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Por Cicco. Acaban de darle el premio Emmy a la mejor serie dramática. “Breaking bad” es un hallazgo como historia: un tipo que, enfermo de cáncer, decide dar un vuelco a su vida y termina fabricando droga. Ya le habían dado dos Emmy en el 2008, otro en el 2009 y otro más en el 2010. Pero tampoco es para tanto, che. Aflojemos un poco.

 

A decir verdad, cuando uno se detiene en el argumento descubre que Breaking bad es, sobre todo, una serie de tres temporadas. No es un mal número. Incluso su historia rindió más que Héroes o Prison Break: grandes ideas que no soportaban más allá del año. Hubiesen sido espléndidas miniseries pero, en tren de estirar y levantar en pala dinero de publicidad, los productores se envalentonan. Y las series, una pena, se diluyen como saquito de té en un balde.

Sin embargo con Breaking bad pasó algo inusual: lejos de entibiarse el fanatismo, el asunto se hizo un hervidero. Cada temporada que pasaba, los espectadores se multiplicaban. No voy a negar lo bien que están los personajes –ahora que el abogado Goodman tendrá su propia produción-, pero soy un convencido de que desde la muerte del capo narco y de los pollos Gus Fring, la serie se va a pique. Es el momento de mayor tensión y, a partir del cual, ya no queda demasiada intriga por resolver.

Ví con cierta esperanza su vuelta para el cierre de la quinta temporada –y final de la tira-, pero el capítulo, a pesar del esperado duelo entre cuñados, me decepcionó. No había novedad, viejo. Ni giro en la trama. Ni revelación. Había un manejo pausado de la tensisón, como en las películas de Kitano. Sin embargo, los fanáticos en varios sitios la puntuaron diez.

Pero, vamos, ¿no seremos demasiado benévolos on la serie? Vengo, por mi parte, siguiendo la cuarta temporada de Damages, una tira de abogados sin escrúpulos con Glenn Close. Y no tiene altibajos –y va por la temporada quinta-. Eso sí es una serie que se mantiene a todo vapor. Nunca sabés cuál es el próximo paso que darán los casos. O, sino te gustan las de abogados, mirá la monumental “The killing”, la mejor serie policial que ví en mi vida –y que limitaron sabiamente a dos temporadas-.

No toda idea puede ser una caja de pandora como “Lost”. Y, lo que es aún más riesgoso, los arranques prometedores terminan siendo frustraciones y sumando una rutina más a nuestras vidas de televidente de traste pesado y poca exigencia.

No está mal “Breaking bad”, pero cortémosla un poquito. Nos apasiona el morbo ver cómo un buen hombre se transforma en un violento cretino. Pero ya tenemos el salto de Dark Vather al lado oscuro. O el arrojo a la locura de Marlon Brando en “Apocalipsis Now”.

Lo siento, muchachos. Sigan ustedes la serie. Yo ya me cansé.