hombre y mono

Por Cicco. Es el lanzamiento que asombra al mercado del calzado: unas zapatillas llamadas Lechal se conectan al celular y al gps y básicamente, a través de vibraciones nos llevan a la dirección que queremos. Si bien en principio, están pensadas para personas con problemas de visión, los diseñadores creen que su uso es universal. Todo el mundo las usará. ¿Sabe por qué? Exacto: porque cuanto menos hagamos trabajar a nuestro cerebrito, mejor.

 

Es la contracara de toda tendencia. Aquello que la gente, ni los medios ni las empresas que apoyan nuevos inventos quieren referirse a ello. La fórmula es la siguiente: cuanto más avanza la tecnología, más idiota se vuelve el ser humano.

Un siglo atrás, el hombre tenía mejor olfato, mejor visión, y podía determinar las necesidades y debildiades de su cuerpo, con sólo escucharlo. Un hombre promedio podía elaborar sus propios alimentos, matener animales, tener huerta, refaccionar su casa, y tener cintura e imaginación suficiente para resolver problemas con lo que hubiera a mano.

No vamos a señalar el salto sideral y cualitativo que existe entre el cazador y el que pide carne al horno con papas al delivery. Sería ir demasiado lejos. Lo que sí podemos ver es cómo a cada nuevo lanzamiento, el ser humano, su inteligenia entera, da un paso hacia atrás. Se repliega, vamos a decirlo así, en su sillón.

Ay, mis queridos, los medios insisten en demostrarnos cómo aún en un mundo cada vez más violento y alocado, el ser humano está cada día más tecnológico, cada día más estilizado, cada día sintiéndose más juvenil. Pero, muy en el fondo, la realidad es otra: el síndrome de dependencia en el trabajo, la enfermedad contagiosa que significa no saber de nada en absoluto excepto de aquello que uno se gana el pan, y la sensación de culo aplastado que acompaña al ser humano promedio, hacen que el hombre moderno caiga varios escalones en su cuesta evolutiva. Ya vale menos que un chimpancé.

Por otra parte, gracias a la divulgación científica y masificada, uno descubre cosas como las excelentese habilidades de bichos y plantas que, encuentran por sí mismos curas para sus males, se comunican a niveles que escapan a nuestra comprensión y desarrollan un sentido de comunidad que el hombre perdió, la pucha, hace miles de años.

Así que, luego del lanzamiento de las zapatillas que conocen el camino. Vendrán computadoras que adivinan el pensamiento. Autos que no requieren ni que uno apriete el acelerador. Revistas que ya vendrán leídas –bastará tomar un comprimido para asimilar la información-. Pianos que conocerán la melodía y atraerán los dedos hacia cada tecla. Y gracias a todo esto, el hombre se sentirá omnipotente, confiado, inteligentísimo. Mientras el mono decide de una buena vez, de sacarnos del medio y poner, al fin las cosas en orden.