EL FIN DE UNA ERA/
Carta abierta contra los noticieros

NOTICIEROS/Por: Cicco. Normalmente cuando visito la casa de mis padres suele estar la tele encendida. Y normalmente, la tele está encendida en un canal de noticias o en un noticiero de canal abierto. Normalmente también, almuerzo o ceno con ellos y la tele sigue encendida en el noticiero que caiga durante la comida –en la grilla de programación, siempre los encajan con las comidas como si eso beneficiara la digestión-. Mis padres son de la vieja escuela: aún se actualizan casi exclusivamente por la tele. Sienten que es la forma más eficaz de estar al tanto de lo que pasa. Y es en ese momento cuando empezamos a discutir.

¿Qué sentido tiene fumarse en la comida la crisis emocional en vivo, las protestas bullangueras, los roscazos en partidos de la B Nacional, la voz del comisario dando cuenta de la rastra del último raíd delictivo, los llantos explosivos de las víctimas, los divorcios mediáticos infidelidad mediante, los entierros inconcebibles por accidentes ? Los que consumen noticieros sienten que ese es parte de su deber ciudadano: estar informados. Informarse, es cierto, permite a uno opinar con fundamento, fustigar al gobierno con fundamento y declarar, firme y convencido, sentencias como: “Hoy hay 90% de probabilidades de chaparrones por la tarde. Por eso me traje paraguas”. En fin: la sensación de que uno tiene la posta.

Pero, ¿para qué hacerlo por la vía intravenosa del noticiero cuando tenemos los portales de noticias en internet, un método más amable e indoloro? Informarse por la web es la forma más sana de estar actualizado: es como la cerveza sin alcohol. Mismo sabor, nada de resaca.

Así como está prohibido el tabaco en los lugares públicos, también deberían prohibirse los canales de noticias. El noticiero a la digestión tiene un efecto inversamente proporcional al yogur Activia. Atenta seriamente contra la flora intestinal. Mamá tiene un estómago sensible y yo siempre le repito. No veas el noticiero que así la comida te cae como el traste. Mamá maneja la web. Podría leer los diarios en formato electrónico. “A tu papá le gustan los noticieros”, dice ella. A lo cual papá dice: “No hay nada mejor en la tele”. Y fin de la discusión.

Pero vamos, no sólo el golpe emocional por debajo de la cintura es lo que afecta nuestra salud. Los conductores son, tambíen, una patada al hígado, un huevo frito de clichés, y merengue de recato impostado y guiño barrial falluto al espectador. Ya nadie habla como se habla en los noticieros. A veces, incluso parece que la gente llorara como no se llora hace décadas y sólo en telenovela de Thalía.

No importa el canal que uno ponga, todo noticiero despedirá el mismo tufo de desastre colectivo. Las buenas noticias son sobrevivientes de las malas noticias: una beba que la dieron por muerta y estaba viva, una pareja de viejitos de 105 años. Gente que, por algún motivo que sólo Dios sabe, han sorteado el principio básico de todo noticiero: no importa lo que hagas, tarde o temprano, el destino te dará una zancadilla y tu historia acabará narrada por Guillermo Andino.

Así como hay personas como mis padres que se beben de un trago tres informativos al día, también están los noticieros vivientes. Gente que, por una u otra razón, padece un gesto de tensión de mejilla simil Santo, y sólo se dedica a transmitir con lujo de detalles las noticias desgraciadas, lacrimógenas, de títulos rutilantes. Es como si el tema de conversación fuera un gran piano y ellos sólo pulsaran las teclas negras. Un tío, que Dios lo tenga en su santa gloria, era un informativo bajón. Cuando le daban una buena noticia, auguraba que, tarde o temprano, ese anuncio, en apariencia alentador, acabaría siendo barrida por la desgracia. Y todo por ver noticieros a la hora de la comida. Tanta digestión constreñida por abajo. Tiene que salir por aguna otra parte.

Antes de terminar esta carta abierta, mi humilde propuesta para terminar con la gastritis colectiva ocasionada por tanto informativo mala onda: de ahora en más, los noticieros deberán transmitir buenas noticias. Las malas, las leemos en los diarios o las seguimos por la web. Si hay un derrumbe en Saavedra con 10 muertos, va por escrito. Si hay gol de Messi de media cancha, al noticiero. Si hay nota sobre la celulitis, a la web. Si hay nota sobre nalgas de Zaira Nara, a la tele. A la hora de comer, el ser humano necesita menos María Laura Santillán y Santo. Y más Maru Botana y Piñón Fijo.

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