que haya dando vueltas. Para terminar, sugiero un orden para este doble programa: primero vean Mi amiga del parque y luego Misión rescate. El orden es una sugerencia. Pero la recomendación de verlas se parece un poco más a una orden.