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Por Javier Porta Fouz. Estuve unos días en el Festival de Roma, un evento con varias grandes salas y grandes pantallas, casi todas ubicadas en un complejo impactante llamado Auditorium Parco della musica, al norte de la ciudad. Pude ver varias películas, algunas de ellas en estreno mundial. Una de ellas, de hecho, fue en calidad de preestreno (como work in progress, pero que se notaba terminada, sólo había que agregarle los créditos del final), porque el estreno fue hace unos días en el Festival de San Pablo.

 

La película en cuestión es Jia Zhangke, A Guy from Fenyang (en inglés), Jia ZhangKe, un gars de Fenyang (en francés), Jia Zhangke, un homem de Fenyang (en portugués), Jia Zhang-Ke, un hombre de Fenyang (en castellano). El director de esta película es el director brasileño Walter Salles, que habla esos cuatro idiomas con una fluidez asombrosa. El protagonista de esta película es el director chino Jia Zhangke, que habla chino. Esta película es un retrato: Jia Zhangke por Walter Salles, que lo admira genuinamente: se nota en vivo, se nota en la película. Esa admiración, sin embargo, no origina un documental “de fan” sino un documental con la sabiduría de quien conoce la obra y la vida del retratado. Y que quiere saber más: ese deseo de saber, o la puesta en escena de ese deseo de saber, es una de las claves de los logros de esta película.

Walter Salles -que probablemente desde Estación central no lograba una película de este nivel- plantea un recorrido mayormente cronológico para repasar la carrera de Jia. Empieza en las calles de Fenyang, que son las calles de Xiao Wu, la primera película de Jia -que participó, al igual que Estación central, de Berlín 1998- y que en Buenos Aires pudimos ver en la Lugones (era en 16mm) en la primera edición del Bafici, en 1999. Salles filma a Jia y a su actor Wang Hongwei , el inolvidable protagonista de Xiao Wu (y de otras del director) y ambos recorren las calles de la película, y cuentan con la precisión y la tranquilidad de quienes perseveraron en el trabajo en el que creían. Ese recorrido por las calles de la película, las calles de la infancia, la adolescencia y la juventud de Jia, no puede evitar describir y narrar -por comparación- los cambios ocurridos en China en general y en ese lugar en particular en las últimas décadas. Jia, cronista de tantos cambios, ha puesto al servicio de su cine su propio asombro crítico ante ellos.

La película de Salles sigue con Platform y el resto de la filmografía de Jia. Y no faltan las anécdotas de rodajes y de cómo algún problema se convirtió en un plano fundamental. Parafraseando a Jean Cocteau, insistir en los errores propios -o aprovechar de manera personal los imprevistos- también es cultivar o encontrar un estilo. Pero la película de Salles apunta además a iluminar la biografía de Jia en sus aspectos no estrictamente cinematográficos: su infancia en la que no era fácil conseguir comida, su crianza en el barrio, las dificultades de los cimbronazos y las represiones comunistas, la relación con su familia, principalmente con padre. Las declaraciones de Jia sobre su padre dan pie a un momento de mucha emoción, que surge sin énfasis, desde la distancia respetuosa y caballerosa que aquí propone Salles: su película maneja una calidez sobria y jamás cede ante la tentación de manipular las emociones.

Jia es un cineasta que ha sufrido la censura -sin ir más atrás, no fue autorizado el estreno de A Touch of Sin en China- y que se replantea a cada rato su futuro: la conversación entre cigarrillos con sus históricos colaboradores Yu Lik-wai y Zhang Yang parece sugerir un gran cansancio y a la vez nos confirma -con certeza, seguridad, aplomo- que se seguirá insistiendo, que la perseverancia es un arma fundamental. Jia es un cineasta cabal, que se plantea a cada rato la pregunta clave “¿cómo filmar?” y en su caso con el agregado de “¿cómo seguir filmando?”. Una respuesta posible es que se sigue filmando con los cambios, los que podemos apreciar también en el viaje que nos indican los formatos: del 16mm de Xiao Wu a la cámara digital HD con la que el destacado director de fotografía peruano-chileno Inti Briones registra estas perdurables imágenes sobre la fructífera conexión de dos cineastas de orígenes lejanos pero indudablemente de este tiempo, de nuestro tiempo.