ALZA EN EL PRECIO Y DUDA TREMENDA/ |
¿El mate crea adictos? |
/Por: Cicco. Pude dejar el vino. Pude dejar, con el tiempo, la joda. Pude dejar la pipa y la cerveza. La sidra y el champán. El fernet y las minas. Pero lo único que no pude dejar en todos estos años, es el mate, algo en apariencia mucho más sencillo, inocente y doméstico. No soy de los que creen que en la bombilla hay una sensación de oralidad infantil que sustituya la añorada teta de mamá. Soy de los que están convencidos de que, en la yerba, hay una sustancia adictiva que muchos prefieren pasar por alto y seguir vendiendo antes que se arme un escándalo. |
Las yerbas contienen entre 0,3 y 1,7% de cafeína –la Taraguí lanzó la línea más energía que, más que mate ya parece speed-. El mate gracias a esto produce claridad mentalidad, excitación,despeje lúcido. Y, por último, ganas tremendas de cagar.
Por otra parte, produce gastritis, malestar, y lo que es más complejo, una sospecha de que uno es parte de un club de adictos que no pueden dejarlo.
Conocí amigos que me decían: todas las yerbas me caen como el culo pero aún así no puedo dejar de tomar mate. Yo me hice adicto de viejo: a los 30 empecé con el hábito y hoy no me lo puedo quitar. Papá toma religiosamente mate todas las mañanas pero a la tarde se resiste. No sé cómo hace: para mí el mate es doble turno. Durante un tiempo, mi suegra tomaba mate el día entero. Lo mal que le hacía. Y todos esos uruguayos que andan con el, perdón, porongo enorme sorbiéndolo por la calle, no sé cómo hacen. No sé cómo les da la salud.
Desde hace unos meses, empecé a probar con yerba orgánica. Juran que no tiene pesticidas y que, en líneas generales, no es veneno puro. Y, por ahora, no me trajo problemas digestivos. Aunque, claro, la yerba es espantosa y mucho más cara que la tradicional. Pero aunque sea no siento que me muero cada día que la tomo.
Con este asunto de la suba meteórica del precio de la yerba, los medios empezaron a dar a conocer a los yerbateros, y los artículos conincidían en un punto: están todos forrados en guita. No importa si es el dueño de Amanda o Rosamonte. Los yerbateros tienen bombilla de oro. Con el precio elevado a la enésima potencia, me propuse dejar el mate –es mi tercer intento- y nuevamente aquí estoy: escribiendo esto, mate en mano. Esta gente nos tiene agarrados por la bombilla. Saben que somos adictos a la yerba. Saben que hay algo en su composición que es como la Coca Cola: imposible de dejar sin lágrimas en los ojos. No importa lo alto que se vaya el precio en la góndola, seguiremos fieles al rito, nuestro suero verde de cada día.
Ya resignado a mi adicción, empecé a investigar cooperativas yerbateras. Si ya voy a seguir metiéndome mate en vena, al menos que mi dinero –medio kilo semanal de yerba- vaya repartida entre los trabajadores. Hay varias opciones. Y una de las más válidas que exploré es Andresito, una cooperativa de productores rurales de Misiones, con nombre de héroe local. Si uno es un yonki, al menos, no contribuya con los capos del rubro. Vamos a joderle un poco la vida por meternos en este círculo vicioso.
Es que nada se le parece a sorber mate, excepto quizás fumar. El sorbido es un acto intransferible e insustituible. No tiene equivalentes: ni chupar chupetines, ni pirulines ni cualquier otro cilindro, con o sin pulso, que se le asemeje. El mate, ya lo sabían los gauchos, es menos una infusión y más un amigo. Los fumadores de pipa lo saben: a diferencia del café o el té, que es complejo de rellenar, el mate es más parecido a un canilla libre. Se extiende y extiende como chicle infinito.
En esta vida que no te da mucha oportunidad. Donde es un golpe de suerte o el acabóse. El mate te da la impresión de que existe un fluir constante de energía que viene hacia vos, te calienta el cuerpo y te mantiene despierto. Si existiera droga con bombilla y termo, sería un boom.
Los defensores del mate juran que tiene proteínas, hierro, potasio, magnesio, sodio, fósforo y vitamina C. Aporta porciones valiosas de todas ellas en nuestra ración diaria. Y, lo más importante, aporta algo para meterse en la boca y que todos nosotros, adictos irrecuperables, encendidos por el fuego de la cafeína, nos callemos de una maldita vez.
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