TED VS. WILFRED/
Dos animalitos zarpados

TED Y WILFRED/Por: Cicco. Los dos personajes más retorcidos, puteadores y faloperos de los últimos tiempos, no son ni dealers, ni swingers, ni mafiosos, son un perro y un osito de peluche. Uno se llama Wilfred. El otro Ted. Uno tiene serie propia que va por la segunda temporada. El otro, una película que está en cartel dirigida por el creador de “Family guy” y de quien no recuerdo su nombre ahora. Son los animalitos más tiernos del mundo, pero vistos de lejos y con volumen bajo.

Si uno ve la película Ted, un osito que cobra vida gracias al deseo de un niño, y después ese niño se hace grande, y el osito crece con él, se juran amistad eterna, pero el pibe ya es adulto, tiene novia, y el osito sigue ahí, tomando cerveza con él, y yéndose de joda y el tipo entonces tiene que decidir entre la chica o el osito, ¿estoy contando mucho no? Bueno, lo que quería decir es que Ted recuerda mucho a Wilfred, la serie donde un flaco ve al perro de su vecina como si fuera un humano disfrazado de perro, un hombre emperrado, o como usted quiera llamar a ese coso peludo de mal carácter. Al igual que Ted, Wilfred fuma marihuana –o lo que sea que fume- en pipa de agua. Es un degenerado. Pero Ted es un osito pecaminoso pero leal. Wilfred, en cambio, es un traicionero al que sólo le importa su propio rabo. Y enfrenta a su compañero a sus miedos más temibles de todo el miedo y el temblor tembleque del tembladeral del mundo.

Estuve pensando mucho en los paralelismos y diferencias de Wilfred y Ted  -como verá, ando con mucho tiempo libre-. Al principio, me sentí estafado con Ted, pues hay escenas calcadas de Wilfred: los dos fumando en pipa viendo pelis en el sillón, los dos guarros y tiernos a la vez, eso es plagio, protesté golpeando mis muslos –uno de ellos-, pero no protesté muy fuerte para que no me doliera tanto. Demasiada coincidencia en tan poco tiempo de diferencia de estrenos. Además Wilfred y Ted suenan sospechosamente similares. Pero la película del oso se sostiene bien. Y al osito uno lo odia y se encariña luego. Y mientras Ted apunta al dilema de un tipo que no puede madurar y asumir un compromiso de casarse. Wilfred cala más hondo –siempre quise escribir esto de “calar hondo”, porque siempre que se cala se cala hasta el fondo nadie anda por ahí calando superficialmente las cosas, por eso cuando se dice “te tengo calado” es te conozco, ¿qué? Ah, ya vuelvo al tema-, le decía, Wilfred despliega todo un abanico de posibilidades donde el perro le enseña los valores animales a su par bípedo, algo que no tiene que ver con la condición gástrica de su compañero, si no el bípedo se refiere a su condición humana. Y claro, a los hombres nos falta toda esa decisión, entereza, lealtad, confianza, aptitudes que tiene todo perro naturalmente y que da la vida por su dueño por más que el coeficiente intelectual de este sea debajo del cero. Cada episodio de Wilfred transmite un valor perruno. Cada perro transmite silenciosamente esas cualidades a sus dueños, las perciba o no. En casa, tenemos dos perras que me enseñan valores maternales, de compañerismo y de cariño aún cuando cada tanto le zurro un chancletazo. Mientras tanto, yo las alimento, les doy el poco de cariño que tiene todo ser humano –limitado, efímero e interesado-, y les levanto las cagadas que dejan en el parque, a modo de retribución. En fin, no sé a qué iba con todo esto.

Había meditado, como le contaba, muchas cosas espléndidas de todo esplendor sobre Ted y Wilfred, y pensaba que eran geniales y que ameritaban escribir esta columna con un objetivo reflexivo, un llamado de atención a la inmadurez y falta de valores del ser humano, el bípedo me refiero. Pero ahora que paso por escrito todas estas ideas descubro que no apuntaban a ninguna parte y que será por eso que nunca me fue muy tan bien con la crítica de cine.

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