ALGUNAS PELÍCULAS Y UN LIBRO
Momentos clave

Anatomía de un instanteHarry PotterPor: Javier Porta Fouz. Este artículo trata sobre algunos de los problemas de la nueva versión de Rescate del metro 1 2 3. De mis problemas con Harry Potter. Y de un libro que disecciona una imagen. ¿Qué une estos tres asuntos? El poder y los significados de una situación, un momento, un instante. Y también, por supuesto, los une el capricho del columnista.

1. En la remake 2009 de Rescate en el metro 1 2 3, dirigida por Tony Scott, la imagen final es un congelado. Sí, como el final de Los 400 golpes, de François Truffaut. Pero no es con Los 400 golpes que Scott plantea la comparación, sino con la versión original, la película de 1974 de Joseph Sargent: La captura del Pelham 1-2-3, de la que ya escribimos aquí la semana pasada. La película de 1974 terminaba con un plano congelado del rostro de Walter Matthau; la de 2009 termina con un plano congelado sobre Denzel Washington. Imágenes finales, imágenes congeladas, imágenes clave. En esa imagen sobre Denzel Washington (los que no vieron la película y no quieren enterarse de cosas, pasen al siguiente párrafo) está el asunto del galón de leche, está la conversación previa con su mujer con la musiquita chantajista, está la reivindicación de Washington, está su pasado cercano, están las acusaciones y unas cuantas cosas más. Scott y el guionista Brian Helgeland (Río místico, Los Angeles al desnudo, Hombre en llamas) han creado un pasado para sus personajes, y no solamente en el caso de Washington: el villano de Travolta tiene motivos, furia, hasta nos enteramos acerca de una ex novia. Pero volvamos al congelado sobre Washington. ¿Es de esa manera que Scott piensa en su relación con la película original? Mantiene la idea de ese congelado pero él y su guionista han destrozado la gracia, la rusticidad, el brío de la original en aras de un falso ritmo generado a partir de un montaje a puro efecto, de imágenes vistosas, deshumanizadas, descentradas. Y, sobre todo, han convertido una película de acción en una sesión de psicoanálisis: entre los protagonistas de la versión original había una contienda intelectual; entre Washington y Travolta hay, apenas, catarsis que provienen de traumas y que convierten al relato en un show de llorones. Para terminar este párrafo, recordemos la imagen final de la versión de 1974: la mueca burlona de Walter Matthau, una mueca inefable, fuerte, memorable, clavada en el presente de su personaje. Otra vez: no se pierdan la versión de los setenta.

2. Nunca me interesó Harry Potter, ni los libros ni las películas. Mi acercamiento a los libros duró unas pocas páginas, enseguida me di cuenta de que eso no era para mí. Con las películas me llevó un poco más. Vi la primera, en un cine destartalado de la costa, y debo decir que recuerdo más la sala que la película. No vi la segunda Harry Potter y, ante algunos comentarios favorables de allegados, fui a ver la tercera. El desinterés era alto, las imágenes se sucedían y no había manera –por mi parte– de extraerles el más mínimo sentido: efectos digitales, escobas, frases pomposas sobre el destino y la magia, el lado oscuro, la luz… Pero hubo un momento, uno de esos momentos definitorios, por lo menos para mi relación con las aparentemente interminables películas de Harry Potter: al Harry y a su banda de magos les pasan algunas cosas terribles, y se les muere una especie de unicornio o bicho por el estilo. Entonces, creo que es la chica, revolea la varita mágica, da vuelta el tiempo atrás y soluciona todo. Hum… si pueden hacer eso, pueden hacer todo. Ergo, nunca están en peligro. Por lo tanto, no me interesa más Harry Potter. Nunca me interesó, pero en esa situación clave, en ese momento definitorio, encontré un motivo (¿o una excusa?). O sea, voy a perderme voluntariamente la nueva Harry Potter, al igual que me perdí la dos, la cuatro y la cinco.

3. Hace algunas semanas salió en Argentina el libro Anatomía de un instante, del español Javier Cercas. El libro es una contextualización, interpretación, descripción, profundización a partir de la imagen más famosa del intento de golpe de estado del 23 de febrero de 1981 en España, suceso a veces conocido como “tejerazo”, por el apellido de uno de los  militares implicados (aunque el golpe fue mucho más que Tejero). La imagen, el instante, muestra a tres hombres que no se esconden ante los militares que han irrumpido en el Congreso, a tres hombres que no se agachan ante los disparos. Cercas contará las historias de esos tres hombres, de los militares golpistas y de unos cuantos más. La imagen es dramática y está cargada de sentidos. Cercas ha encontrado una imagen clave y construye su libro a partir de ella. Se podría decir que esa imagen es, de por sí, cinematográfica, pero Cercas hace algo mucho más importante, más apasionante: los hombres cuya vida y cuyo destino describe se nos presentan, de alguna manera, como personajes de un western crepuscular, de esos a quienes el devenir de los acontecimientos los dejará afuera de la historia. Anatomía de un instante es, además, un gran tratado sobre política, poder y democracia. No se lo pierdan.

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