 Por: Gustavo Noriega. El décimo Bafici avanza, con su oferta de más de cuatrocientos títulos y sus récords de espectadores, como un transatlántico que surca el mar en el medio de la noche. Imponente, seguro de sí mismo, indiferente a las aguas que braman alrededor, el festival de Buenos Aires llegó a una especie de mayoría de edad en la que ya no sólo no importa el cambio de nombre de su director sino también el hecho de que se realice por primera vez bajo un gobierno conservador. Después de esta crisis queda claro que hay Bafici para rato, que forma y formará parte del paisaje porteño, que lo puede reivindicar con orgullo como un evento cultural genuino.
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