DUELO DE TITANES/
¿Capusotto es mejor cómico que Olmedo?

Olmedo y Capusotto/Por: Cicco. Cómo no admirar a Olmedo, el más grande capocómico de la Argentina, tenía la cualidad innata que sueña todo humorista: hacer reír con el sólo hecho de estar. En la Argentina, ni Balá, ni Porcel, ni Calabró, ni Biondi, menos aún Sandrini y Landiscina, lo lograron. Tal vez, Minguito se acerca a ese grado de complicidad física con el televidente en las últimas temporadas. Pero Olmedo, sin dudas, fue el mejor, siempre ahí arriba, rey de los reyes. Bueno, hasta hace poco.

Nunca son exactas ni saludables las comparaciones. Pero somos periodistas: no somos exactos y menos aún saludables.

Desde hace tiempo me pregunto si no es hora de considerar a Diego Capusotto, que llegó al cine en 3D, como el más grande capocómico de la historia. No se trata de una afirmación grandilocuente, ni apresurada. Desde hace más de 15 años, Capusotto demostró que no sólo sobresale entre pares –Alberti, Casero, Urtizberea-, además sus personajes cristalizaron en el inconsciente colectivo –el de la línea 60- trazando una unión generacional nunca vista. Yo soy admirador de Capusotto y sus videos. Y mi hija de 12, es más fan aún. 

El Manochanta, Chiquito Reyes, Rogelio Roldán, Rucucú, las máscaras más célebres de Olmedo, eran tragicómicas, la parábola del bufón loser. En los ’80, miré todas sus películas. Y volvía a ver una y otra vez, las que hacía dúo con Porcel, mis favoritas, en especial las picantes prohibidas para menores, no las edulcoradas para toda la familia del estilo Los colimbas se divierten y Rambito y Rambón. En la tele, Olmedo me gustaba pero resultaba empalagoso. Al cabo de unas semanas, estrenados los nuevos sketchs, sonaba repetido y perdía gracia. Quizás Olmedo no tenía tan buen guionista como Capusotto, con Pedro Saborido, una vez, Mex Urtizberea me dijo que, buena parte del éxito de Capusotto se debía a su guionista. “Pedro está siempre actualizado con su humor y es muy organizado”, explicaba él.

Ahora, visto Olmedo a la distancia, uno siente que le faltaba un buen sentido de la crítica. Hacer humor de lo trucho, de los dictadores corruptos, de los perdedores de siempre, es apelar al estereotipo, ir a lo seguro. Capusotto, en cambio, superó esa barrera. Cada personaje es un golpe por elevación a una institución que hay que derribar. Tiene alma de punk. Todos los discursos de Violencia Rivas, son, en el fondo, una verdad feroz y, en otros contextos, impronunciables. Es como si Capusotto tuviera una máquina en el sótano que captara todo lo falso del mundo. Al menos, del mundo del rock.

Pomelo fue un personaje tan efectivo que el rockero Juanse, en principio, salió a atacarlo y defenderse. Ramita, el héroe Rastafari, es una denuncia a la postura pacífico pasiva de los que ahora se dicen rastafaris y usan el peinado para levantar chicas. Latino Solanas, ese antihéroe extraordinario que se hace el rappero y luego llama a su mamá y le pide, en criollo, que le compre zapatillas. Capusotto tiene más espíritu de denuncia que cualquier ensayo sociológico de los últimos años. Impregnados de intereses, siempre jugando por un bando u otro, el periodismo ni siquiera se puede permitir esa libertad crítica.

Siempre admiré a la gente con una mirada aplastante envuelta en el papel abrillantado e inocente del humor. Es por esa virtud que, creo yo, Capusotto lo supera a Olmedo. No se queda sólo con el chiste y con mirar trastes. Utiliza la plataforma del comediante para no dejar títere con cabeza. No me gustaría ser rockero en estos tiempos, y quedar bajo el tamiz de sus personajes que todo lo critican, todo lo delatan.

Muy de vez en cuanto, aparece una obra o un artista superador que hace que sus predecesores parezcan piezas de museo. Es salto cualitativo. La evolución de las especies.

Hacer un programa de humor después de Capusotto no es tarea sencilla. Ya no hay lugar para Café Fashion, para Corona, ni para competencia de chistes verdes. Este tipo llevó la comedia más allá de ese plano. Al plano 3D.

Gloria a Capusotto. Nuevo rey indiscutido del humor. El elegido que nos hace reír de nuestras miserias, de nuestros impostores, y de todo lo que hay de trucho en este mundo. El hombre que nos hace reír por no llorar.

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