¿POR QUÉ LES PERDONAMOS TODO?

El irresistible encanto de los impresentables

Las RikitasPablo RuizIlianaPor: Cicco. Hoy pensaba hablarles de la topo-grafía rural y sus notables diferencias con la geografía urbana, a la luz de los estudios arquitectónicos de Walter Benjamin sobre la arcada y también sobre el vómito. Además, pensaba trazar ocultas coincidencias entre los antiguos paradigmas de unitarios y federales, acorde a los tiempos de lucha por la reivindicación del campo. Entonces descubrí algo muy importante que cambió el curso de mis reflexiones: no sé un carajo de estas cosas. Así que, hoy verá aquí, un tema mucho más idiota, fiel al nivel cultural de quien escribe.

Nunca, desde los tiempos de furor menemista, los impresentables tuvieron tanto suceso como hoy. Nunca los buenos para nada, los abofeteados por la vida, gozaron de semejante arrolladora aprobación. Usted se preguntará, ¿dónde comenzó el furor de los impresentables? ¿Quién fue el primer impresentable que dio cátedra pública de su condición de inútil absoluto y se ganó el cariño de la gente? Revisando la bibliografía especializada sobre el tema, descubrí que no había bibliografía especializada sobre el tema, con lo cual decidí crear una propia. Una historia de la impresentabilidad –del latín ridiculus Marley-, que se remonta a las performances melódicas de Iliana Calabró en el esplendor tinellista de Showmatch. En aquel momento, todos coincidían que Iliana era una pobre mujer, transitada por la vida, y especialmente sin dote alguna para el canto. Para Iliana, la experiencia más cercana a un pentagrama fue una vez que, de pequeña, quedó atrapada en un alambre de púas. A pesar de que claramente la hija del gran Juan Carlos Calabró no estaba hecha para el belle canto, el público claramente compró el paquete –estamos hablando en los términos más exactos que conoce el vocabulario para referirnos a ella- y la convirtió en ganadora del certamen. Pero, ¿qué hizo Iliana para ganar sin talento de ningún tipo y con unas cuerdas vocales que remiten a timbre de PH del barrio  Saavedra? Este es precisamente el poder de los impresentables, el quid de esta nota. Los impresentables llegan y se expanden rápidamente como pedo en ascensor, en la sensibilidad de la gente, por razones que aún son estudiadas en algunos prestigiosos laboratorios clandestinos de paco. Los especialistas indican que los impresentables están tan indefensos que el público asume un rol maternal y los cobija en su pecho cholulo. La gente exclama: “No la van a tocar. Si ella es impresentable, nosotros también, porque nosotros también somos artistas fracasados y también nos sentimos ridículos”. Y así Iliana terminó con un libro de autoayuda, programa propio, club de fans oficial y una línea de cosméticos –no recuerdo si era de cosméticos, y estoy sin Internet para chequearlo, fíjese usted-.

Sin embargo, una vez que la mayor de las Calabró desapareció del firmamento –los pedos así como surgen, ya habrá visto, también desaparecen a igual velocidad-, se creía que el único impresentable en las pantallas seguiría siendo Marley, que es como el Mirtha Legrand de los impresentables. Pero entonces, desde los mercados internacionales, desembarcó Pablito Ruiz y el legado continuó. Pablito, aquel impresentable del coro de Festilindo que cantaba “Oh mamá, ella me ha besado” y usted se reía tanto de él, hoy está grande, baila en tinellilandia y los televidentes lo aman como a alguien de la familia luego de un accidente cerebrovascular. “Sí, cantaba mal, sí, era un espanto, sí, fue el hazmerreír durante una década, pero eso tiene que terminar”. ¿Cómo va a decirle algo feo a Pablito? Está ahí solo en calzas y con el jopo al viento, jugándose el pellejo en cada paso de baile por un sueño solidario que me importa tres pitos cuál es. “Yo creía que había vivido todo, porque quemé etapas. Pero ahora me doy cuenta que la vida recién empieza”, confesó Ruiz hace poquito, y tiene mucha razón. Poco tiempo atrás, ya le dijeron que se había hecho travesti –una foto de un hombre travestido muy similar a él- y los programas de chimentos llenaron semanas enteras pasándola. No es justo seguir burlándose. Todo tiene un límite. Y los impresentables han trascendido todo límite. Es que la burla, una vez que llega a su pico de expansión luego se retrae y se convierte en un sentimiento muy similar a la piedad. Es algo parecido a cuando uno termina de comer asado, le salen los chinchulines por las orejas, y se cruza con una vaca. “Pobre animalito, ellos no tienen la culpa de que tenga tanta hambre”. Es lo mismo.

Pero así es la vida: uno tiene que comer y tiene que joder. Si uno de estos elementos falta, el argentino común y silvestre caerá enfermo y perderá sus ganas de vivir.

Ahora bien, pensaba que con Pablito la copa de impresentables había llegado a su caudal máximo. Entonces, aparecieron las chicas de Ricky Maravilla, las reinas, las emperatrices del reino de lo impresentable: las Rikitas. Ellas dicen que son más jóvenes de lo que cualquier miope podría ver y hablan más que Pinti con sobredosis de cafeína. Pero su fama viene a cuenta de un supuesto blog donde promocionaban sus servicios sexuales, blog del cual ellas negaron cualquier vínculo. Si el modelaje fuera como un alfajor, las Rikitas serían más como los Guaymallén. Y sin embargo, los programas de chimentos se las disputan como si fueran Valeria Mazza en pleno trabajo de parto. Es una primicia que nadie quiere perder. Levantan 30 puntos de rating y dicen que, las bailarinas de “Bailando por un sueño”, le deben mucho a sus pasos en las pistas, un paso que remite al acto de asesinar una cucaracha con tacos altos. Lo mejor de las Rikitas es que son tres y son hermanas, y tuvieron su ingreso al quirófano gratarola gracias al programa “Transformaciones”. Y que sean tres, y no dos o uno, produce un triple efecto en los corazones de la gente. Uno siente risa. Luego, siente pena. Y luego quiere llevárselas, y darles la sopa todas las mañanas y cubrirlas con una frazada en la siesta –y por qué no un masaje en el coxis-.

Los impresentables están vacunados contra la burla. Tienen los anticuerpos necesarios para que, en lugar de risa, a usted ya le den ganas de llorar. Y así como la risa infla la capacidad cínica de aplastar al otro como a un mosquito, el llanto actúa sobre diferentes partes del cuerpo, ablanda la mente y dispara una sustancia en sangre denominada: vergüencita ajena. Es en ese momento, cuando los impresentables ganan terreno, copan programas, escriben libros, editan discos y conquistan los medios. Y ahora, vienen por usted. Vienen cantando para la merda, burlados hasta en la médula, trompeados por la vida y reciclados por el tiempo, vienen a todo galope, a conquistar su corazón.

{moscomment}