Por Cicco. Vaya adonde vaya los verá. Y cómo no verlos, si están ahí precisamente para que uno los vea. Son las celebrities desconocidas, famosos anónimos sin fama alguna que se pasean por la ciudad como si realmente hubieran salido de un spot de perfumes. Los ve contemplar la inmensidad con sus anteojos Ray Band de La Salada. Bajarse del coche como si fuera una película de la jacuzza de Takeshi Kitano. Son gente desesperada de reconocimiento. Muertos de hambre de las miradas públicas. Y de tanto llamar la atención, la pucha, uno los mira.
¿No está inflado de esta gente? Gente que viste flúo. Que agita el pelo al salir de la pizzería Banchero cual Angelina Jolie en Cannes. Que se cuela en la cola del chino porque, claro, ellos son famosos, ni ellos mismos entienden qué hacen en ese chino de porquería. Son famosos sólo que aún nadie los ha reconocido. Es cuestión de tiempo.
La gente tiene altos niveles de televisión en sangre. Esto, que puede parecer un dato al azar, hace que el argentino promedio se comparte como un pelagatos en una obra improbable creada por él mismo y fogoneada por el mercado publicitario. La presencia del famoso anónimo, en su sed imparable de notoriedad, logra con su irrupción un acto de hechicería express: convierte, a todo el resto, en extras.
He conocido gente canchera a lo largo de mi vida. Gente que se mandaba la parte. Pero nunca ví tantas celebridades de cuarta. El famoso anónimo no sólo quiere ser primero y quiere las miradas satelitales orientadas hacia él, además quiere víctimas. Quiere sangre. Quiere cuellos que retorcer. Pies a los que aplastar. Porque, en definitiva, ¿qué es una celebridad en plena actuación sin un puñado de extras inofensivos a los que cachetear? Ellos necesitan de usted para hacer valer su protagonismo.
Ya sentirse rodeado de un aura mágica y cinematográfica, no es exclusivo de los artistas, los deportistas y, en fin, la gente que trabaja en un ambiente cargado de protagonistas auténticos, hay famosos anónimos trabajando de porteros, en las recepciones, manejando el bondi. Se los capta en seguida. Usted podrá confundir su actitud con el maltrato o el enojo, pero no es eso lo que ellos quieren transmitirle. No están enojados con usted. Sólo quieren hacerle saber que su parte del guión es más bien poca cosa. No se alarme. Ellos son los protagonistas y han ganado su papel a fuerza de productos de primera línea y cierta inclinación a empaparse de gestos calcados de las películas de Clooney y la diva del momento. A la única persona que el famoso anónimo respetará y dará un espacio y, por qué no, hasta su atención es al famoso público. Aquel que tiene un nombre y que ha obtenido su reconocimiento trabajando o con su arte o con, en fin, su cuerpo. Aquel celebritie que logró aquel bien preciado por todo famoso anónimo, que vaya por la calle y escucha, como estela de barco a su paso: “!Ahí va Gael García Triángulo de Bernal!” Y Gael sigue por el mundo sin mirar atrás, con el murmullo de reconocimiento siempre vibrando a sus espaldas, celebridad acreditada por su público y venerado por los medios, famoso completo y con nombre apellido. Un caso raro de celebritie realmente famosa, y por como están las cosas en este país de película clase B, un ser prácticamente en extinción.