CÓMO REVERTIR LA TENDENCIA |
¿Por qué a las modelos les cuesta morirse? |
Por: Cicco. Es asombroso el poder de recuperación de la modelo Mariana de Melo. Cada vez que veo las noticias actualizando su milagroso estado de salud, me pillo encima para comprobar si estoy o no soñando. Pero aún con diez calzoncillos en el cesto de la ropa sucia, no puedo salir de mi asombro. |
A bordo de un Peugeot 206, Mariana se estrelló contra una cosechadora en la ruta 5 camino a Pehuajó. Y, para decirlo en términos horticultores, estuvo a un paso de hacerse pepino.
Si el auto viajaba a una velocidad de 100 km por hora, el choque liberó la misma energía de ocho locomotoras diesel: 833 kilos de fuerza disparados en 0,05 segundos. El equivalente a caer de un piso 18, ser pisoteado por elefantes africanos y ser víctima de, al menos, tres piquetes de ojos de monos tití.
El conductor que la acompañaba murió en el acto. Mariana tuvo fracturas en la cervical y el codo izquierdo, sufrió lesiones en hígado y riñones, y tuvo un edema cerebral. Al llegar al hospital, luego de tres horas de cirugía, los cirujanos le extirparon con éxito el bazo y brindaron con él por las navidades.
A tres días del accidente, sucedió el milagro: cuando aún estaba más cerca del arpa que de la pasarela, Mariana súbitamente abrió los ojos y comenzó a mover brazos y piernas, lo cual obligó a un grupo de enfermeros a acomodarle de urgencia el camisoncito y a esconder la bola de boliche.
Para el fin de semana, la modelo estaba todo lo lúcida que se le puede pedir, ordenaba pollito para las fiestas y cantaba de punta a punta su hitazo “La llorona”, mientras los pacientes vecinos de la Clínica Los Arcos firmaban un petitorio de emergencia reclamando su derecho a la eutanasia.
Ahora la pregunta que hay que hacerse es esta: ¿por qué Dios insiste en salvar a las modelos de desgracias inminentes? ¿Se volvió frívolo? ¿Se volvió pícaro? ¿O existe una explicación anatómica que lleva a concluir que, más eficiente que el cinturón de seguridad y el airbag, es al momento del accidente, llevar la bóveda craneana lo más liviana posible?
Y, por último, ¿sirve de algo escribir una columna sobre eso?
El milagro de Melo es el eslabón de una larga cadena de episodios que termina con Mariana y empieza con un candado.
Pero vale la pena recorrerlo en su totalidad.
En mayo del 2001, Pampita Ardohain se estroló con su Ford K, en la ruta 205. En el kilómetro 206 el coche perdió el control y mordió la banquina. Por suerte el Ford K tenía las vacunas al día y la banquina no sufrió daño alguno.
Uno de los ocupantes del auto, sin embargo, perdió el conocimiento. En lo concerniente a Pampita, desgraciadamente no recuperó el conocimiento, ni siquiera gracias al shock del accidente. La modelo, que había pedido a todos colocarse los cinturones de seguridad amenazándolos con chupetines de frutilla, emergió impecable de entre las astillas y vidrios rotos, se acomodó las mechas y esperó 15 minutos hasta que llegó la ambulancia. Ni un moretón. Y la cola, para alegría de sus fans, con la raya debidamente perpendicular a las nalgas.
En dos oportunidades y con menos de un año de diferencia, Nazarena Vélez convirtió su auto en una croqueta. Una vez, se abrochetó en la Panamericana contra un auto particular. Y en abril del 2006, mientras doblaba en U en Pedro Goyena, en el Barrio de Caballito Nazarena tuvo un lapsus, olvidó si doblar en U llevaba o no diéresis, e impactó contra un Citroen C3. La trasladaron al Durand con cuello ortopédico. “La vedette tiene heridas leves en las vértebras”, dijeron los médicos de guardia del hospital, “y dos terribles hinchazones en la zona del pecho”.
Cada vez que renueva el registro, Luciana Salazar le reza al Dios de las modelos para que los empleados del registro hagan la vista tan gorda como su escote y pasen por alto un sinfín de multas y accidentes de tránsito que la tienen como protagonista. Había guardado un registro aquí conmigo con la cronología de los hechos donde se vio involucrada Luli, pero, por error, lo usé de filtro de milanesas.
Confiado en que nadie leería esta nota, dejé los mejores dos casos para el final.
Años atrás, Jimena Cyrulnik chocó con su Ford K en circunstancias poco claras camino a una fiesta. Al parecer, el choque no le quitó el ánimo de ir a la fiesta. Cuando regresó a casa, estacionó el auto en el garaje, y el coche, en protesta por lo que, denunció a la Comisión Protectora de Automóviles era un caso patente de abandono, produjo un cortocircuito que terminó envolviendo en llamas cuatro autos y, por poco, propaga el incendio por todo el edificio. Gracias al Dios de las modelos, Jimena salió impecablemente ilesa del asunto. Sin embargo, el Ford K nunca volvió a dirigirle la palabra. Y sus vecinos prometieron cocinarla a la parrilla si no abandonaba la casa y se iba a vivir a un departamento a cuadra, cuadra y media de la constelación Acuario.
En marzo del 2004, sucedió el gran milagro del Dios fashion. La vedette Alejandra Pradón cayó de un séptimo piso y sólo sufrió algunas fracturas de baldosas. En la caída, Alejandra no perdió jamás la conciencia. Tirada en la vereda, la vedette responsabilizó a su novio, dio una conferencia de prensa en el piso y a bordo de la ambulancia, hizo dos sesiones de fotos de alto voltaje cubierta con dos cajas de curitas.
Pero, ¿por qué Dios les pone a las modelos un colchón de espuma en su camino por la vida, mientras al resto nos hiere con espinas y nos pincha las gomas? ¿En qué clase de mundo retorcido estamos viviendo? Día a día me lo pregunto, y mientras me interrogo si es esta o no una pesadilla, y si estoy o no dormido, me meo los pantalones para comprobarlo. Yo sostengo que este es un problema teológico, sociológico, moral. Pero mi médico insiste en que es un problema de la vejiga.
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