QUERERLA O REVENTARLA/
Apología de Mariana Nannis

Mariana Nannis en Showmatch/Por: Cicco. Vamos a hablar hoy aquí de una mujer que quedará  en la historia y eso no es poca cosa. En los siglos venideros, los historiadores se referirán a ella con asombro y se preguntarán cómo hizo lo que hizo, sobre todo, sin tocar un libro ni pisar una oficina ni tomarse, jamás de los jamases, el 60 en Constitución.

No sólo nos referiremos a la primera dama en recomendar bañarse en leche mucho antes que Michael Jackson se pusiera blanco, que se vestía de Versace para ver jugar fútbol a su marido Claudio Paul. Además, fue la primera botinera de la Argentina –la protobotinera, como la bautizó Chiche-, mucho antes de que algún creativo acuñara el término, y cuando aún Wanda Nara no figuraba ni siquiera como espermatozoide y menos aún como almanaque de gomería. Nos referiremos a, claro esta, Mariana Nannis, santa patrona de la celebridad porque si, virgen inmaculada del champán y la burbuja en la cabeza.

La Nannis no es como Ricarado Fort. Aquellos que los comparan por su facilidad para gastar la guita, se equivocan. Fort es más serio, serán quizás los clavos que tiene en la espalda. La Nannis tiene una guaranguez bullanguera, una forma de llevar su vida en carroza de cuento: mezcla justa de Cenicienta y Silvia Süller.

El único trabajo que se le conoce fue en un reality show de mujeres millonarias en Europa llamado precisamente Mujeres ricas donde, según dice, cobró mucho y, según dice también, tuvo el mejor rating de todas las participantes. Ahora que está en la Argentina acompañando a su hija Charlotte –participa en Tinelli y no supo contestar en qué continente quedaba la Argentina-, su irrupción en el programa fue tema del día en Twitter. Adonde quiera que vaya la santa de la burbuja regala frases epifánicas del estilo:

“Tengo 17 gatos de cuatro patas, los de 2 están todos en la Argentina”.

 “Me baño con champán y mi hija también se baña con champán”.

“Tengo capacidad suficiente para satisfacer a tres maridos”.

Y una de sus frases de cabecera.

“La tengo bien lubricada”.

No hay mejor personaje que la Nannis. Es por eso que, se dice, exige por nota 25 mil euros para aquellos que quieran tenerla subiendo el rating y las ventas y la chispa láctea de la vida al divino botón. La primera millonaria en enrostrar su fortuna sin escrúpulos, caiga quien caiga porque, Nannis dixit: “Hay que gastar sin remordimiento de culpa”. Mariana fue la primera en encontrar maneras creativas para quemar la guita a velocidad estornudo.

El periodista que la entreviste podrá paladear la biografía de Mariana que incluye, además de los baños en champán, la compra de un departamento en Miami para uso exclusivo de sus perros. Un rechazo por los cines: es claustrofórbica. Un criterio implacable para juzgar la diferencia entre glamour y grasada. “La silla tijera”, por ejemplo dice ella, “es una grasada”. La santa Nannis jura que compra zapatos que cuestan 1500 euros por lo bajo. “Una trola se tiene que reventar el orto toda la noche para comprarse los zapatos que tengo yo”.

Y pasa tardes soleadas en el exclusivísimo Ocean Club, de Marbella junto a príncipes y multimillonarios donde la cama y la sombrilla cuestan 900 euros el día. “Pero entre que pedís sushi, champán, agua Evián”, explicó ella, “te terminás gastando 2000 euros.”

Entre sus declaraciones favoritas, incluye su insistencia en que su cuerpo no fue tocado por cirugía alguna: sólo el uso de células madre –aunque no se sabe bien madre de quién-.

Como toda estrella que quedará en la historia, a la Nannis no le gusta que la comparen, ni que la posicionen como botinera: ella es única en su estilo, y lo bien que hace. “Yo no vengo de familia de botineras. Tengo otro nivel”. Nunca ninguna estrella de la farándula le llegó a los talones porque ninguna gozó de tanta inimputabilidad. “Yo nunca tuve aires de grandeza, soy grande”, dijo la santa Mariana a Caras desde su mansión en Marbella. “Mucho más que todas estas pirujas, me río de todo eso. No me llegan ni a la uña del pie, pobrecitas, porque no pueden. No puedo tratar con gente así, que no tiene clase”.

Es por todo esto, que ¿cómo van a decir ahora que su suegra se suicidó por su culpa? ¿Qué ni los hermanos se la aguantan? ¿Y que su abuelo no conoció a su nieta? ¿Y que la cantidad de zapatos que ella jura atesora en sus muebles, 250 en cada casa, es irrisoria? Deberían censurarse de inmediato estas declaraciones. Estamos hablando de un ser que, desde que comenzó a usar tacos altos, dejó de pisar la tierra.

¿Cómo un artista menor como Aníbal Pachano, productor rimbombante, puede criticar semejante figura? Menos aún atacar a su hija, y bajarle el puntaje al baile –seguramente fantastico y divino- que desplego en el show de Tinelli. “A mí no me gusto absolutamente nada. Con los 250 pares de zapatos que tenés en tu placard, estaría bueno que ensayes con zapatos de taco, para que estés más elegante”, observó Pachano.  Y luego la fustigó a la heredera de Nannis porque Charlotte no recordaba en qué continente estaba la Argentina. Una falta total de respeto para la investidura de Nannis y su hija. Algo que merece, sinceramente, la excomunión de Pachano de la iglesia farandulera. Y decretarle, para culminar, un bautismo santo en las aguas. En las aguas del Baron B.

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