MATAR COMO EN LAS DE TARANTINO/ |
El crimen en tiempos de Facebook |
/Por: Cicco. El showbussiness lo empapa todo. Incluso las páginas de policiales. Días atrás capturaron a Francisco del Re, el famoso Gordillo porque subía sus fotos a Facebook, aún prófugo de la justicia. Fueron 48 días de libertad y corte de manga a la policía. Iba al cine con su novia. Le regalaba alianzas. Iba a ver a djs a una disco de Palermo. ¿Alguien puede creerlo? Aún con la cana sobre sus talones, el hombre seguía en su película. |
Una vez leí una entrevista a un psicólogo que trabaja con la policía –no recuerdo quién ni dónde, soy periodista, tiendo a olvidar- y el tipo señalaba que ahora los delincuentes les agarraba por empuñar el arma de costado, con la muñeca torcida, como en las películas de Tarantino. No es que así consigan mejor puntería. Es simplemente porque queda más cool. Ya ni el crimen, la delincuencia, el apetito por tenerlo todo son auténticos. Ahora hasta matar parece motivo de casting de Telefé.
Imagino un futuro no tan lejos, donde los motochorros dirán unas líneas inspiradas antes de cometer sus delitos –que luego subirán a twitter- y dejarán la escena haciendo alguna pirueta aérea en una rueda que será con el tiempo su sello. Un tiempo donde los asesinos tendrán voces graves y teatrales como Alfredo Alcón e irán a cursos con Norman Brisky. Un futuro en el cual las bandas, antes de acometer su siguiente golpe, contratarán a un coreógrafo para, no sólo asegurarse el éxito de la misión, además, mantener el orden y el buen ritmo.
La vida no es una fiesta como dice el slogan de radio. La vida es una escena. Una gran escena dirigida por Sebastián Ortega. Donde la gente lucha por mantenerse eternos aspirantes a que los suban a una tira, en busca de que alguien los llame para el bolo que sea. Que encuentre, al fin, la luz. La luz del flash.
Si nuestra vida es bosta, al menos, que sea espectacularmente de bosta, para darle más líneas al guionista que convierta nuestra existencia en la nueva de Darín. Si hay hambre que sea extrema. Si hay amor que sea explosivo. Si hay ira que demande mucha pólvora e ingenio para bajar víctimas. No es cuestión de matar con lo primero que uno encuentra. Hay que ser creativos y, sobre todo, atraer sponsors. A Gordillo lo rescato un grupo de amigos del hospital donde había perdido un ojo en una pelea en prisión y a partir de entonces, se dedicó a vivir tal como lo dictan las leyes del cine: a lo grande, envuelto en un romance intenso, con visitas a la playa, y tiempo para subir su hazaña de tipo que burla a la justicia en Facebook. En verdad, subir aquellas imágenes de su nueva vida, sumado al relato de sus juergas, su prótesis en el ojo, su feliz día de los enamorados, les sirvieron a la policía –esos aguafiestas- para capturarlo cuando llevaba la ropa al lavadero en Ciudadela. Pobre Gordillo, no fue una buena escena para cierre de su película. Marcelo Piñeiro no sabría que hacer con un final así.
Hipercrítico en Twitter:
http://www.twitter.com/hipercritico
{moscomment}