LA CRUZADA MÁS POLÉMICA

Estar informado es al divino cohete

diarioshuevos para envolverPor: Cicco. Todos los medios le dirán lo mismo. No hay nada como estar actualizado las 24 horas de lo que pasa aquí y en el mundo. Se lo venden como si fuera un orgasmo, como si lo invitaran a una cena a luz de las velas con Pamela Anderson y sus dos bombones helados. Pero es natural que lo digan, pues este es el negocio de los medios: hacerle creer que necesita de ellos tanto como del aire que respira y de los culos que día a día absorbe en la calle. Pero es todo una farsa y usted es el primer engañado. Déjeme contarle por qué.

Piénselo bien, ¿qué necesidad tiene de estar enterado de todo? ¿Qué clase de chismoso entrometido universal es usted? ¿Para qué precisa saber qué calles de la ciudad estarán cortadas por piquetes cuando prácticamente todo el centro está asfixiado por piquetes?

¿Necesita saber que alguien murió hoy aplastado en un accidente de tránsito, achicharrado en un asalto, agujereado en un secuestro? ¿Qué utilidad funeraria tiene este conocimiento para usted?

Antes de salir al trabajo, piénselo así: las cosas van a estar mal y debe estar preparado para lo peor. De esa forma, llevará los mismos anticuerpos que si acabara de ver un maratón de noticieros aburridísimos con las peores caras que se pueda imaginar.

Ahora bien, si piensa que su necesidad de información está vinculada con su búsqueda por la verdad, se engaña. La mayoría de los temas que deglute en los medios, no sólo no tienen pies ni cabeza, además, no tienen conclusión alguna. La noticia se pierde como pedo en un canasto. El joven que murió en Brasil cagado a palos. El caso García Belscunce. El caso Dalmasso. El caso Junior, el chico que baleó a todos en la escuela. Usted los manoseó durante un rato como bolita de moco, los miró del derecho y del revés, los comentó en charlas con amigos mientras bebía Fernet con Coca, hizo chistes al respecto, pasó un buen rato gracias a estas tragedias sanguinolentas, sacó sus propias hipótesis y a la bolsa con el asunto.

Las noticias son como las erecciones: son fáciles de obtener, y la atracción es irresistible, pero trate de mantenerla durante varios días y verá los resultados.

Yo tengo mi memoria muy dañada y eso que estoy en la plenitud de mi vida, con mi imbecilidad floreciente. Pero ya no recuerdo sobre qué escribí la semana pasada ni qué comí ayer a la noche. ¿Me duché hoy? Lo ignoro. Tengo que olerme los pies para darme cuenta. No se de dónde vienen todas las cosas que tengo en la cabeza. ¿Las leí, me las contaron, las soñé? Estoy mareado. Mi pasado está lleno de baches. Y esto es producto de que buena parte de mi vida estuve convencido como usted de que, para sobrevivir en este mundo, debía estar informado.

Sin embargo, desde hace dos años, corté por lo sano: no leo más diarios. No leo revistas. No miro noticieros. No escucho el disco de la banda pindonga del año. No leo libros cuyos autores se anuncian como la última revelación de la literatura. No sé qué pronóstico hará hoy. No sé de qué tratan los nuevos estrenos de cine. Ando apenas con un taparrabos informativo, con tres consignas básicas que me permiten sobrevivir: hoy necesito comer, hoy necesito cagar, y hoy necesito generar plata.

Esto no sólo me permite tener más espacio en el disco rígido de mi memoria, al mismo tiempo, me evita tener charlas pedorras de actualidad. ¿Viste la propaganda del pibe que llama al delivery de pizza? No. ¿Viste que Alejandro Lerner cantó con Cristina? No. ¿Viste que en el escándalo de la valija, Estados Unidos reclama…? No, y no me jodan más. Si hay algo importante, ya llegará. Podrá llevar un tiempo, la noticia quizás naufrague contra viento y marea, pero si es importante, si es algo radical, valioso, con un sentido profundo, llegará a destino. Esa es una noticia que vale la pena.

No nos olvidemos: las cosas más importantes son precisamente aquellas que no tienen actualidad alguna, como, por ejemplo, que usted tarde o temprano va a morir. Que este mundo va a morir. Que, bien en el fondo, somos animales mal disfrazados. Nadie quiere hablar de eso. Los diarios no lo anuncian. Los intelectuales no lo discuten.

Estar informado es el equivalente a estar a la moda: cuando uno cree estar actualizado, ya hay un calzón nuevo que lo hace sentir como un retrasado mental.

Cuando iba a la universidad, los profesores de periodismo tomaban pruebas donde evaluaban el nivel de información en sangre en cada alumno. Si sos carpintero vas a tener que saber trabajar sobre la madera, si sos periodista vas a tener que saber de qué coño estás hablando antes de salir a investigar. Ellos sostienen que la información es la materia prima del periodismo. Y que hay que acostumbrarse a llevarla siempre en el bolsillo del pantalón. Pero ha sido tan bueno el marketing de los medios que prácticamente toda la humanidad, cree que, para sentirse bien consigo mismo, hay que inyectarse información en las venas del brazo. Es una droga gratis, de venta libre y te la tiran a toda hora por la cara. La toma tu mamá. La toma tu abuela. La toma la presidenta. La toma Maradona. El efecto produce la ilusión de que estás haciendo algo valioso con tu vida. Que estás comprometido con los tiempos que corren. En verdad, estar informado es un pasatiempo tan inútil como hacer la sopa de letras. Es una carrera hacia la nada. Nada ocurre. Nada cierra. Nada termina. Y, además, no hay playa en este mundo que te cure de la sobredosis.

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