A QUIÉN LE IMPORTAN/ |
El sentido oculto de los feriados |
/Por: Cicco. Si hay algo que define esta época, no es Tinelli y su bailongo, no es la Cámpora ni el piquete a granel, es algo mucho más urgente que pasa desapercibido pues los medios no saben cómo capturarlo. Los movileros no pueden pedirle nota en la escalinata de Tribunales. Y los diarios no logran dar con la encuesta que logre medirlo y llevarlo a gráfico de torta. |
Si hay algo que define esta época es el vacío. Y nada mejor que semana santa para verificarlo.
Esto es lo que uno hace cuando comienza un año: se fija si los mayas lo predicen como el fin del mundo, y luego chequea algo mucho más importante: donde caerán los feriados. Como habrá visto, este año todo el mundo espera que no llegue el armaggedon sólo para disfrutar la cantidad de feriados que caen en días hábiles y engrandecen las bondades del fin de semana. Los feriados son una gloria, para qué lo vamos a negar. Pequeños espacios pensados para tomar aire y volver a hundirse luego en la merda flotante de su rutina. Pero es tal la gratificación que nos trae el día libre extra que, excepto que uno sea aún estudiante y deba asistir al acto escolar, nunca cae en la cuenta de exactamente cuál es el motivo que lo hizo salvarse de ese tórrido día hábil. No importa si es Malvinas, si es la memoria al golpe militar, si es algo bueno o malo que sucedió en vida de San Martín, si es que Belgrano miró el cielo y le vino una idea de bandera, o es que Jesús fue condenado a la cruz y de alguna forma se las arregló para salir de entre los muertos y hacer algo aún mucho más milagroso: un feriado de media semana, el más prolongado de todo el año.
Lo que importa, en fin, no es la temática del feriado, si no lo que uno podrá rascarse el higo en ese día y pensar en cosas de vital importancia tales como: el zapping, el fucking y, más vital aún, el dopping.
Nos convertimos en bestias automatizadas, esclavas del almanaque. Que ya dejan de preguntar por qué, y lo sustituyen más que nada por el urgente: ¿para cuándo? El feriado es otra gota que llena nuestra copa de contenidos sin sentido. No sólo uno ya no recuerda el motivo que lo amerita y funda, si no que además un mago del vaciamiento como el presidente Menem, decidió correrlos de fecha para blanquear las cosas, sincerizarse, ir al grano del asunto y simplemente estirar los fines de semana, que es, en definitiva, el único provecho vital que le sacamos al feriado. El feriado desde entonces, dejó de estar en manos de la memoria. Hoy está en manos del turismo.
Y la memoria, y la historia, y la religión, y el significado son temas para libros en varios tomos, para columnas de domingo de La Nación y para filósofos pálidos que viven bajo cuatro paredes como si nunca hubiera feriado para ellos. Son grandes temas, asuntos universales que merecen ser tratados por los voceros de los rubros grandilocuentes como Marcos Aguinis donde se sacan conclusiones incómodas sobre cómo cada día nos volvemos más atrozmente idiotas. El feriado, la lucha por mantener vivo y atar los cabos sueltos de su significado le corresponde, además, a un puñado de maestras y directoras cansadas que buscan llamar a la reflexión en medio de patios con frío, ventosos, a horas tremebundas de la mañana, o preludiando actos soporíferos. Es como si a la memoria le tocara, en la grilla de la tevé, el canal Rural a las 3 de la mañana. Y el prime time sigue, como siempre, en manos de la joda, el bailecito, el culo con lentejuela, que limpia el pasado de todo mal, todo acto heroico y desgraciado, y nos deja a la espera de que llegue el feriado salvador, milagroso, que descienda de la cruz y nos recuerde que la vida era una fiesta. Mientras haya pito y matraca disponible, qué importa de quién corno es el cumpleaños.
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