LA PIVELLINA Y POLICÍA, ADJETIVO
Dos recomendaciones

La Pivellina y Policía, adjetivoPor: Javier Porta Fouz. Estas películas recomendadas se estrenan una el 8 de julio y la otra el 15. Como se trata de estrenos independientes, que a cada rato atrasan su fecha de lanzamiento, chequeen que efectivamente estén en los cines en las fechas anunciadas. Yo escribo esto el lunes 5 a la mañana, y todo indica que La pivellina será estrenada (en 35mm) el 8 y Policía, adjetivo (lamentablemente en DVD) el 15.

1. La pivellina, de Tizza Covi y Rainer Frimmel se exhibió, junto a las dos películas anteriores de los directores, en el último Bafici, en donde Tizza Covi estuvo como jurado de la competencia argentina. La pivellina podría ser definida, veloz y vulgarmente, así: “una de los Dardenne pero luminosa y simpática”; “una de realismo europeo con alma, corazón y un poco de Rossellini”. También puede decirse que La pivellina es una de las películas imperdibles de este año, que puede describirse como la historia de un encuentro y de una convivencia. Una familia de gente de circo en la que se destaca la matriarca Patty, una cincuentona o sesentona con el pelo de estridente rojo, que encuentra una nena abandonada con una notita en la que la madre dice que por favor la cuiden hasta su regreso. La nena es Asia, “la pivellina”, de unos dos años, que pasa a formar parte de este grupo (y si Asia posee una enorme fotogenia, no menos enorme es la capacidad de Covi y Frimmel para captarla; no es nada fácil trabajar con niños de esa edad). Ojo, la película no es “una de gente de circo”, es una de gente que tiene un trabajo con temporadas altas y temporadas bajas, que vive en un barrio urbanísticamente feo de Roma, que tiene animales, que cobija a la encantadora Asia. Esta es una película que abre –con la cercanía de la aparente sencillez y la distancia y sensibilidad de verdaderos cineastas-observadores–, un mundo cercano, sensible, tangible. O, mejor dicho, un micromundo entrañable.

2. Policía, adjetivo, de Corneliu Porumboiu (el mismo de Bucarest 12:08) es muy diferente a La pivellina, aunque el paisaje urbanístico sea similar (la diferencia, en este caso, es que en La pivellina sabemos que fuera de estos monoblocks está la ciudad de Roma, mientras que la Bucarest que muestra Policía, adjetivo no parece tener ni una cuadra con la más mínima belleza). El protagonista es Cristi, un policía cuya rutina es mostrada una y otra vez, una rutina con mínimas variaciones: el seguimiento de un caso ínfimo (un joven que fuma hachís), los silencios, las cenas y las conversaciones con su mujer, las charlas y la burocracia en su trabajo. Policía, adjetivo es un policial implosivo, uno en el que la tensión se construye no como la promesa de una acción trepidante sino como un razonamiento. Esta es una película sobre ideas, sobre política, sobre una sociedad impregnada de décadas de manipulación y de usos perversos del poder. Cristi será puesto a prueba por mirar un poco, apenas, más allá de la grisalla y los límites de esta telaraña absurda (burocrática y kafkiana; por más gastado que esté este último adjetivo, aquí se aplica). Policía, adjetivo es un policial que tensiona por lo asfixiante y desarma por el pesimismo (o más bien la lucidez) con la que examina una sociedad. La secuencia final –en la que la acción y la violencia se ponen en escena en una oficina y mediante palabras–, es sencillamente memorable. No se la pierdan, y vayan preparados para una experiencia dura pero que premia a los espectadores atentos, pacientes, dispuestos no a ver una película genial (esa oscura mala palabra que Borges aplicaba a El ciudadano) sino a enfrentarse a una película cabalmente inteligente.

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