FLASHMOB: LA REVOLUCIÓN DESDE INTERNET |
De Argentina a Moldavia |
Por: Sebastián Di Domenica. El último domingo en el Diario Clarín se podían leer diferentes informes extensos y detallados sobre graves problemáticas sociales de nuestro país. Cada una de las temáticas señaladas pintaba una realidad cruda y conflictiva. Cada una de las notas era una “foto” que mostraba una Argentina y una ciudad de Buenos Aires cada vez más complicada. Con más pobreza, más deficiencias, más mafias y poca pericia de funcionarios para lograr soluciones. Entre otros informes recuerdo el que hablaba del déficit de viviendas en la ciudad y del aumento de la población de las villas. También el artículo que detallaba las vivencias de un trabajador semi esclavo en un taller textil en la zona de Caballito. O la que señalaba la existencia de mafias de trata de personas que traen a Buenos Aires dominicanas para prostituirlas en la zona de Constitución. Leer el diario significaba pasar de la tristeza al enojo y del enojo a la tristeza nuevamente. Sin embargo, mi irritación se transformó en interés cuando llegué a una columna en la sección de internacionales: la misma estaba firmada por Gustavo Sierra y hablaba de un país de Europa del Este, Moldavia. El título; La Revolución del Twitter. El contenido de la misma me llevó a investigar y a comprobar el poder de los jóvenes en esta era. Cuidado con los jóvenes celular en mano. |
La historia es la siguiente: a principios de la semana pasada cerca de 10 mil jóvenes moldavos de manera espontánea se autoconvocaron a través de mails, redes sociales (Facebook), twitter (microblogging) y mensajes SMS (teléfonos celulares) y generaron una gran movilización frente al palacio presidencial en la capital de ese país, Chisinau. El motivo de la movilización eran las sospechas de fraude en las últimas elecciones, que se habían llevado a cabo el domingo 5, y en las que los comunistas liderados por el presidente Vladimir Voronin, obtuvieron oficialmente cerca de un 50 por ciento de los votos. La oposición acusó al Partido Comunista, en el poder desde hace ocho años, de haber falsificado los resultados para atribuirse una holgada victoria. Las protestas por estos resultados comenzaron el lunes por la tarde de forma pacífica y consistieron en una concentración ante el Gobierno en la que se encendieron velas. Pero por la afluencia de público, con el paso de las horas, el acto desbordó las previsiones de los convocantes. Los manifestantes, en el momento más intenso de la protesta, asaltaron y saquearon la sede de la presidencia y apedrearon, incendiaron y destrozaron con bronca el parlamento. Luego, la policía antidisturbios logró recuperar el control de ambos edificios. Por supuesto, semejante movilización generó consecuencias (el recuento de los votos) y los diarios de todo el mundo hablaron de Moldavia.
Hace algunos meses los medios de comunicación argentinos señalaban que desde la lejana Islandia se habían copiado nuestros famosos “cacerolazos” del 2001. En este caso, para llevar a la renuncia al primer ministro islandés que había llevado al país a la ruina económica. Las imágenes de los jóvenes moldavos atacando e incendiando el parlamento también se pueden comparar con las postales de aquella trágica noche calurosa del 2001 en la que nuestro Congreso fue atacado y violentado. Pero al margen de las tristes comparaciones, lo que hace diferente a la protesta juvenil de Moldavia es la mecánica de movilización. Una modalidad nueva que plantea multitudinarias marchas espontáneas y de organización urgente, que utiliza las tecnologías de la comunicación, y que al igual que el celular, contiene a todas las clases sociales por igual. Hay que señalar que Moldavia con algo más de cuatro millones de habitantes es el país más pobre de Europa y que la penetración de Internet es limitada. De hecho a la movilización se la llama Revolución del Twitter, pero no fue esta herramienta la que generó semejante reunión. Los “twitteros” eran solo unos pocos y básicamente utilizaron este medio para exponer lo que pasaba al mundo. Según señalan, la gran masa de jóvenes moldavos se enteró de la protesta a través de los mails y los sms. Un boca en boca virtual. De hecho, el inicio de todo fue muy simple.
Así lo detalla una blogger que colaboró en el armado de la semilla de la gran movilización: “Seis personas. 10 minutos de creatividad y acción. Unas cuantas horas de difusión en las redes sociales, Facebook, blogs, SMS a amigos y un boletín por e-mail. Toda la organización. Todo a través de Internet”
La tendencia está planteada a nivel mundial. Muchos políticos de diferentes partes del mundo (Grecia y España son dos ejemplos) se vieron en verdaderos problemas luego de este tipo de movilizaciones espontáneas y multitudinarias.
En la wikipedia es posible acceder a la explicación de estos nuevos fenómenos llamados “Flashmobs”. Traducido literalmente del inglés como “multitud instantánea” (flash – destello, ráfaga, mob - multitud) es una acción organizada en la que un gran grupo de personas se reúne de repente en un lugar público, realiza algo inusual y luego se dispersa. Suelen convocarse a través de los medios electrónicos como móviles e Internet. Los flashmobs nacieron con fines de entretenimiento pero se extienden en el mundo también con fines políticos o de reivindicación (smartsmobs).
En síntesis, se habla de jóvenes conectados pero no comunicados. Sin embargo, y los hechos están a la vista, esos jóvenes conectados pueden ser muy poderosos. En Argentina, al margen de los cacerolazos, los flashmobs más conocidos son los que generaron gigantes guerras de almohadas en diferentes provincias. En cualquier momento fines políticos o reivindicatorios pueden colarse en algún flashmob local. Estamos todos conectados. El poder está al alcance de los dedos.
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