CORTÉMOSLA DE UNA VEZ/
Baby Etchecopar no es un héroe

BABY ETCHECOPAR/Por: Cicco. No importa cómo lo ilustren los medios: Baby Etchecopar, el conductor que se tiroteó con los ladrones en su casa, no es un héroe. Paremos de poner todo en términos de Hollywood  y subir al primero que se cruza a la categoría de monumento de plaza.

Será una víctima, y siento mucho que su hijo haya caído en medio del tiroteo, pero aflojemos: que a otro más se le ocurra usar la violencia contra la violencia, no convertirá este país en un oasis de seguridad ganada a la fuerza. Lo convertirá en una guerra civil.

Uno podrá dolerse por su drama, pero no elogiar su elección. Estamos perdidos si seguimos considerando que un héroe nacional es aquel que baja delincuentes. Que finge un infarto para tomar el arma e iniciar una balacera. Este es el paradigma de las películas del lejano oeste. Luego de la supuesta hazaña de Baby que mató a un ladrón –qué bueno, dicen muchos, lo mató-, el abogado penalista Fernando Burlando salió a declarar que, si alguien amenazaba a su hija, le daba 50 tiros. “El delincuente”, dijo, “no merecía un tiro sino 40”.

Qué espectacular quedan los tiroteos en la pantalla. Y qué mal resultan en la vida.

Lo lamento pero no soy de los que festejan cuando alguien muere. No siento una liberación química cuando cae un delincuente abatido y los medios buscan convertir al país en un escenario bélico. No es Siria, esto. No hay una revolución civil. Es Buenos Aires y no  podemos hacernos cargo de nuestras propias miserias. De la forma en que barremos la injusticia y todos nuestros males bajo la alfombra.

No hay que confundir al héroe con el canalizador de bronca. Es magnético, naturalmente aquel que elige el camino más corto y se pone a matar gente. Los policiales demorarían una eternidad y serían un plomo, si a cada delincuente, en lugar de dispararle, lo mandaran a terapia freudiana. Es por eso que la bala goza de tanta popularidad: es una forma eficaz de resumir las cosas.

El canalizador de bronca tiene la aprobación de la mayoría. En términos de seguridad, sin embargo, los especialistas indican que no hay nada peor que sacar un arma durante asalto. Esto multiplica los riesgos de una fatalidad. Pero bueno.

Cómo negarle a Baby que, amenazada su vida, no se defendió con lo que pudo. Sin embargo, no se trata de cuestionar si actuó o no, como se debe. Eso es terreno del estrés y el derecho penal. El tema no es Baby, el asunto es lo que, inmediatamente, hacen los medios con él: ponerlo en un pedestal. Y ahí es donde las cosas se confunden y sale el tiro por la culata.

El que es un héroe, viejo, fue Ricardo Darín que, cuando le robaron en el 2008 –se le llevaron 20 mil pesos-, salió en los medios y no pidió el paredón. Ni justicia por mano propia. Ni anunció que, de ahora en más, saldría armado hasta los dientes. Pidió comprensión. Solidaridad. Es cierto y vale aclararlo: no hubo maltrato, ni violencia y Darín no estaba en la casa, pero sí su mujer y su hija, que encerraron en el baño. Aún así lea la declaración con sus propios ojos:

“¿Qué es lo que hace que tres pibes salgan a afanar?”, se preguntaba Darín. “No me imagino tomar represalias con los chicos. La responsabilidad de formarlos es nuestra y no creo que estemos haciendo lo debido para que tengan educación, salud, contención en las escuelas y que sus padres tengan trabajo. Estamos cansados de ver pibes en la calle y ni siquiera nos conmovemos. Hay que pensar qué es lo que hacemos por los chicos y no en bajar la edad de imputabilidad o la mano dura.” Cómo lo quiero a Darín.

Ahora bien, si hay cada vez más asaltos, cada vez más violencia, es porque el mundo es cada vez más desigual. Ya no hay clases sociales. Ahora, hay, parece así, bandos. No existe otra salida que una alternativa de vida más sencilla. Los asaltos son un llamado contra la acumulación. Soy de los dementes que creen que hay suficiente para todos. No me pregunten cómo pero está mal distribuido. Estoy loco, sí, ya se lo dije y pienso que lo verdaderamente importante no se puede robar.

Hay una historia del monje Ryokan. Ryokan era un monje zen que vivía con lo que llevaba puesto. Una noche, un ladrón le llevó su almohada y su única frazada. Aun así, Ryokan se lamentó por él: qué pena, se dijo, que el ladrón haya olvidado de llevarse esa luna tan bonita que entraba por la ventana. Eso es un héroe.

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