Por Cicco. “En la vida de este tipo está todo armado”, acusó Sebastián Ortega a Tinelli su tres veces ex: ex amigo, ex compañero de trabajo y novio actual de su ex. Ortega, es natural, está dolido. Es lógico que acuse al conductor de que todo lo que orbita en su carrera sea ficción pura.
Pero su sentencia cala aún más hondo, es un signo de los tiempos que corren: ya la gente no sospecha si es chico o chica el de la minifalda de la esquina, si tiene lolas hechas o carnales, si es o se hace. Ahora el argentino tiene otra clase de incertidumbre: la posibilidad de que todo pero todo todo sea un montaje escénico.
Durante un tiempo persistió la duda de si algo estaba o no photoshopeado. De tan fiel y eficaz la técnica, al final los medios tuvieron que, en los créditos, dejar constancia que la imagen era un truco. Pero el Photoshop se volvió de uso masivo y hoy, cada vez que me hija viene a mostrarme en internet una foto de un gato en el aire, de un hombre con pectorales como lolas de Pamela Anderson, o de un tipo con lengua bífida de réptil, le digo: “Está todo photoshopeado, ¿no te das cuenta? Es todo mentira”.
A lo largo de los años, con el boom de las cámaras ocultas, uno sospechaba con mayor o menor argumento, que, en fin, estaba todo armado. Que el tipo que se recontra calentaba lo había actuado de antemano. Que el desplante, las sorpresas, el asombro estaba todo planeado por la producción del canal.
En verdad ya de chico, uno se traga varios sapos. Se entera que, aquello que él creía verdad, era pergeñado de antemano: desde la llegada de Papá Noel, a los Reyes, del conejo de Pascuas a los resultados de las peleas de Titanes en el Ring. Todo armado para vender. Todo armado para que uno crea.
Con el tiempo, descubrí que un puñado de cosas que uno daba por sentadas, estaban, en verdad, montadas. Desde los escándalos en los programas de chimentos –conocí a Guido Suller y me confesó cómo tramaba sus conflictos amorosos y familiares como si fuera guión de una sitcom-, hasta las joyas de Mirtha están montadas. Cada fin de almuerzo viene el representante de la joyería y la Chiqui debe devolverlas –aún no tuvo el síndrome Moria-. Muchos de los mensajes en el programa de Claudio María Domínguez –él mismo lo reconoció frente mío- son montados. “¿Querés una foto mía meditando?”, decía Claudio. “Te la fabrico. ¿Querés que hagamos unas en la redacción? No hay problema: la fabricamos”.
Los programas cortan y pegan al tuntún porque ese es el modo en que uno hoy en día arma algo: a las apuradas. Ya no hay tiempo para enamorarse, madurar y formar una familia. No hay tiempo para cubrir una noticia. Aguardar a que suceda un escándalo con todas las letras. Es por eso que, para llenar los espacios vacíos, las cosas se montan. Se apuran. Se patean en el traste para que avancen y circulen y queden bonitas en las foto.
No hay tiempo para producir lo auténtico. La realidad lleva su tiempo. Debe madurar, requiere de paciencia. Y ya lo sabe el mundo: a nadie le gusta esperar. Es por eso que todo se arma. Se saca. Sale con fritas. Se le da un golpe de horno y al plato. Como todo en la vida. Empezando por la vida de las celebrities como Tinelli, y terminando con esta nota de porquería.