Por Javier Porta Fouz. Sí, ya sé, no debería. Pero todavía me sorprendo cuando mucha gente con estudios completos (secundarios, algunos incluso universitarios) no entiende los porcentajes o las proporciones. Incluso hay gente con títulos que no puede con las sumas y las restas más elementales. Pero tal vez quede alguna persona que se interese por esta nota que sigue, con unos cuantos numeritos y que apela a que comprendan las nociones de porcentajes y proporciones. Intentaré ser claro.
Hablemos de cifras de 2013, que es el año con números completos. Para el cine, los tres mercados más grandes de Latinoamérica son México, Brasil y Argentina. Pero Argentina está mucho más cerca del cuarto lugar que del segundo. Veamos: el cuarto es Colombia, con 47.2 millones de habitantes y 43.27 millones de entradas vendidas. Argentina tiene 41.5 millones de habitantes y 46.1 millones de entradas vendidas, siempre hablamos de 2013 (y de cifras redondas, espero que se entienda). Más redondo todavía: Brasil aporta 200 millones de habitantes y 150 millones de entradas vendidas. México 118 millones de personas y 248 millones de entradas. Es decir, Argentina no tiene ninguna chance de ser segundo o primero en el futuro más o menos próximo (el futuro es muy largo, decía Borges) aunque sí de ser cuarto, si se estanca y Colombia sigue creciendo (en número de pantallas Colombia viene subiendo más rápido). En 2013 Colombia terminó con 791 salas, y Argentina con 866. Otra vez, lejos del segundo, Brasil, con 2.679 y del primero, México, con 4.764.
Redondeando muy a favor de Argentina, aquí se venden un cuarto de las entradas que se venden en Brasil y un quinto de las que se venden en México. En Latinoamérica, estos tres países son los que más estrenos propios tienen cada año. Ahí Argentina se ubica primero, y lo es desde hace años. Si uno mira el año 2009 la desproporción estaba (recuerden lo de las entradas y los habitantes, ¡y las salas! que les dije hace apenas unas líneas), pero iba a acentuarse aún más. Vamos a los números.
Estrenos argentinos en Argentina en 2009: 95. Mexicanos en México: 66. Brasileños en Brasil: 84.
Volvamos al 2013. Estrenos argentinos 166. Mexicanos 127. Brasileños 126. El país que vende un 20% o un 25% de las entradas que se venden en Brasil o México estrena un tercio más de producción nacional. Podría no ser tan desproporcionado si de repente viéramos que el cine argentino (que es la mitad de la totalidad de estrenos de cada año en las últimas temporadas) es un tremendo éxito. Pero no, el market share del cine argentino (o sea la porción del total de entradas que obtiene para sí) baja un poco, sube otro poco, no es nada especial, no llega ni soñando a las grandes cifras de los ochenta y no hay una tendencia alcista, como se vio en el despegue del cine surcoreano. Hay algunas películas que se cuelan en el top ten (2 en 2013, al igual que pasó en Brasil, al igual que pasó en México).
Desde hace dos o tres años seguramente han escuchado a gente decir “qué pocos estrenos que hay”. En realidad es porque la inmensa mayoría no registra que en promedio la mitad de cada jueves son estrenos argentinos, que se lanzan en pocas salas, muchas veces solo las del INCAA y/o en pocos horarios y mayormente se pierden en un aluvión que pocos pueden seguir con atención. Dentro de esa cantidad de películas hay unas cuantas que no son malas, e incluso hay varias muy buenas. Pero no deja de preocuparme una política cinematográfica desproporcionada, inflacionaria, poco racional, que subsidia cada vez más (el valor de la entrada de los espacios INCAA es irrisorio), con cada vez más empleados en el edificio de la calle Lima. Y que ha apoyado decenas y decenas de documentales (y algunas ficciones) sobre los temas favoritos del gobierno: dos o tres nudos histórico-políticos (el peronismo y sus diversas décadas y encarnaciones; la última dictadura). Siempre estuve convencido de que había que apoyar al cine argentino desde políticas culturales. Pero siempre preferí políticas culturales menos preocupadas por cooptar adeptos, adictos, militantes, más abiertas, menos obsesionadas con premiar a los cercanos y con castigar a los que tienen objeciones o se oponen. Si bien no todas las películas argentinas que se estrenan tienen el apoyo del INCAA sí lo tienen la mayoría, y el cine argentino en este momento sufre de una expansión tremenda, desproporcionada. Tal vez sean unos gases pasajeros. O la progresiva hinchazón de un globo.